Creo que empiezo a entender por qué Jonathan Hultén abandonó Tribulation. Al principio, cuando ocurrió, el troglodita de mi cerebro (ese que ruge al mínimo cambio), pensó que se debía a la creciente popularidad de la banda, a la necesidad de Hultén por hacer sus propios discos y evitar cualquier guiño al black. Es por eso que gustándome “Chants From Another Place” (2020), no me terminó de convencer, como sí hizo “The Forest Sessions” (2022) pero, claro, resulta que los vampiros de Tribulation, después del excepcional “Down Below” (2018) ya mostraron sus ansias de cambio con “Where the Gloom Becomes Sound” (2021) y el mismo troglodita que años antes se había enfadado con Hultén, ahora comenzaba a entender que Jonathan apostaba por una propuesta mucho más personal, artística y arriesgada, mientras que Tribulation olieron el dinero fresco y comenzaron a virar en su búsqueda, porque sólo así se puede entender “Sub Rosa in Æternum” (2024) y, lógicamente, este “Eyes of the Living Night” (2025).
La voz de Jonathan Hultén, o más bien sus voces, es el hilo conductor que une este trabajo, ya que la utiliza como un instrumento más, manipulándola con efectos electrónicos, distorsionándola hasta parecer que canta desde otra habitación o añadiendo más y más pistas para sonar como un coro. A veces, sus letras son tan confusas que podría evitarlas y, simplemente, articular sonido y, en ocasiones, así es. “Eyes Of The Living Night” (2025) es un álbum que se siente como una explosión de color en comparación con su debut de 2020, “Chants From Another Place”, teñido de tonos apagados; azul, verde y gris. Mientras aquel primer álbum evocaba una belleza liminar, este nuevo trabajo florece desde la atmósfera susurrante y embrujada de su predecesor, “The Forest Sessions” (2022), hacia algo más amplio. El álbum arranca con “The Saga And The Storm”, donde una suave ola de sintetizadores y una melodía cristalina de teclado dan paso a la voz de Hultén, que lo guía por senderos más oscuros hasta un clímax en el que traza elegantes arcos de guitarra en el aire nocturno. Si en su debut los espíritus que lo guiaban eran el minimalista Drake, John Martyn y Bert Jansch, aquí parece haber invocado la influencia ochentera de Kate Bush, no tanto en el sonido —aunque el tempo de vals y el clavicordio de caja de música en “Song Of Transience” te recordarán a ella y la pieza instrumental a piano “Through The Fog, Into The Sky” podrían pertenecer a la de Bexleyheath, sino en la ambición de Hultén por crear un universo propio, todo lo contrario a las ansias de Tribulation por abandonarlo y convertirse en una extraña mezcla entre The Cult y Sister Of Mercy de bajo nivel.
En “Eyes of the Living Night” (2025), canción tiene una personalidad única: “The Dream Was The Cure” se alza con un muro de guitarras acústicas rasgadas, “The Ocean’s Arms” navega en un mar de calma y “Falling Mirages” sería un homenaje al folk más puro de no ser por su extraño de teclado. En “Riverflame”, una melodía sutil pero conmovedora sostiene el eco de un piano eléctrico y una guitarra de seis cuerdas llora con una distorsión moderada, mientras “Dawn” llega envuelta en una nube de guitarra acústica y teclados, ascendiendo a través de capas hacia un destino desconocido, mientras que en el cierre en espiral de “Starbather”, esa mini-epopeya que roza el progresivo más clásico, canta “la imaginación no tiene límites”, y este álbum lo demuestra con creces. Maravilloso.
Hultén dejó atrás el sonido más crudo de su debut para explorar algo diferente a lo que hacía con sus compañeros en Tribulation, y demuestra su valentía en “Eyes of the Living Night” (2025), de manera sorprendente y brillante. Al final, años después, me doy cuenta del cambio de papeles, cuando todos querían cambiar el rumbo, pero sólo uno seguir haciendo arte.
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