Crítica: Devin Townsend “PowerNerd”

Devin Townsend es como una de esas sabrosísimas comidas que tanto te gustan pero que pueden llegar a empachar. “PowerNerd” (2024), su nuevo álbum, explora una vertiente diferente y, aunque es innegablemente divertido y adictivo en muchos momentos, no llega a ser tan trascendental como algunos de sus trabajos pasados como, por ejemplo, “Empath” (2019), que funcionó como una explosión emocional y artística, tras la que Townsend parece haber optado por una simplificación en sus composiciones. “Lightwork” (2022) fue un paso en esa dirección, con canciones más melódicas y accesibles (que no terminaron de cuajar, todo hay que decirlo) y ahora tenemos la réplica con “PowerNerd” (2024), que se presenta como la cara opuesta de la misma moneda, inclinándose hacia riffs contundentes y una energía más cruda, completamente desbordante. Es cierto que, por momentos, se siente como un regreso a una versión más despreocupada de sí mismo, una en la que parece haberse “desconectado” mentalmente, como él mismo ha respondido ya en algunas entrevistas de un álbum en las que también asegura haber escrito este álbum en tan sólo once días y, sin saber si es un farol o no, apuesto a que es verdad a tenor de las composiciones y la poca variedad o los momentos que recuerdan escandalosamente a su pasado. Por otro lado, esa espontaneidad se refleja en la estructura del disco: es directo, a menudo pegadizo y todo un derroche de energía. Sin embargo, también es cierto que algunos de estos aspectos juegan en su contra; al desconectarse de esa complejidad emocional que tanto caracteriza sus trabajos previos, “PowerNerd” (2024) puede sentirse algo plano en sucesivas escuchas y predecible en comparación con sus otras producciones.

La apertura con la pista homónima, “PowerNerd”, marca el tono del disco. La voz de Jamey Jasta dando un grito de introducción, seguida de un riff potente y un colorido caos de pop-metal, ofreciendo un comienzo prometedor repleto de energía, con un estribillo fuerte y un ritmo que invita a corear en sus conciertos. “Gratitude”, por su parte, destaca como uno de los puntos altos del álbum por su estribillo, contagioso y positivo, evocando una calidez que sin duda resonará entre los oyentes, más cercana al pop de los ochenta que al metal, territorio en el que también encontramos a “Ubelia”, una pista que combina una muralla sonora de sintetizadores y una melodía hipnótica, mostrando una faceta más intimista dentro de un álbum con tendencia al exceso y mucho relleno, con canciones que dejan la sensación de haber sido escuchadas antes y puede que más inspiradas, como ocurre con “Younger Lover”, intentando combinar la contención acústica con una explosión de prog, no llegando a sorprender tanto como podría por haber visto el truco una y mil veces en mejores prestidigitadores.

La influencia de sus proyectos pasados, como “Empath” (2019) y “Snuggles” (2021), es palpable en la estructura de muchas de las composiciones que oscilan entre lo acústico y lo pesado, lo introspectivo y lo energético. “Glacier” baja el ritmo y establece un ambiente sombrío que contrasta con el resto del álbum, recordándonos el lado más atmosférico y reflexivo del músico, como “Goodbye” y “Falling Apart” también nos desvelan destellos de la intensidad emocional que caracterizó a su música en discos anteriores, aunque sin alcanzar la profundidad de otros momentos más icónicos de su carrera. “Ruby Quaker” nos toma por sorpresa con una canción divertida y extravagante, como un cruce entre McCartney y los Monty Python en su alabanza al café. 

En definitiva, “PowerNerd” (2024) es un álbum entretenido que se percibe como un respiro dentro de la extensa discografía de Devin Townsend, pero se queda corto en términos de innovación y profundidad, apostando por lo directo y sencillo, sacrificando la complejidad y la singularidad que lo han hecho una figura tan relevante en el progresivo, alternando grandes momentos con otros más planos e infantiles, por desgracia, los más abundantes. Llegado a este punto, dudo de si es una obra que invita a celebrar y disfrutar la vida sin complicaciones o, simplemente, una transición hacia una nueva aventura más compleja. Lo único que tengo claro es que no me gustaría haber estado en la piel del ingeniero que haya mezclado semejante galimatías y sí en el que ha finiquitado la portada después de comer frente a su ordenador.

© 2024 Jota Jiménez