Diez años después de su último álbum, “Curious Volume” (2015), la última encarnación del cuarteto doom nacido en Maryland, Pentagram, vuelve a la carga con “Lightning in a Bottle” (2025), un álbum que parece más una colaboración espontánea y fresca de cuatro músicos, que el noveno disco de una leyenda de la magnitud de Pentagram. Todo hay que decirlo, con el mítico Liebling al frente, Pentagram han logrado un regreso más que aceptable y fiel a su legado, al legado de Liebling. Un genio con innumerables sombras y problemas, pero también con el talento suficiente como para que, cuando su salud es estable, la personalidad de la banda arda con intensidad, pero, por el contrario, cuando vuelve a recaer, la formación y el nombre de Pentagram zozobren. “Lightning in a Bottle” (2025) es un álbum correcto, pegadizo, y más que suficiente para llevar a Liebling a la carretera, pero nada más; es completamente irrelevante si lo comparamos con su histórico legado y dependerá de las expectativas que cada uno quiera depositar en las nuevas canciones.
Habiendo firmado con el gigante italiano Heavy Psych Sounds, que ha relanzado y remasterizado al menos tres de sus discos (1999-2004) y apostado por un nuevo álbum con Tony Reed (Mos Generator) como guitarrista, productor y arquitecto del sonido, junto al veterano baterista de Saint Vitus, Henry Vasquez, y el bajista Scooter Haslip, la “nueva” formación de Pentagram es un auténtico lujo para un Liebling, aparentemente recuperado, que ha generado gran expectación en el mundillo, esperando que la influencia de Reed y su amor por el rock progresivo de los setenta lograran de “Lightning in a Bottle” (2025) algo muy distinto a lo que fue “Curious Volume” (2015). Si bien en este nuevo álbum hay un mayor groove y variedad de matices entre su vertiente más agresiva y melódica (como en “Thundercrest”), el punto clave para mí es escuchar de nuevo la actitud más rabiosa de su material de finales de los noventa. Desde la apertura, con “Live Again”, Liebling desprende su particular encanto, dejando atrás la introspección más oscura con una sonrisa irónica, como “In the Panic Room”, que descorcha toda la energía de un álbum que se siente más cercano a los momentos más desenfrenados de la historia de Pentagram que aquellos más lúgubres o pesados, gracias a sus toques de hard rock clásico reinterpretado en clave noventera. Para que me entiendas, las nuevas canciones derrochan ese espíritu festivo tan agradecido para festivales y no tanto la sensación de ultratumba setentera que tanto disfrutaba de Liebling, pero no tengo queja alguna, cuando el doom hace acto de presencia en “I Spoke to Death” o esa maravilla, densísima como el petróleo, “Lady Heroin”.
También es cierto que es fácil detectar el truco de Tony Reed a la hora de estructurar el álbum, cuando su primera mitad es muchísimo más resultona y pegadiza que la segunda; abriéndose a la experimentación y los constantes cambios de ánimo. “Thundercrest” golpea con fuerza, y la melancolía de “Spread Your Wings” tiene un groove reminiscente de la era del desert rock, aunque arriesgando muy poco, pecando de convencional. Así, la sensación es de oportunidad perdida, cuando ese supuesto riesgo en algunas canciones, esa experimentación mencionada, sacrifica el ingenio y chispa de las primeras canciones. Nada que objetar cuando cierran con “Walk the Sociopath”, pero la emoción que siento cuando escucho “I’ll Certainly See You In Hell” no es la misma que la repetitiva “Solve The Puzzle” o la mencionada “Spread Your Wings”; buenas canciones a la primera escucha pero, por supuesto, no con la misma capacidad de las otras para permanecer en tu cerebro.
Liebling aún conserva su mojo y, lo más importante, su voz. La banda ha hecho un trabajo excepcional construyendo un sonido sólido y, aunque no percibo la magia de “Last Rites” (2011), hay suficiente energía y magia como para querer ver a Liebling de nuevo sobre los escenarios. Reed ha hecho un gran trabajo en la producción y, seguramente, en mucho más de lo que figura en los créditos, a él le debemos gran parte de poder seguir escuchando a Liebling en pleno 2025. Buen álbum, pegadizo por momentos, pero no el cacareado regreso que muchos describen, quizá tengan que escuchar más a Pentagram en lugar de comprarse la camiseta y la chapa. Soy el primer en alegrarse de la vuelta de Liebling y aprecio “Lightning in a Bottle” (2025), pero no perdamos la puta cabeza.
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