Si, de todas las bandas de post-rock que conozco, aseguro que God Is An Astronaut es aquella que más asocio con la capacidad para tejer paisajes sonoros atmosféricos y emocionales, equilibrando su sonido etéreo con un toque de melancolía, muchos no me creerán o se reirán, porque esta es una cualidad común a casi todas las bandas del subgénero. Pero es esa cualidad de los hermanos Kinsella para conseguir siempre un giro en sus composiciones la que logra que esa carga anímica de profundidad sea más marcada en los irlandeses y en “Embers” (2023) no es una excepción; la banda continúa esta tradición, pero también logra abrir un nuevo camino que añade algo de frescura a su discografía y, aunque el álbum no rompe por completo con el estilo característico del grupo, sí que captura la esencia de su evolución musical, ofreciendo un trabajo tan introspectivo y emocional como siempre, en el que logran nuevos matices de oscuridad y tensión.
Desde las primeras notas, “Embers” sigue el camino familiar que God Is An Astronaut ha forjado a lo largo de su carrera; el sonido inmersivo y expansivo sigue presente, lleno de capas de guitarras repletas de reverb y delays, sintetizadores suaves y un bajo que crea un paisaje sonoro que se siente tan vasto como íntimo, a los que añaden gran cantidad de instrumentos como un sitar, un violonchelo, una cítara, tambores, carillones e incluso una tanpura, adentrándose en texturas más densas. Además, la producción en “Embers” es otro punto fuerte del álbum, cuando la banda parece haber perfeccionado el arte de trabajar en capas y cada pista parece diseñada a conciencia para ofrecer una verdadera experiencia, entrelazándose a la perfección para crear un sonido envolvente capaz de transportar al oyente a través de paisajes emocionales aún más complejos. Además de ampliar la paleta de colores gracias a invitados como Dara O'Brien, Jo Quail o Sean Coleman, logrando una aproximación mucho más sutil a las ya manidas estructuras de las composiciones en el post-rock. Así, God Is An Astronaut evitan el contraste entre los bandazos de calma e intensidad para lograr una evolución más orgánica y lenta, por la que las composiciones maduran poco a poco hasta esos clásicos momentos épicos de crescendo; creando una sensación de tensión continua.
Este enfoque es aún más evidente en pistas como "Apparition" y "Odyssey", en las que sientes que no hay prisa alguna o esquema pactado con antelación, sino unos músicos que prefieren perderse en su propia música y dejar que esta respire y avance libre. En "Falling Leaves", la banda construye esa tensión con parsimonia, usando capas de guitarras y sintetizadores que se entrelazan en un crescendo que nunca llega a explotar del todo, creando una sensación de anhelo imposible de alcanzar, mientras que "Heart of Roots”, por su parte, emplea un enfoque más atmosférico, con una producción más etérea que recuerda a bandas de shoegaze, donde las guitarras y las texturas electrónicas se mezclan hasta casi desaparecer en el fondo, dejando que sea la propia habitación y su espacio los que coloreen aún más la mezcla, como si hubiesen trabajado con un productor del estilo de Daniel Lanois.
Incluso en la principal, “Embers”, cuando los hermanos Kinsella parecen inclinarse más hacia una atmósfera más introspectiva y melancólica, en lugar de buscar explosiones catárticas de emoción en forma de crescendos monumentales, el álbum se mueve con más contención, como si las emociones que intentan expresar estuvieran más reprimidas, insinuándose bajo la superficie en lugar de explotar hacia afuera, algo que también se transluce en la sinfónica “Realms” o el minimalismo de “Prism”, logrando un sentimiento de tensión a lo largo de todo el disco, como si cada canción fuera una meditación prolongada sobre el duelo, la pérdida o la reflexión existencial. Canciones como "Oscillation" y "Hourglass" encapsulan este enfoque de manera clara cuando, por ejemplo, en la segunda, la banda construye una pieza que, poco a poco, se transforma de un delicado piano a una atmósfera envolvente, logrando transmitir al oyente la sensación de estar flotando en una deriva interminable.
“Embers” de God Is An Astronaut es una obra que destaca por su sutileza y su exploración de temas más oscuros y melancólicos. Aunque no reinventa el sonido de la banda, sí ofrece una evolución en su enfoque, presentando una atmósfera más introspectiva aún. Las dinámicas son más sutiles, las emociones más intensas y la oscuridad emocional que impregna el álbum añade una profundidad que lo distingue de otros trabajos de la banda. Si bien algunos seguidores podrán extrañar los momentos más explosivos de otros álbumes de God Is An Astronaut, este disco recompensa la paciencia, siendo un álbum que invita a la reflexión, al igual que a la inmersión en paisajes sonoros que son tan expansivos como personales por el que “Embers” más que una simple colección de canciones, es lo más parecido a un viaje que vale la pena emprender.
© 2024 Jota Jiménez