Me resulta imposible negar que el metalcore de primeros de los dos mil no significó nada en absoluto para mí. Estaba inmerso en otros mundos musicales, otros subgéneros mucho más gratificantes y no sentía la menor atracción por los productos de marca blanca, pero es verdad que "Alive or Just Breathing" (2002) me hizo guardar a Killswitch Engage en un lugar muy especial de mi corazón, el poderío de Killswitch se mezclaba con la melodía y los textos existenciales de Leach, dejando un hueco para la introspección, imposible que su propuesta no llegase allá donde otros grupos se quedaban únicamente en la agresión sonora. Sin embargo, aunque la etapa con Howard Jones fue resultona gracias a su increíble garganta y un puñado de canciones que funcionaban en directo, seguía echando de menos la fragilidad e inestabilidad que Leach traía al grupo, quizá fue por eso que celebré “Disarm the Descent” (2013), pero fue “Incarnate” (2016) el que sentí que tocaba otras teclas y me tuvo enganchado durante mucho tiempo. Lo sé, “Disarm the Descent” (2013) era superior, pero canciones como "Hate By Design" o "Cut Me loose" me tocaban la patata, por lo que perdoné “Atonement” (2019) y recibí con ilusión la noticia de que estaban trabajando en su nuevo álbum, este “This Consequence” (2025) que nos ocupa. Pero, seré sincero, no es su mejor álbum, no es mejor que “Disarm the Descent” (2013) pero sí mantiene el tipo y supera el esfuerzo de “Atonement” (2019), además de sentirse fresco gracias a algunos nuevos recursos de Dutkiewicz y Stroetzel, la inconmensurable labor de Leach, buscando la emoción a golpe de contrastes y un trabajo correcto a la producción (a veces suenan un poquito genéricos, planos), echando de menos al todopoderoso Sneap.
Es verdad que “Atonement” (2019) introdujo nuevos matices en su sonido y es algo que se siente también aquí, desde el inicio con “Abandon Us”, que irrumpe con una avalancha de riffs marcados por el groove, una batería explosiva y la habitual intensidad arrolladora. No hay introducciones, insulsos prolegómenos, ni rodeos; Killswitch Engage entran con todo, buena melodía, la sección rítmica es una apisonadora y el solo Dutkiewicz, aunque breve, de lo más sabroso. Además, Jesse Leach se luce con unos guturales afilados y agresivos, mostrando una versión más áspera y cruda de su voz que en anteriores discos. A pesar de esta ferocidad, los momentos melódicos siguen presentes, permitiendo que Joel Stroetzel y Adam Dutkiewicz alternen pasajes técnicos, riffs demoledores y armónicos, hasta que “Abandon Us” se desvanece y dan paso a “Discordant Nation”. Justin Foley despliega su impresionante técnica; los blast beats se fusionan con un doble bombo implacable, aportando una precisión demoledora, mientras el groove pesado y los cambios de ritmo con toques djent destacan aún más en esta nueva época de Killswitch Engage.
La banda suena renovada, con ciertos matices que rozan el death metal más técnico, aunque de manera breve, claro está, mientras Jesse combina su voz melódica con feroces guturales, creando un equilibrio entre melodía y brutalidad, y los breakdowns son un diluvio de riffs melódicos, mientras que el bajo de Mike D’Antonio se encarga de darle una profundidad contundente a la mezcla. “Aftermath” es la clásica canción con una introducción melódica, comienza con una sección de cuerdas emotiva, mostrando su querencia por los padres del sonido Gotemburgo, que pronto se transforma en una armonía épica. Jesse entra con una interpretación conmovedora, dejándose la garganta sobre la resiliencia (no puedo con este concepto y su discurso actual, pero lo entiendo en el cotexto de Leach) y la superación personal, mientras la canción muestra en su puente estribillo, sus ansias de convertirse en un himno, percibiéndose ecos de "The End of Heartache" (2004). “Forever Aligned”, el primer single del álbum y el primero en lanzarse desde 2019, es una combinación impecable de riffs intensos, pasajes melódicos y dinámicas vocales variadas, capturando la evolución de Killswitch Engage sin abandonar la esencia emocional y catártica de su metalcore característico. Su fusión de melodías emotivas con secciones demoledoras logra un efecto magnético, entre la nostalgia y la intensidad aplastante, con un cierre de cuerdas que le da un final perfecto tras un viaje repleto de emoción. El segundo single, “I Believe”, adopta un tono más inspirador, resaltando la versatilidad vocal de Jesse sobre un ritmo más dinámico, con un mensaje positivo y alentador, esta canción irradia esperanza y motivación. Mientras que “Where It Dies” se posiciona como una de las canciones más contundentes del álbum. Buenas guitarras, repletas de técnica en el increíble matrimonio entre Adam y Joel, y el frenético trabajo de batería de Justin, fusionando géneros. “Collusion” arranca con un riff pesadísimo, pero pronto se abre paso hacia secciones melódicas que explotan con una energía arrolladora. Jesse brilla en este tema, mostrando lo mejor de su rango vocal: desde pasajes limpios y emotivos hasta los guturales más desgarradores que ha grabado hasta ahora, pura adrenalina. La sorpresa es “The Fall Of Us”, abusando del blast beat y los trémolos, logrando capturar algo de la esencia de la ennegrecida noruega (aunque de manera anecdótica, que nadie se imagine a Killswitch Engage vestidos como Immortal, corriendo por el bosque), mientras que “Broken Glass” demuestra la evolución de la banda sin perder su esencia, la canción más lenta del disco, cuando su peso radica en sus breakdowns densos, interludios de bajo hipnóticos y una sección de batería pesada y machacona. Finalmente, “Requiem” cierra el álbum con una mezcla entre la última reencarnación de la banda y una pequeña dosis de nostalgia con la energía épica de las guitarras y el solo, que recuerdan a los inicios de Killswitch Engage, pero a la vez reflejan su crecimiento a lo largo de las últimas dos décadas.
Un buen álbum, con un trabajo notable y la sensación de esfuerzo de Killswitch Engage, sonando creíbles pero, a la vez, con la misma emoción adolescente de unos músicos que ya peinan canas, pero sus problemas y los nuestros son los mismos. Echo de menos una producción con más brillo, más contrastes o la potencia de “Disarm the Descent” (2013), ya que en algunos momentos el sonido (no la interpretación) se hace algo monótono y da la sensación de que, aunque intentan escapar de su fórmula, terminan cayendo en ella, pero, en general, no tengo queja; han hecho los deberes y de qué manera.
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