Corría el año 96, la primera vez que escuché a Dream Theater fue con “Awake” (1994), pero el que me enamoró fue “Metropolis Pt. 2: Scenes From a Memory” (1999) y con el que confirmé mi amor por la banda “Six Degrees Of Inner Turbulence” (2002), quizá sea por eso que mi primer directo suyo fue en la siguiente gira y, en esta última, cuando pude estrechar su mano, fueron los dos discos que les pedí que me firmasen. Y, sin embargo, en mi relación con Dream Theater ha habido momentos de hastío; viví con ilusión la gira de “Systematic Chaos” (2007) y me decepcionó la partida de Portnoy tras “Black Clouds & Silver Linings” (2009). Pese a todo, recibí con ganas “A Dramatic Turn Of Events” (2011), un disco que sigo recuperando y del que guardo un excepcional recuerdo en directo, y también disfruté muchísimo de “Dream Theater” (2013) -me sigue pareciendo un grandísimo esfuerzo- pero algo se empezó a torcer con aquella gira y no pude evitar alejarme de la banda, “The Astonishing” (2016) se me atragantó y sigue haciéndolo, hasta el punto de que no quiero saber nada de él. “Distance Over Time” (2019) y “A View From the Top of the World” (2021) no son malos discos, pero no siento por ellos gran cosa. Pero lo que más me sorprendió es que algo que creía muy particular, muy personal, parecía ser la opinión general. Mangini es un grandísimo músico, pero los últimos tres discos de Dream Theater con él producen la misma excitación que una carta vegana, están bien, son correctos, pero les falta rock ‘n’ roll. Estoy seguro de que Mangini es un mandado, de que formaba parte de la dirección de la banda poco o menos, a pesar de lo que dijese en las entrevistas, por lo que resultaría muy estúpido acusarle de un auténtico dislate como “The Astonishing” (2016) o de la sensación de agotamiento creativo que producían Dream Theater, pero también resulta inevitable no haber dado un respingo cuando se anunció el regreso de Portnoy a la banda porque, lee con atención, Dream Theater podrían fichar a cualquier batería, cualquier músico con más pegada, técnica o creatividad, pero Portnoy es el corazón y, a pesar de mi emoción inicial con Mangini, el tiempo me ha terminado demostrando la diferencia entre el trabajo hecho con y sin alma, la importancia de la pasión y el carisma de un batería que parece disfrutar de cada golpe sobre el parche y no fichar en una oficina.
Mangini es técnico, es efectivo, pero la banda parecía a la deriva; no fue culpa suya pero sí formaba parte de todo aquello y, desde “A Dramatic Turn Of Events” (2011) hasta “A View From the Top of the World” (2021), han pasado diez años en los que la música de Dream Theater se desangraba, perdiendo su capacidad para excitarnos como oyentes, por lo que parecía algo lógico que, si el declive de la banda comenzó con la salida de Portnoy, el resurgir pudiera llegar también con el regreso del mismo. A la excitación por la reunión, el nuevo álbum, “Parasomnia” (2024), y su gira, se le sumaba la mano de Andy Sneap en el estudio, el primer single, “Night Terror”, y una portada que recordaba a una versión de pesadilla de “Images And Words” (1992). En efecto, no me equivocaba y tampoco los miles de personas que sintieron el mismo pálpito. “Parasomnia” (2024) podría ser un disco correcto pero, en mi humilde opinión, se trata de la mejor grabación desde “Train of Thought” (2003) y no exagero. Si alguien me hubiese dicho esto del próximo álbum de Dream Theater, me habría reído en su cara o le habría enviado algún meme, pero no, es tan real como el disco que tengo entre mis manos; no un es sobresaliente, pero sí un notable más que holgado. “Parasomnia” (2024) suena maravillosamente bien, potente como los Dream Theater de siempre, con preponderancia de las guitarras de Petrucci y la batería de Portnoy en comunión con Myunng y un LaBrie más que solvente, siendo mi única pega el papel de Rudess; no hay grandes momentos en los que pueda desplegar su maestría o no le escucho con el mismo protagonismo, su estilo es más sombrío y su barroca forma de atacar las teclas queda relegada en muchos momentos a ser el colchón sobre el que Petrucci desate sus tormentas de riffs, también es algo lógico, es un disco mucho más pesado y duro, de colores más oscuros.
