No voy a ser yo el que critique a Powerwolf después de lo bien que me lo han hecho pasar en directo. Sigo defendiendo las virtudes de “The Sacrament of Sin” (2018) o “Call of the Wild” (2021), sin perder la cabeza y dejar de lado que “The Sacrament Of Sin” (2018) y “Bible Of the Beast” (2009) sean, muy seguramente, sus mejores obras, sin olvidar buenos títulos como “Blessed And Possessed” (2015) o “Lupus Dei” (2007), sin embargo, hay otras que no llegan a lo que espero de ellos, como me ocurrió con la innecesaria recopilación que es “Interludium” (2023) o aquella curiosidad que es “Missa Cantorem II” (2022), pero nada a la altura del mencionado “Call of The Wild” (2021), que tanto disfruté. Pero debo ser un capullo arrogante, además de exigente, porque esperaba un disco a la altura de los citados. No es que menosprecie a los alemanes, pero su fórmula es tan fiable que no encuentro dificultad alguna para que la repitan una y otra vez, y nunca tuve en cuenta que, por mucho que pudiesen fabricar discos en serie repitiendo una y otra vez aquello que tanto me gusta, hay un ingrediente que no depende de ellos y es tan volátil como para aparecer en un álbum y desaparecer en otro y es, ni más ni menos, que la inspiración. Esa que se les ha escapado a Amon Amarth (parece que para siempre), que ha esquivado en muchas ocasiones a Sabaton y a cientos de bandas que, de la noche a la mañana, dejan de grabar discos atractivos sin motivo aparente. El caso de Powerwolf no es tan llamativo, me explico, “Wake Up The Wicked” (2024), es un álbum que suena bien, gracias a Joost Van Den Broek y Ted Jensen, con una portada de Péter Sallai a la altura de una banda que ejecuta las canciones con precisión, pero, a pesar de todo esto, es un disco de nicho; que colmará la sed de la irredenta base de seguidores de los alemanes, y atrapará por el camino a cuanto veinteañero se acerque o a ese cuarentón que los ponga en el equipo de su coche por casualidad, pero nada más, cuando lo que falla, principalmente, son canciones que destaquen. En “Wake Up The Wicked” (2024) todas suenan a tope de rango, con una producción exuberante y gloriosos coros que se repiten una y otra vez, los mismos estribillos repletos de voces, pero logran el empacho cuando todas las melodías suenan igual y, por mucho que pueda parecer ridícula, no hay un single clarísimo como “Demons Are a Girl‘s Best Friend”, que sí, era hortera y simplona, pero era un jodido chicle que se pegaba con insistencia a tu cerebelo.
Por el contrario, ¿por qué no decirlo? “Joan Arc” les hace sonar como una imitación de Sabaton y eso es imperdonable, dada la fortísima personalidad de Powerwolf no hay necesidad de ello, mientras que “Thunderpriest” es completamente genérica, “Vargamor” es desperdiciar la posibilidad de cerrar el disco con algo decente y de “We Don't Wanna Be No Saints” sólo diré que los coros infantiles los carga el diablo y todavía no he visto una sola canción, desde 1979, que suene digna cuando son incluidos. Un auténtico horror de canción, tres minutos prescindibles y a emplear para ir al baño o comprar cerveza, en caso de que se les ocurra interpretarla en directo y lanzar esos pregrabados al respetable.
“Wake Up The Wicked” (2024) se queda como un disco más, bien ejecutado, pero tan sólo para seguidores, carente de canciones a las que regresar con las que justificarlo y un claro descenso respecto a “Call of The Wild” (2021). Después de tres años, esperaba algo sustancialmente mejor pero la inspiración es esquiva y esta vez ha burlado a Powerwolf, espero que la próxima vez la ronden con más fortuna.
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