Crítica: Leprous “Melodies Of Atonement"

Tomándome unas cervezas con un amigo, hablando de música y de los últimos lanzamientos, casi se me sale la caña por la nariz cuando me dijo que “Melodies Of Atonement” (2024) había sido tildado como “el disco de la década”, no podía parar de reír. Pero, claro, luego me enseñó que era el propio promotor quien afirmaba semejante estupidez. Lógicamente, el que te vende claveles pochos, se los quitan de las manos, y para el que quiere que te lleves un kilo de pepinos, son los últimos, pero todos sabemos, desde hace muchos años, que no hay que fiarse de algunas webs y del corralito español formado alrededor de la música; por eso nació este blog y, como algunos otros, damos nuestra opinión sin deberle nada a nadie. ¿Cuántos discos se nos han vendido como si fuesen la piedra angular de la música tan sólo por llenar una mísera sala o conseguir un tristísimo pase con el que hacer cuatro fotos? Vamos, no me jodas, respondí a mi amigo, pero si “Melodies Of Atonement” (2024) es quizá el peor álbum de los noruegos, con permiso de "Aeolia" (2006). Y es que es así, el último álbum de Leprous tiene algún que otro momento; la banda suena sólida y nadie pone en duda las cualidades vocales de Einar Solberg, pero de diez canciones se salvan, como mucho tres o cuatro, el resto no son malas, son aceptables, pero no llegan a la genialidad de su pasado más reciente. Quizá sean magníficas para una carrera en solitario como la de Solberg, cuyo “16” (2023) prometía bastante más de lo que ofrecía, pero no para la banda que ha firmado “Bilateral" (2011), "Coal" (2013) o "The Congregation" (2015), si “Aphelion” (2021) suponía un pequeño bajón de calidad tras estos y una dupla como “Malina” (2017) o “Pitfalls” (2019), dos discos de los que no me cansé de contar sus bondades y el tiempo me ha dado la razón (en concreto, “Pitfalls”, me sigue pareciendo enorme), “Melodies Of Atonement” (2024) baja un peldaño y muestra a una banda cansada cuando repiten una y otra vez lo mismos trucos de prestidigitador y, aunque Solberg no recurra a sus infames coros cuando no tiene mejor letra con la que rellenar, su preciosa voz tampoco logra una inflexión a lo largo y ancho de las canciones de este álbum, por el que demos un respingo.

Es verdad, claro que sí, que parece comenzar de manera triunfal con “Silently Walking Alone” pero parecemos estar escuchando una imitación de "Sounds of the Universe" (2009) con un cubito de avecrem de sabor industrial, es terrible. Por momentos, no parecen Leprous, de no ser por los angelicales coros o la voz de Solberg, al igual que la letra es de un infantilismo que abruma; cuando, además, no para de repetir lo mismo. ¿Qué diferencia con “Below”, verdad? Aquella se desperezaba majestuosa, esta son cuatro minutillos repetitivos. Quizá lo que menos me gusta del álbum es esa manía por querer formar parte del synth-pop, “Atonement” o “Limbo”, en el que las cuerdas de Tor Oddmund lloran por romper con más protagonismo, como también ocurre con “My Specter”. Seguro que el fan más afectado me dirá que son canciones introspectivas, lo que tú quieras, para mí son descartes de “16” (2023), mientras que en “I Hear Sirens” uno siente que han perdido la oportunidad de hacer algo más grande, en una canción cuya melodía sí funciona. ¿Quieres un ejemplo? “Starlight” posee de todo lo que el resto de canciones de “Melodies Of Atonement” (2024) carece, en ella hay desgarro e intensidad y una banda que avanza sin miedo sin recurrir al recogimiento innecesario de, por ejemplo, “My Specter” o ese constante vaivén entre buenos momentos y otros más prescindibles, “Self Satisfied Lullaby” que, por suerte, arranca magnífica, aunque lo haga tarde, algo parecido a ese pedito silencioso que es “Unfree My Soul” de la que sólo me quedo con sus últimos dos minutos.

La sensación de que Leprous podrían haber dado mucho más, en el que hay buenas composiciones, pero administradas con racanería cuando la proporción es tan baja que sorprende en una banda de semejante calidad. No es malo, mantiene el tipo, pero la línea es descendente, te digan lo que te digan. Si, como asegura el que te quiere vender los claveles, este es el mejor disco de una década de la que tan sólo llevamos cuatro años, dice poco de la banda, pero mucho menos aún de las orejas de corcho de semejante visionario. Compra discos, acude a conciertos porque te gusten y puedas permitírtelo, no dejes que nadie te tome el pelo por apenas treinta eurillos.

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