Crítica: Vended “Vended”

Ahora que hay hordas de amebas llorando por las redes, quemando sus discos de Foo Fighters porque Dave Gohl es humano y es capaz de lo mejor, pero también de lo peor en el ámbito más personal de su vida, y la policía de la moral no le dejará escapar con vida, por lo menos, hasta la próxima noticia que los ocupe, por ejemplo; J. K. Rowling hablando de transexuales, Tim Burton negándose a rodar un Eduardo Manostijeras afro en Harlem o, mucho peor, Keanu Reaves estrangulando cachorritos con esas manos completamente asíncronas para tocar un mísero bajo en una banda de rock alternativo para boomers, que nunca supieron de ella hace treinta años, es el momento ideal para que una banda como Vended, capitaneada por Simon Crahan y Griffin Taylor (hijos de Shawn Crahan y Corey Taylor, de Slipknot) salte a la palestra, ahora que los de Iowa están en horas bajas. 

Y es así porque vivimos en una época estúpida, quizá la más peligrosa de los últimos veinte años, en la que un artista es juzgado por la simpatía que genere, independientemente de lo que grabe, siendo capaz de ser aupado a los cielos o defenestrado a base de mensajes en redes sociales, solicitando su cancelación de un festival o creando absurdas peticiones en Change.Org (esa plataforma en la que si quieres cambiar algo, es mejor que huyas como de la peste y sigas viendo gatos y culos en Instagram). Y es que el caldo de cultivo que nos está tocando vivir es el idóneo para una banda como Vended, algo así como la marca blanca de Slipknot para esa generación de cristal a la que todo le ofende, desmemoriada cultural e históricamente, con unos valores morales tan desproporcionados como su desfachatez para ciscarse en ellos, pero crear interminables hilos en Threads o X. Vended son tan inofensivos que hacen parecer Mötley Crüe a Oasis, es la opción vegana para los seguidores de “Iowa” (2001), una banda formada por chavales de veintipocos años, que si suena es por la ascendencia paterna que, aunque muchas webs y blogs te cuenten que toman la influencia del death más old-school, no es verdad, cuando lo que practican es nu metal caduco y aburridote, en el que han querido hacer un guiño a “Slipknot” (1999), desde la intro hasta la alternancia de riffs gruesos, voces guturales y coros melódicos, pero sin la sensación de peligrosidad que irradiaban sus padres hace ya la friolera de veinticinco años. Una obsesión que se transluce incluso en sus entrevistas promocionales cuando emulan a Chris Fehn y juran querer la dominación mundial con su música, Pinocho era divertido, segundas partes no.

Desde la introducción y “Paint The Skin”, uno tiene la sensación de estar escuchando a una banda homenaje de Slipknot en la que, por mucho que utilicen el trémolo, y Simon Crahan aporré su batería, no hay nada de originalidad, e incluso canciones como “The Far Side” (esos suspiros de Griffin para alcanzar el clímax, copiando a su padre e incluso a Jonathan Davis) o "Am I The Only One" podrían encajar completamente en “.5: The Gray Chapter” (2014) con esa tendencia al azúcar en las voces melódicas, por no hablar de los rellenos insalvables como “Going Up”, “Ones” o “As We Know It”, instrumentales que no llevan a ningún sitio, cuya transición es nula, y esa vacía “Downfall” de apenas dos minutos por la que imagino que cobrarán derechos los Slipknot de “Vol. 3: (The Subliminal Verses)” (2004) y que tiene el deshonroso privilegio de contener quizá el “fuck you!” más pacato de la historia de la música, pareciendo un coro de fraguels, cantando unas letras escritas con poca sesera y menos de una treintena de palabras diferentes, como si les cobrasen por carácter y no quisieran comprar vocales... Pero quizá lo peor de Vended es su insistencia en convertirse en los nuevos Slipknot con canciones como “Nihilism” o “Pitiful”, algo incomprensible cuando estamos hablando de supuestos artistas jóvenes, repletos de una pretendida ira contenida pero también de una creatividad que debería estar floreciente y no emulando lo que sus padres han logrado en el pasado. “Serenity” y “Disparager” son aún más relleno del malo, siguiendo el mismo esquema de las canciones anteriores, hasta el intento de single que es “Where The Honesty Lies”, en las que las intenciones son tan claras que produce el mayor de los bostezos. En el asunto gráfico, prefiero no entrar. Tampoco en sus pintas, igual que si hubiésemos comprado a los de Iowa en Temu.

Desconozco si este proyecto tendrá continuidad porque es algo que tampoco me importa siquiera, tengo claro que si no se tratase de quienes son, no habrían llegado a tus oídos y muchos no habrían soltado la estupidez de “escuchar a Griffin es como escuchar al Corey de hace veinte años, siento escalofríos en mi manga tatuada pagada por mis padres”, como tampoco habría escrito sobre Vended y si lo he hecho ha sido por el placer malsano de escupir algo de bilis sobre una panda de niñatos millonarios jugando a ser estrellas de rock para un público a su altura. Tenemos lo que nos merecemos a todos los niveles; “por lo menos, los chavales no están cantando reggaetón”. Defensas igual de deprimentes de aquello que merece caer en el ostracismo, sin más. Que nadie me espere en el próximo álbum, a menos que graben algo peor y más vulgar o predecible. Todo es posible.

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