Llegas a casa en un día de lluvia, te pones cómodo, tus dedos buscan sobre los lomos de algunos de tus discos y se paran justo en “Action” (1967) de Jackie McLean que es, sin duda, una de las obras cumbres de su prolífica etapa en el mítico sello Blue Note (uno de los primeros en salir bajo la supervisión de Liberty Records y la batuta de Rudy Van Gelder, que supo capturar el genio de McLean), un ejemplo audaz de fusión entre tradición y vanguardia que el saxofonista estaba explorando a mediados de la década de los sesenta. Quizá no sea pura casualidad, el aspecto estético es importante en esta selección; la portada diseñada por Reid Miles, con su imagen invertida en negativo, captura a la perfección la esencia del álbum, dando pistas de que puede ser un disco como otro cualquiera, pero ese negativo nos indica que hay una reinvención, una forma de mirar desde otra perspectiva, con un pie en la tradición y otra en la exploración, como indica el propio McLean en el interior del álbum. Grabado en 1964, en un periodo en el que McLean había consolidado su sonido dentro del hard bop y comenzaba a abrirse al jazz modal y al free jazz, “Action” (1967) capta un momento único en su carrera, gracias a un enfoque que combina el respeto por las raíces del bebop y el deseo urgente de innovar, pariendo una grabación poderosa y emotiva que logra captar la energía de su época y anticipar, por completo, el desarrollo futuro del jazz. En “Action” (1967) uno de los aspectos que destacan es la calidad y sinergia de los músicos que acompañan a McLean. Charles Tolliver, trompetista que hacía su debut con McLean en esta grabación, brilla con una intensidad particular, su interpretación en temas como "Plight" y "Wrong Handle" muestra un enfoque lírico y expresivo inusual, mientras que en las piezas más rápidas y energéticas su interpretación resuena con un tono incisivo que complementa perfectamente el sonido del saxofón de McLean. La colaboración de Tolliver con McLean logra que el sonido del álbum se sienta tan fresco como cuando fue grabado, reflejando una química que impulsa cada canción al frente y al oyente deja con ganas de más.
Por otro lado, la inclusión de Bobby Hutcherson en el vibráfono agrega una dimensión única y atmosférica al álbum. Hutcherson, reconocido tanto por su trabajo en trabajos de jazz convencional como en experimentación libre, encuentra en “Action” (1967) un espacio para desplegar sus alas, su contribución en "Plight" logra un aura casi mística, otorgándole a la pieza una cualidad etérea. Es en este tema donde la experimentación de McLean y Hutcherson cobra vida en su máxima expresión, cuando la vibración cristalina del vibráfono contrasta con la aspereza de los metales, logrando el equilibrio perfecto entre lo melódico y lo disonante. El trabajo rítmico en el álbum también merece una mención especial. Cecil McBee en el bajo y Billy Higgins en la batería no solo cumplen la función de acompañamiento, sino que se liberan de su rol tradicional, aportando ideas que dan mayor libertad a los solistas. Higgins, en particular, muestra una habilidad extraordinaria para mantener un pulso constante en los platos mientras juega con el resto de su batería añadiendo acentos que dan aún más profundidad y dinámica al conjunto. En la pieza que da título al álbum, “Action”, Higgins mantiene una base casi marcial que se transforma súbitamente en un ritmo frenético, como una dinamo incansable que impulsa a la banda, mientras el bajo de McBee, por su parte, juega con las líneas de una manera completamente novedosa en su época; no limitándose únicamente a marcar el ritmo, sino trazando su propio camino.
Es significativo que McLean, discípulo de Charlie Parker y exponente del bebop en sus primeros años, haya tomado la decisión de explorar territorios más abiertos en su sonido. La influencia del free jazz de figuras como Ornette Coleman y Albert Ayler es evidente, pero lo que hace especial a “Action” es la manera en que McLean se mantiene fiel a sus raíces bebop mientras incorpora estas nuevas ideas. McLean logra una fusión entre el lenguaje melódico del bop y la libertad armónica del free jazz que, lejos de sentirse como una ruptura, se experimenta como una evolución natural y orgánica.
Vuelves a mirar la portada en negativo y entiendes a lo que se refería McLean cuando escuchas "I Hear a Rhapsody" y eres testigo de esa habilidad para jugar con lo viejo y lo nuevo, a través de un estándar en el que rinde homenaje a Charlie Parker sobre un ritmo predecible para que el saxofonista despliegue su virtuosismo, aunando la nostalgia con su impredecible forma de atacar las notas. Concluyendo con “Hootnan”, una composición con base en el hard bop que permite a McLean liberar toda su creatividad en improvisaciones que rompen con los moldes convencionales. Acaba el viaje, la aguja vuelve a su lugar, ha sonado “Action” (1967) y crees haber descubierto algo completamente nuevo que no escuchaste la primera vez, desde el torrente inicial hasta el intimismo final, esto no es sólo música, es una forma de arte aún más elevada que escapa a toda comprensión.
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