Crítica: 1349 "The Wolf and the King"

Debo parecer el teniente coronel William Kilgore, porque es escuchar “The Wolf and the King” (2024) y casi siento el mismo placer que él con el olor del napalm, cuando suenan las primeras notas de cualquier disco de black en la mañana. Ya sé que lo he escrito en muchas ocasiones, pero recuerdo cuando arrancó este humilde blog y nos deleitábamos con discos como “Liberation” (2003), “Beyond the Apocalypse” (2004), “Hellfire” (2005) o “Revelations of the Black Flame” (2009), grandísimas canciones, pero, en lo personal, compañías mediocres con las que descubrir semejantes discos. Esnifo la funda del vinilo, huele a nuevo, cae la aguja sobre el plato y arranca “The God Devourer”, la agresividad es evidente, combinando secciones demoledoras con momentos más rítmicos que recuerdan al thrash, la precisión de Frost es innegable, como un metrónomo infernal que golpea sin piedad, mientras Ravn parece tirar de nosotros hacia el infierno. Pero, aun así, tengo sentimientos encontrados. 1349 nacieron en 1997 tras la disolución de Alvheim, con una alineación conformada por Ravn (voz, batería), Tjalve (guitarra), Seidemann (bajo) y Balfori (guitarra) y, antes de esta formación, Ravn y Seidemann fueron parte de Hofdingi Myrkra, un proyecto iniciado en 1994 que luego evolucionó en Alvheim. Para su nuevo proyecto, 1349, tomaron la llegada de la Peste Negra a Noruega, un período brutal que, con toda lógica, sirviendo de inspiración perfecta para el nombre de una banda de black metal. Pero, siendo muy sincero, siempre he visto a 1349 como una versión más agresiva de Satyricon, desde que la mítica banda noruega comenzó a cambiar su sonido y, en ocasiones, convertirse en todo un petit-suisse de fresa. Para mí, 1349 brinda a Frost la oportunidad de desatarse sin las limitaciones de su banda principal, pero también queda clarísimo que tras los impactantes “Beyond the Apocalypse” (2004) y “Hellfire” (2005), el cambio de rumbo en “Revelations of the Black Flame” (2009) no funcionó y perdieron seguidores por el camino, algo que intentaron enmendar con “Demonoir” (2010) y “Massive Cauldron of Chaos” (2014), pero que nos dejó un “The Infernal Pathway” (2019) que disfruté mucho en directo (además de poder conocerles y estrechar su mano) pero que parecía un intento de las banda por sonar como ellos mismos; no era autoplagio, pero lo sentía forzado.

Siendo así, podría engañarme y pensar que “The Wolf and the King” (2024) es su mejor momento hasta la fecha, cuando Frost suena desatado, no hay relleno alguno, los riffs suenan amenazantes y cada canción añade más intensidad al castigo sonoro, pero echo de menos algo que no puedo explicar, echo de menos algo que, estoy convencido, ni ellos mismos saben qué es, pero ambas partes sabemos que falta. “Ash of Ages” es un coloso gélido (escribo esto y, al segundo, viene a mi cabeza el gigante de fuego de Elden Ring, deformación tras pasar tanto tiempo en las Tierras Intermedias) que avanza con una pesadez implacable sobre sólidos riffs, convirtiéndose en una de mis canciones favoritas. Por otro lado, “Shadow Point “impacta como una bomba de mortero, iniciando con la batería de Frost antes de desencadenar un ataque de riffs demoledores. “Inferior Pathways” tiene un groove asesino, mientras “Inner Portal” y "The Vessel and the Storm” evocan innecesariamente el espíritu de “Rebel Extravaganza” (1999) de Satyricon. Para terminar, “Obscura” cierra el álbum junto a “Fatalist” de manera notable, la primera parece una prueba de resistencia con riffs afilados y una ejecución precisa, una canción realmente entretenida, mientras “Fatalist” (a pesar de tener una introducción que falla cuando intenta generar tensión), revela su esencia más oscura cuando los blast beats irrumpen a mitad del tema, regresando a un implacable doble bombo, convirtiéndose en un cierre magnífico para “The Wolf and the King” (2024).

1349 han hecho los deberes, suenan bien y el álbum es fiel reflejo de lo que son, pero hay canciones que sobran o que no aportan, momentos en los que se repiten y, aunque hay otras composiciones que sí te rompen el cuello, siento lo mismo que en los últimos tres lanzamientos; suenan cojonudos, pero falta algo y no sé si es que la banda suena como sólo ellos mismos saben o quieren seguir sonando como los tres primeros discos de 1349, lo que lastra mi experiencia como oyente y hace que piense que al teatrillo que es el black, se le suma lo forzado de un proyecto que debería respirar libertad y quizá ya no lo haga. Para el seguidor medio, no habrá problema, hay brutalidad y suenan estupendos, son músicos de altura y Frost es una máquina de precisión, sí, pero…

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