Escribir sobre Coldplay en pleno 2024 es algo tan innecesario como placentero por el gusto que da sentir que uno tiene razón y no se equivocaba cuando adivinó el final de la banda hace más de diez años. Y lo sé, lo sé porque estuve allí; cuando tocaban en salas hace veinte años y no tenían siquiera una página web digna, porque los vi en todas sus giras hasta el comienzo del fin y luego me alejé a tiempo. Como diría mi querido Varg Vikernes; a veces es necesario algo de oscuridad, demasiada luz no te deja ver y en eso se convirtieron Coldplay, en un empacho de colores y luces en directos que, paradójicamente, cada vez atraen a más personas, como polillas hacia la luz. Es una fórmula inversamente proporcional; cuanto peor son sus composiciones, más éxito logran. Cálzate una pulsera que se ilumina con sus canciones, apúntate a las mil y una causas que abanderan, aprovechándose de la inseguridad de la generación actual y la falta de gusto de aquellos que rondan los cuarenta y a correr.
Pero, lo que de verdad me sorprende es lo bien que suena “Moon Music” (2024), la producción es un auténtico placer, todo suena como debe sonar; los graves, los medios, el sonido estéreo, el tratamiento en las voces, los arreglos de cuerda, incluso los coros resuenan con absoluta precisión, todo bien balanceado y sin rastro alguno de la saturación del rango dinámico actual, no me puedo hacer siquiera la idea de lo que podría lograrse si detrás de todo esto hubiese de verdad algo de inspiración y canciones que funcionasen sin todo este celofán y lujoso papel de regalo. Pero, claro, nada de esto le importará a esa peña que puebla sus conciertos, un álbum tras el que hay de nuevo demasiado productores; Bill Rahko, Dan Green, Max Martin, Michael Ilbert, Jon Hopkins, Oscar Holter, Ilya, The Chainsmokers y una nómina de músicos que, si el libreto no se equivoca, AllMusic y Wikipedia tampoco, he llegado a contar hasta setenta y cuatro músicos invitados. Aquellos que bromean con Axl Rose o Tool, no saben lo que se están perdiendo con Coldplay, resulta hilarante semejante despliegue de medios y que luego Chris Martin cante una canción como ”JUPiTER”. Otra manía de los Coldplay de los últimos años, mezclar mayúsculas, minúsculas, símbolos y emoticonos para titular sus canciones, como si emular el talento de Bon Iver fuese tan sencillo como copiarle la camisa de franela. “Moon Music” ha costado la friolera de treinta y cinco millones de libras o, por lo menos, ese es el presupuesto que barajaban y no te quepa la menor duda de que van a recuperarlo en gira y sacar tajada. Chris Martin asegura que únicamente publicarán doce discos, pero que seguirán girando, puedo asegurar haber visto en sus ojos el brillo del dólar.
Pero, el caso es que “MOON MUSiC” comienza de manera tan grandilocuente que parece que va a ocurrir algo que de verdad merezca la pena, cuando la ayuda de Jon Hopkins no suma nada en absoluto y la canción termina desdibujada en algo tan tristón y forzado, que parece que “feelslikeimfallinginlove” es bastante mejor de lo que es, con Will Champion convertido en un teclado Casio PT1 y el resto de la banda en punto muerto hasta una recta final en la cual Chris Martin parece reírse de sí mismo y todos sus seguidores cuando le sujetan el cubata y el último minuto son únicamente coros y la repetición del estribillo en bucle. Además, “feelslikeimfallinginlove”, posee uno de los vídeos más cómicos de la banda, con varias personas adaptando la canción al lenguaje de signos. ¿Sería posible que Chris Martín dejase a salvo a alguien en su bendita ignorancia de cómo debe sonar su música? “WE PRAY” podría haber funcionado, la base es magnífica, la colaboración con Little Simz, Elyanna, Tini y Burna Boy contiene los ingredientes, pero es tan repetitiva e infantil, tan dramática que no se siente auténtica, parece un chiste. Algo parecido ocurre con “GOOD FEELiNGS”, suena orgásmica en lo musical; es un producto perfecto, captura el disco y el funk de los ochenta, y lo único que podría haberla mejorado es la presencia de Prince pero, por el contrario, tiene muchos defectos y todos son encarnados por Chris Martin y su planísima forma de cantar, la simplicidad pueril de la letra y la poca gracia cuando Ayra Starr queda reducida a hacerle la réplica en una canción que concluye como comenzó, no hay nudo y desenlace. Tras un interludio con el emoticono de un arco iris, llega “iAAM”, la canción que ellos aseguran que es un himno a la resiliencia, la palabra de moda en redes sociales junto con otras igual de descontextualizadas y mal interpretadas, tres minutos en los que Coldplay regresan a una fórmula menos especiada y orgánica; bajo, guitarra, piano y batería, lo que tampoco es garantía de éxito en un álbum en el que “AETERNA” causa vergüenza por su aroma a sudor rancio ibicenco, “ALL MY LOVE” parece un robo a mano armada a McCartney y “ONE WORLD”, es muy posible que cause el orgasmo sin manos que Steven Wilson asegura sentir con algunas canciones de Coldplay, además de incluir el genio de Brian Eno, pero es un final tan horrendo como predecible.
“Moon Music” (2024) es la auténtica constatación de una banda que ha perdido el norte creativo y vive de repetir una y otra vez la misma receta, pero cada vez más triturada y fácil de digerir, además de su capacidad para el autoplagio y caer en su propia caricatura. Un álbum que parece hecho a retazos y procedente de bocetos y descartes, pero la misma guarrindongada de siempre. Cuando termines de escucharlo, seas o no seguidor de Coldplay, recuerda; esto ha costado la friolera de treinta y cinco millones de libras. Sonríe, tienes el posavasos más caro de la historia.
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