Crítica: The Hellacopters "Overdriver"

Desde sus inicios, The Hellacopters han sido fácilmente reconocibles por la energía de sus conciertos y su capacidad para combinar la crudeza del rock ‘n’ roll con una marcada sensibilidad melódica (algo por lo que Dave Grohl debería devolverles algún royalty que otro), pero, a lo largo de los años, su sonido ha evolucionado, alejándose de la ferocidad de sus primeros trabajos, adquiriendo una madurez y sofisticación que, si bien no ha convencido a todos sus seguidores, sigue atrayendo tanto a nuevos oyentes como a muchos de aquellos que hemos seguido su trayectoria desde el principio. Es verdad que falta la energía abrasadora en el estudio, pero la calidad compositiva está más afilada que nunca y "Overdriver" (2025) es buen ejemplo de ello. Al igual que su predecesor, “Eyes Of Oblivion” (2022), este nuevo álbum presenta una mezcla de intensidad, melodía y ‘feeling’ innegable; con once canciones y una duración de cuarenta y cuatro minutos, una estructura bien definida, un ritmo que lo dota de dinamismo y en el que no hay relleno alguno.

El álbum arranca con “Token Apologies”, un tema que rinde homenaje al rock de los setenta con riffs llenos de actitud, un estribillo pegadizo y un solo de guitarra ardiente. La presencia de las teclas de Anders Lindström suma una sensación que potencia aún más el sentimiento festivo de la canción, mientras que “Don’t Let Me Bring You Down” baja un poco la luminosidad con un tono más oscuro, fusionando influencias setenteras, lo que refuerza la energía inicial del álbum. La huella de Imperial State Electric es evidente en algunos momentos de "Overdriver" (2025), como en “(I Don’t Wanna Be) Just A Memory”, en la que Andersson reflexiona sobre la obsesión actual por la nostalgia y consigue equilibrar el rock ‘n’ roll y el power pop sin caer en los tópicos más infantiles. Por otro lado, “Wrong Face On” destaca como una de las canciones más potentes del álbum, pisando el acelerador del tempo y trayendo de nuevo las raíces más crudas de la banda. “Soldier On” aporta un enfoque más bluesero, sin perder el gancho melódico, con Lindström tocado por la varita en un breve pero sabroso solo y Robert Eriksson, por su parte, demostrando su versatilidad (algo de lo que hace gala a lo largo de todo el álbum), combinando precisión técnica con explosiones de energía cuando la canción lo requiere. Aunque se podría argumentar que algunas canciones, como “Doomsday Daydreams”, siguen una fórmula demasiado familiar, la banda consigue mantenerlas frescas gracias a su característico gancho, algo que se demuestra, una vez más, en uno de los momentos más vertiginosos del disco, “Faraway Looks”. Un tema que arranca con un estallido de percusión de Eriksson y avanza con la furia de un tren desbocado. La guitarra y la voz de Andersson suenan más afiladas que nunca, mientras que el bajo refuerza la intensidad hasta llegar a un desenlace explosivo; una canción que parece destinada a convertirse en un nuevo clásico en sus próximos conciertos. Lógicamente, “Coming Down” ralentiza el ritmo antes de que en “Do You Feel Normal” muestren su amor por The Who, especialmente, en su introducción. En contraste, “The Stench” adopta un tono más pausado antes de la final “Leave A Mark”, recordando a “Wheels of Steel” de Saxon, con una línea de bajo potente y su riff pegadizo, creando un efecto hipnótico, con guiños a “Dancing In The Dark” de Springsteen en el apartado lírico.

Muchos seguidores de largo recorrido, aquellos que nos subimos al carro en “Payin' the Dues” (1997), joderemos con la ausencia de Dregen, la excesiva madurez del sonido (como algo negativo) y las similitudes con Imperial State Electric, como si todo ello alterase la identidad de la banda. Sin embargo, también hay oyentes más jóvenes que se acercan a la música de los Hellacopters sin las expectativas nostálgicas de aquellos que los conocimos en sus primeros días y, seguramente, disfruten de las nuevas canciones sin prejuicios. Es innegable que The Hellacopters no suenan con la misma fiereza de hace veinte o veinticinco años, y cualquier banda echaría en falta a un guitarrista como Dregen, pero "Overdriver" (2025) transmite la sensación de unos músicos que disfrutan y no se molestan demasiado en mirar el pasado. Quizá las cosas son más sencillas y sólo hay que subir el volumen, pegar un sorbo a una cerveza bien fría y dejar de pensar tanto las cosas.

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