Crítica: Cradle of Filth "The Screaming of the Valkyries"

Escribir sobre Cradle of Filth es hacerlo sobre parte de mi adolescencia, ya he relatado en muchas ocasiones la primera gira de la banda que tuve la inmensa suerte de ver, presentando “Cruelty and the Beast” (1998) y cómo impactaron en mi vida. Desde sus inicios en 1991, la agrupación liderada por Dani Filth ha construido un legado que la ha llevado desde el underground más oscuro hasta la cultura pop mainstream, generando amores y odios a partes iguales. Con su inconfundible mezcla de black metal sinfónico, gótico y una teatralidad del shock rock, han influenciado a incontables bandas dentro y fuera del género. A lo largo de su extensa discografía, han entregado obras maestras como “Dusk and Her Embrace” (1996) o el mencionado y mi favorito “Cruelty and the Beast” (1998), discos que definieron una era para el metal extremo. Sin embargo, lejos de anclarse en la nostalgia, la banda ha demostrado que sigue en constante evolución con lanzamientos más recientes como “Godspeed on the Devil’s Thunder” (2008), “Hammer of the Witches” (2015) y “Existence Is Futile” (2021), todos ellos alabados por la crítica y el público, por su capacidad para equilibrar el estilo clásico de la banda con una producción moderna y un sonido renovado. Ahora, en 2024, Cradle of Filth regresa con “The Screaming of the Valkyries” (2025), su decimocuarto álbum de estudio, una obra que promete consolidar su legado y desafiar las expectativas una vez más. Lógicamente, Dani Filth sigue comandando la banda con su inconfundible voz y presencia escénica, mientras que la actual formación de Cradle of Filth cuenta con Marek “Ashok” Smerda y Donny Burbage en las guitarras, Daniel Firth en el bajo, Martin "Marthus" Skaroupka en la batería y Zoe Federoff en teclados y coros. Un equipo que ha logrado una química impresionante, consolidando una alineación que combina experiencia y frescura, con un sonido que mantiene la esencia de la banda pero con una ejecución impecable. La producción del álbum estuvo a cargo de Scott Atkins en Grindstone Studios, en Suffolk, Inglaterra, contando con una producción limpia y contundente, permitiendo que cada elemento brille con claridad: desde la batería atronadora de Marthus hasta los arreglos sinfónicos y los ganchos melódicos que caracterizan a la banda.

El álbum arranca con "To Live Deliciously", un tema que captura todo lo que hace a Cradle of Filth una banda inconfundible; con una introducción basada en coros eclesiásticos y una orquestación ominosa, la canción explota en un riff demoledor y una estructura vocal pegadiza que combina los registros más agudos y guturales de Dani Filth. Según el propio Dani, la letra es una celebración de la vida sin restricciones, libre de dogmas religiosos y normas impuestas por la sociedad y, musicalmente, combina agresividad y melodía con una producción potente, recordando a los mejores momentos de “Midian” (2000), otro clásico, y “Nymphetamine” (2004), pero con un enfoque moderno que le otorga una identidad propia. Tras este poderoso inicio, "Demagoguery" introduce una mezcla de brutalidad y atmósfera gótica con un ritmo aplastante y cambios de tempo que mantienen la tensión constante. "White Hellebore" es otro punto destacado, con una interacción vocal fascinante entre Dani Filth y Zoe Federoff, quien aporta un tinte operístico sin caer en lo exagerado o la parodia gótica, cuando incorporan una galopada clásica de metal que recuerda a los días dorados de Cradle. "Malignant Perfection" destaca como uno de los momentos más completos del álbum, reuniendo todos los elementos característicos de Cradle of Filth: agresividad, melodía, cambios de ritmo y una orquestación grandilocuente. Su estribillo, respaldado por las voces femeninas de Federoff, es uno de los más memorables del álbum, mientras que "Non Omnis Moriar" ofrece una aproximación más melancólica y oscura, recordando el sonido de bandas como Paradise Lost o Anathema, pero con los colores de Cradle. Mientras tanto, "You Are My Nautilus" busca una estructura más progresiva y cambiante, pero en algunos momentos sufre de falta de dirección, perdiéndose en sus propios giros. El álbum concluye con "When Misery Was a Stranger", una canción que rinde homenaje a los primeros días de la banda, recordando la atmósfera de “Dusk and Her Embrace” (1996) con un sonido modernizado, destacando su sección instrumental, con un duelo de guitarras magnífico y una batería que aporta dinamismo al oyente, notándose el trabajo de Scott Atkins en la mencionada claridad de producción de este álbum cuando, a diferencia de algunos trabajos anteriores, el bajo de Daniel Firth brilla con mayor protagonismo, aportando una base sólida y orgánica al sonido global, la batería de Marthus es precisa, pero explosiva, mientras que el trabajo de guitarras de Ashok y Burbage mantiene el equilibrio perfecto en el sonido de sus riffs agresivos y melodías más accesibles, mientras que Zoe Federoff, por su parte, se muestra como una adición valiosa, equilibrando su interpretación sin caer en el exceso.

“The Screaming of the Valkyries” (2025) es un disco que sigue demostrando la relevancia de Cradle of Filth en la escena del metal extremo. Si bien no supera a los clásicos en los que todos pensamos, pero se posiciona como una de sus mejores entregas en la última década, gracias a su combinación de brutalidad, melodía y teatralidad. En definitiva, Cradle of Filth siguen evolucionando sin perder su esencia y “The Screaming of the Valkyries” (2025) es una prueba de que la banda sigue siendo una de las propuestas más consistentes del metal extremo, un testimonio de que su oscurísima odisea está lejos de terminar, por suerte.

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