Crítica: Tribulation “Sub Rosa In Æternum”

Parece que Tribulation han tomado un rumbo claro en “Sub Rosa In Æternum” (2024), su último esfuerzo, hasta la fecha, en una trayectoria marcada por el constante cambio. Sin embargo, tras la experimentación que definió sus primeros discos, este álbum se siente menos como un paso al frente y sí como una exploración que nunca acaba de cobrar vida, esa que ya comenzaron en “Where the Gloom Becomes Sound” (2021), un disco que ya mostraba la patita cuando en directo tenían más que ver con una versión remozada de The Cult, que de cualquier banda del meloblack. En lugar de la originalidad oscura que caracterizó a “The Horror” (2009) o la rica mezcla de gótico y rock de “The Children of the Night” (2015), en esta ocasión el grupo entrega un álbum que, aunque macabro y ambientado en atmósferas densas, resulta poco impactante y funcione a ratos. “Sub Rosa In Æternum” (2024) busca ser una fusión de influencias de post-punk gótico, death metal y rock clásico, pero los momentos que pretenden ser evocadores se perciben a menudo planos y predecibles, dejando la misma sensación de interruptus que sufrimos con Beastmilk cuando se convirtieron en Grave Pleasures, ese intento de platos a medio cocer entre el postpunk y el goticismo de serie B. A pesar de sus buenas intenciones y un par de singles resultones, esta vez, Tribulation, parecen no poder evitar caer en una repetición de los clichés góticos, sin llegar a renovar o profundizar en su propio sonido, como ocurre con "Saturn Coming Down" y el autoplagio más flagrante.

Hay momentos que intentan destacar, como “The Unrelenting Choir” o la evocación de su pasado más reciente en “Tainted Skies”, donde Tribulation se esfuerza en capturar la esencia del rock más crudo y atmosférico. Sin embargo, aunque estas canciones logran un equilibrio entre la pesadez y la accesibilidad, en última instancia, carecen de la fuerza y la creatividad que cabría esperar de una banda con su historial. La energía y los riffs están ahí, y la voz de Johannes Andersson sigue siendo un punto fuerte; sin embargo, los arreglos son predecibles, y las texturas ambientales, aunque oscuras, no alcanzan a añadir el misterio o el suspense necesarios para hacer que estos temas se sientan realmente inmersivos.

En otras canciones, como “Reaping Song” o “Poison Pages”, el intento de Tribulation de adentrarse en una narrativa gótica se siente forzado. Los ecos de figuras como Nick Cave están presentes y, aunque el álbum parece tener una fascinación por el pasado, siendo una constante evocación (especialmente por el post-punk de los años 80), esta referencia termina siendo más una imitación que una reformulación genuina, como ocurre con “Reaping Song” y el pitido de oídos que debe estar sufriendo el pobre australiano en la distancia, cuando parecen más a King Dude que al propio Cave. Tribulation se dejan llevar por el drama y la teatralidad, pero estos elementos no bastan para elevar el disco y lo que debería ser un espectáculo inquietante termina sintiéndose más como una puesta en escena calculada, con pocas sorpresas, como cuando ves a gente disfrazada de Halloween y el esfuerzo es tan pobre que lo único que sientes es lástima de que no exista un Jason Voorhees que los persiga hasta el fin de sus días. La referencia más obvia, “Hungry Waters”, evoca las atmósferas de “Disintegration” (1989) de The Cure, pero sin la intensidad emocional o el misterio de aquella época. En su afán por capturar esa oscuridad, Tribulation se pierde en un estilo que parece jugar a ser oscuro sin profundizar realmente en él. Es una anti-balada que intenta generar tensión, pero termina sonando más artificial que cautivadora. 

Aunque “Sub Rosa In Æternum” (2024) pretende pasar por una obra macabra y evocadora, carece de la chispa que ha definido los mejores momentos de la banda. Tribulation han crecido y cambiado con cada álbum, pero esta vez parece que han avanzado sin mucha convicción. Los incondicionales encontraremos algunos guiños, sin embargo, para quienes esperaban un regreso a las profundidades de su sonido, “Sub Rosa In Æternum” (2024) queda lejos de cumplir las expectativas y sólo se me ocurre una pregunta; ¿tanto os picaba el corpse paint? No me extraña que Jonathan Hultén huyese del barco antes de que se lo llevase la deriva. De la portada mejor ni hablar...

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