Crítica: Sólstafir “Hin Helga Kvöl”

“Hin Helga Kvöl” (2024), el octavo álbum de los islandeses, se publica con todos los ingredientes que, en teoría, deberían capturar la esencia de oscuridad y melancolía por los que son de sobra conocidos. Sin embargo, a medida que avanza el álbum, queda claro que no es lo que muchos esperábamos o, por lo menos, en lo personal. A lo largo de sus cincuenta minutos, siento que falta algo, que carece de la solidez de sus últimos lanzamientos, oscilando entre momentos brillantes y otros que caen en lo más predecible y monótono. Y no es necesario que me remita a aquel que les dio a conocer a un público más amplio, como "Ótta" (2014), porque los recientes "Berdreyminn" (2017) o "Endless Twilight of Codependent Love" (2020) me entusiasmaron desde la primera escucha, pero algo ocurre con “Hin Helga Kvöl” (2024), que le hace sentir cojo. Abriéndose con "Hún andar" y un comienzo prometedor, que logra capturar la atmósfera envolvente y nostálgica de la banda a través de la voz y el susurrar de las guitarras en su introducción, hasta que la banda entra y parecemos estar escuchando a una muy diferente, mucha culpa de ello tiene la batería de Hallgrímsson y el enfoque de la melodía, cómo Austmann y Sæþórsson parecen seguirle, careciendo de la sensación inmersiva que caracteriza los trabajos de Sólstafir. "Hin helga kvöl", por el contrario, sí cumple con estas expectativas, recuperando su sabor más black, con blast beats y el trémolo de sus guitarras, añadiendo intensidad y negrura a la mezcla, un sonido más crudo y feroz que bien podría formar parte del clímax de un álbum que se despierta a la segunda canción, un homenaje a sus raíces que tanto me han emocionado en el pasado.

Sin embargo, a partir de aquí, “Hin Helga Kvöl” (2024) muestra la constante tendencia a desviarse hacia un terreno más complaciente y a dar bandazos. "Blakkrakki" se convierte en un hard rock que no resulta del todo efectivo, con voces rasgadas y un coro repetitivo, la canción carece de la profundidad que suele definir la música de Sólstafir, pecando de simplista. En otros momentos, como en "Sálumessa", la canción más extensa del álbum, Sólstafir parecen empeñarse en alcanzar una atmósfera melancólica similar a la de composiciones pretéritas, pero se siente algo forzado, cayendo en el aburrimiento y, mientras "Vor ás" nos ofrece un respiro, siendo uno de los momentos en que logramos sentir de nuevo el espíritu de los primeros álbumes de Sólstafir y el capricho de añadir una voz femenina aporta una textura interesante que recuerda el estilo acelerado de “Svartir sandar” (2011) pero no termina de cuajar, aunque celebre la incursión. Algo que no cambia mi percepción sobre la falta de cohesión de “Hin Helga Kvöl” (2024) y termina jugando en su contra, cuando tengo la sensación de estar escuchando un disco basado en descartes o con diferentes direcciones. Como también he de ser sincero, no me gusta la producción, aunque siento que intentan conservar su sonido más característico, crudo y atmosférico, la voz de Tryggvason está demasiado en primer plano, opacando algunos de los detalles instrumentales que son esenciales en la música de Sólstafir, basta tomar como ejemplo "Blakkrakki", donde afecta a la atmósfera general del tema. Y, por último, tampoco creo que el orden de las canciones ayude a la digestión, impidiendo que el disco parezca tener más cohesión y no un pastiche de ideas.

“Hin Helga Kvöl” (2024) no es un mal álbum, pero quizá les ha pasado factura el exceso de ambición, no logrando la grandeza de discos anteriores y mostrando su genialidad de manera fugaz. Para algunos será más que suficiente, pero para el resto, sabiendo de lo que Sólstafir son capaces, no colma las expectativas tras "Endless Twilight of Codependent Love" (2020).

© 2024 Jack Ermeister