Crítica: Spiritbox “Tsunami Sea”

Spiritbox han regresado con su esperado nuevo álbum, "Tsunami Sea" (2025), ese tipo de disco que corre de reel en reel por todas las redes sociales, como si fuese a cambiar algo en el panorama musical, pero entiendo el fenómeno; que para un veinteañero -hoy metalero de palo, mañana otra cosa- sea importante estar a la moda y poder hablar o presumir de supuesto buen gusto con sus seguidores. Bromas aparte, la banda de Vancouver, conocida por su fusión de armonías vocales etéreas y una producción contundente, ha buscado expandir su sonido con esta nueva entrega y, habiéndome gustado su anterior álbum, lo cierto es que no puedo quejarme porque desde el inicio, la banda deja claro que mantiene su esencia, cuando "Fata Morgana" abre el álbum con una intensidad arrolladora, evocando la energía de "Cellar Door", la voz de Courtney LaPlante brilla en los estribillos melódicos, contrastando con la agresividad de los versos y, aunque el puente resulta inesperado, logra integrarse de manera orgánica antes de un desgarrador breakdown. Un buen comienzo, una buena presentación, aunque nada nuevo bajo el sol o, por lo menos, nada que nos haga rompernos el cuello. "Black Rainbow" continúa con un enfoque más experimental, pero recuerde demasiado a "Yellowjacket" de "Eternal Blue" (2021), y además la producción incorpora de manera innecesaria la modulación en la voz, una decisión estilística que puede dividir opiniones con la garganta de LaPlante sonando como C3PO en algunos momentos, pero nada tan dramático como para que nos rasguemos las vestiduras. Sin embargo, aunque algunos pasajes de "Black Rainbow" poseen gran potencia, la canción en su conjunto resulta menos impactante, como "Perfect Soul" representa el lado más melódico de la banda, con una estructura digerible y estribillos pegadizos, que, sin reinventar ninguna fórmula, sí destaca por su impecable ejecución y una emotividad que resonará en todo aquel que la escuche. Quizá "Keep Sweet" suene demasiado forzada optando por una orientación más comercial, sin alcanzar la profundidad emocional de piezas anteriores, como "Blessed Be". Su estructura predecible y la falta de intensidad la convierten en un tema completamente prescindible en "Tsunami Sea" (2025), "Soft Spine" ha sido comparada con "Holy Roller", como una versión más sencilla de aquella, pero también es cierto que su fuerza innegable la convierte en una canción idónea para el directo, con la interpretación de Courtney resonando feroz y un riff que agrega un toque de agresividad perfectamente logrado, como "Tsunami Sea"; funcionando como un espejo de la canción homónima de "Eternal Blue", gracias a su atmósfera envolvente, una estructura melódica y la emotividad en la interpretación vocal como puntos fuertes.

"A Haven With Two Faces" marca un punto de inflexión en el álbum; por un lado, recuerda a la esencia de "Trustfall", con una combinación de intensidad y emoción, aquí sí, genuina. LaPlante despliega su impresionante rango vocal con maestría y la banda la arropa reforzando la carga dramática necesaria. Su breakdown es, sin duda, uno de los momentos más memorables de "Tsunami Sea" (2025), al igual que "No Loss, No Love" nos muestra a Spiritbox en su faceta más agresiva, con una instrumentación que, por momentos, se acerca a la crudeza de bandas como The Acacia Strain o, por desgracia, a Emmure, con un enfoque oscuro y una producción que le confiere aún más potencia, superando a "Holy Roller" en cuanto a contundencia. "Crystal Roses" introduce elementos electrónicos (bastante rancios, todo hay que decirlo) y una producción orientada al pop, generando un marcado contraste con el resto del álbum, acercándose a unos Chrvrches con más cuerpo, siendo "Crystal Roses" una de las canciones más flojitas de la banda hasta la fecha. "Ride The Wave" recupera parte de la energía perdida, aunque la sobreproducción sigue siendo una barrera, no obstante, su puente inquietante y el corrosivo breakdown aportan dinamismo al tema. Más aún, gracias al cierre en la recta final del disco; "Deep End", de nuevo con una orientación melódica predecible, en la línea de los finales que la banda suele elegir. Sin embargo, carece del impacto emocional de "Constance" y, aunque la composición intenta llevar al oyente hacia esa emocionalidad tan buscada, la producción, excesivamente pulida, le resta autenticidad.

En términos generales, "Tsunami Sea" (2025) cumple con las expectativas, aunque sin sorprender. Se percibe como una continuación de "Eternal Blue" (2021), en toda regla, pero con una ejecución menos memorable, espontánea y algunos intentos de llegar a más público que son poco acertados y lastran el resultado final. Pese a sus altibajos, el álbum contiene momentos destacados como "Perfect Soul" y "A Haven With Two Faces", que sin duda calarán entre esos que se hacen fotos con el disco en Instagram, pero, si bien Spiritbox sigue demostrando su talento, la producción de Dan Braunstein parece limitar su evolución, alejándolos de sus raíces más progresivas y orgánicas. La esperanza de un regreso a un sonido más auténtico persiste, aunque la dirección actual de la banda, por desgracia, parece estar ya definida, convirtiendo a "Tsunami Sea" (2025) en la entrega menos arriesgada de su corta discografía. Siendo perro viejo como soy, intuyo que sus mayores ganchos proceden de la composición de "Eternal Blue" (2021), mientras que los momentos más bajitos, podría jugarme el brazo derecho, a que han sido compuestos durante la gira y oyendo demasiado los consejos de Braunstein. Es un buen álbum, notable, pero es el claro ejemplo de que lo fácil no siempre es el mejor camino, aunque tu público sea el mismo que consume a Jinjer, Sleep Token, Ghost, Poppy o Architects y, ya se sabe, son platos sencillos para paladares aún sin formar, todo envoltorio. En algunos de estos, como Spiritbox, hay talento, pero la dirección no es la apropiada y tan sólo es su segundo álbum...

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