“Parasomnia” (2024) es un disco conceptual, pero no es una ópera rock, creo que no es necesario explicar la diferencia; las canciones, por mucho que nos esforcemos, no relatan una historia, pero sí tienen como hilo conductor los diferentes trastornos del sueño o momentos diferentes de la vigilia, la instrumental "In the Arms of Morpheus" transmite la inquietud de caminar en mitad de la noche, diferentes relojes y sintetizadores ambientales dotan a la grabación de esa sensación de estar ubicados en el papel del protagonista, son interrumpidos por la banda y un riff grueso de Petrucci, producción impecable y primera toma de contacto con los “viejos nuevos” Dream Theater, suficiente para que cualquiera note la diferencia entre la banda que ha grabado este álbum y el anterior. “Night Terror”, con letra de Petrucci, sirve de introducción para un álbum que no necesitaba presentación; cien por cien Dream Theater, riffs y melodías marca de la casa, aunando emoción con el músculo que supone tener a dos titanes como Myung y Portnoy en la base rítmica y un Petrucci rejuvenecido, sonando increíbles, pero quizá lo mejor de “Night Terror” sea ese sonido clásico a metal con la vena progresiva de Dream Theater o esa parte central en la que la mezcla es fortísima. Igual que en “Broken Man” suenan más cercanos al mathcore que a ellos mismos hasta que la canción, entre sampleados, deviene en algo mucho más convencional, con un sintetizador magnífico y Rudess sonando como un maestro en el puente, más cercano al jazz, con un toque más funky, y quizá una letra mucho más cuidada, obra de LaBrie. Y es que una queja que sí tengo de “Parasomnia” (2024) es que, en muchas ocasiones, las letras parecen excesivamente infantiles o demasiado centradas en el concepto que ocupa el álbum. Es por eso que cuando no es así, como es el caso de “Broken Man” o "Bend the Clock", me he sorprendido a mí mismo cuando en el libreto he descubierto que eran obra de James, tiene su lógica.
“Dead Asleep” es la canción más extensa del álbum, arrancan con el mejor riff de este y Portnoy lo acompaña con maestría, golpeando con fuerza hasta conseguir el groove necesario, más cercano al metal más contundente de los noventa, que lo que ellos mismos hacían en esa década. Sin embargo, las estrofas pierden algo de fuelle y, por mucho que me duela reconocerlo, la voz de LaBrie la lleva al terreno de siempre, algo que tampoco ayuda es su letra (escrita de nuevo por Petrucci), entre lo pueril y lo surrealista, basta con leerla mientras uno escucha a LaBrie y darse cuenta de ello. ¿Es una mala canción? En absoluto, además contiene el que quizá sea el mejor solo de Rudess en “Parasomnia” (2024) y eso es mucho decir en un álbum en el que el teclista no tiene todo el espacio que debería. Algo parecido siento con Myung, me habría gustado que la labor de semejante monstruo estuviese más presente en la mezcla, pero está claro que este es el disco en el que el foco debía ponerse en el regreso de Portnoy, además del poderío de Petrucci. “Midnight Messiah” nos deja con ganas de más y es todo un cumplido, porque dura casi ocho minutos; los coros, sus riffs y la forma en que Dream Theater la atacan recuerdan a “Train of Thought” (2003) o “Systematic Chaos” (2007), el tempo en las estrofas me parece brutal e incluso LaBrie suena mucho más creíble que, por ejemplo, en “Dead Asleep”, como el precioso puente de Jordan y, muy posiblemente, el mejor solo de Petrucci, una auténtica barbaridad que uno desearía que sonase en bucle, recordándonos a Metallica en los ochenta cuando escupen el estribillo y lejos de los discos con Mangini. Pero no todo podría ser perfecto en el apartado compositivo, “Bend The Clock” es una balada que peca de sensiblera, es cierto que se convierte en un medio tiempo, pero trae consigo lo peor de Dream Theater; el azúcar sin contención, la interpretación melodramática de LaBrie, el palm mute de Portnoy en los puentes que preceden a los estribillos, las dobles voces en diferente tempo; si “Midnight Messiah” se hace corta, “Bend The Clock” se hace eterna. Quizá por eso llegue a “The Shadow Man Incident” con cierta sensación de agotamiento, una canción de veinte minutos para cerrar un álbum siempre da algo de miedo cuando la anterior nos ha matado y tentado a pasarla en el reproductor. “The Shadow Man Incident” no es una mala canción en absoluto pero parece un pastiche, hay buenos momentos e ideas, riffs sabrosísimos y grooves cargados de mala leche, con mucha pesadez, pero hay otros momentos que son prescindibles y son los que abundan.
Con más luces que sombras, “Parasomnia” (2024), es un disco que merece mucho la pena; repleto de aciertos, que denota un trabajo duro en el estudio y el compromiso de una banda que sabe de la ilusión que el regreso de Portnoy causa en sus seguidores, la necesidad de inyectar sangre nueva en un momento en el que su carrera parecía en punto muerto y la constatación de que, a veces, la magia es algo difícil de explicar, un instante volátil, una luz en mitad de la noche o una nota en el compás adecuado. Dream Theater nunca se fueron pero es más que justo afirmar que han vuelto.
© 2025 Jota Jiménez