SETLIST: Creeping Death/ Harvester of Sorrow/ Cyanide/ King Nothing/ 72 Seasons/ If Darkness Had a Son/ The Day That Never Comes/ Shadows Follow/ Orion/ Nothing Else Matters/ Sad but True/ Battery/ Fuel/ Seek & Destroy/ Master of Puppets/ Whiplash/ For Whom the Bell Tolls/ Ride the Lightning/ The Memory Remains/ Lux Æterna/ Too Far Gone?/ Welcome Home (Sanitarium)/ Wherever I May Roam/ The Call of Ktulu/ The Unforgiven/ Inamorata/ Fight Fire With Fire/ Moth Into Flame/ One / Enter Sandman/
No hay nadie capaz de resumir mejor lo que significa amar a Metallica que el propio James Hetfield cuando, en su primera noche madrileña, como siempre, preguntó al respetable cuántos acudían por primera a un concierto suyo y, sonriendo, les advertía que, una vez entrabas en la familia de Metallica, no podías abandonarla. Y está en lo cierto, es algo que puedo atestiguar, a pesar de la travesía por el desierto que supuso seguir a la banda desde mediados de los noventa, hasta “St. Anger” (2003), asistir a sus directos se ha convertido en una suerte de religión en la que, incluso contradiciéndome a mí mismo cuando era el más esnob de todos sus seguidores y aseguraba que, a partir de "..And Justice for All" (1988), la banda estaba completamente rota, no faltándome parte de razón, me resulta imposible no sentir algo especial por Metallica y sentirlos como algo mío. Una fuerza que me hizo comprar las entradas de mi decimocuarto concierto de la banda hace casi dos largos años y esperar a que llegasen dos noches auténticamente mágicas en las que la ciudad se ha convertido en la capital de Metallica con diferentes eventos, con Ross Halfin, Kirk y Trujillo, Lee Jeffries, conciertos-homenaje y una tienda situada en pleno corazón de la ciudad, para convertir a todos sus seguidores y hacerlos peregrinar para ver un final de gira histórico, por muchos motivos...
Lógicamente, a pesar de mi pasión, no estoy ciego; sigo pensando que esta gira, planteada hace muchos años por su mánager o el de U2, con dos noches en cada ciudad y repertorios diferentes, en grandes estadios, no es una buena idea del todo porque obliga a los desplazamientos, alojamientos, y pagar dos noches diferentes o comprar un bono, con unos invitados (como han sido Mammoth WVH, Architects, Ice Nine Kills y Five Finger Death Punch) que no han estado a la altura, si lo comparamos con, por ejemplo, Pantera en Norteamérica, o las constantes quejas por el precio de las entradas; cuando las más baratas se situaban en el mismo rango de precios que las de los últimos diez años, si querías estar podías haber estado, pero si lo que querías era verlo en primera fila, sentado, y sentir el sudor de Hetfield, como siempre, tenías que rascarte el bolsillo, nada nuevo bajo el sol. No hay nada más divertido que leer a los mismos de siempre llorando en las redes, es un auténtico placer morboso; “Metallica son una empresa, los vi por seis euros cuando no eran nadie”. Claro que sí, rey, es mejor que sigas quejándote de todo en redes.
Si empezamos por los teloneros, al hijo de Van Halen se le quedó grande el escenario con su banda Mammoth WVH, como a Architects, el caso más incomprensible por su veteranía y supuesta proyección, a los ingleses se les sentía pequeños, con un Sam Carter que, literalmente, paseaba por el escenario embutido en dos camisetas de fútbol (española e inglesa) y una banda centrada en su repertorio más reciente, más melódico, como Ice Nine Kills lucharon con el estadio medio vacío (superando sobradamente a Architects en cuanto a entrega) o Five Finger Death Punch a los que me dio alegría volver a ver con un Ivan Moody especialmente en forma, simpático con los seguidores, atendiéndonos en la calle, y demostrando que la banda goza de buena salud.
Si amas a Metallica sabes lo que va a ocurrir cuando suena “It's a Long Way to the Top (If You Wanna Rock 'n' Roll)” de AC/DC y se proyectan imágenes de la banda en España, si amas a Metallica es imposible no sentir cómo se eriza el vello de tu cuerpo cuando suena “The Ecstasy of Gold” de Ennio Morricone y ves a Clint Eastwood, el estadio entra en una especie de comunión y decenas de miles de gargantas corean la banda sonora que da entrada a James, Lars, Kirk y Rob, para desatar la tormenta con “Creeping Death” o ”Harvester of Sorrow”. El escenario es capaz de engullir a cualquiera, pero no a James Hetfield, por supuesto que no, a pesar de las enormes dimensiones del montaje, Metallica sobreviven con su entrega. La primera noche nos sorprendieron con “Cyanide” y esa “King Nothing”, auténtica maravilla de “Load” (1996) e hija adoptiva de “Sad But True”, hasta “If Darkness Had a Son” o “The Day That Never Comes”, y una íntima interpretación de la fabulosa “Orion”. Nada que se pueda comparar a todo el estadio repleto de móviles alumbrando el escenario, convertido en una iglesia, cuando suena “Nothing Else Matters”, esa balada que hemos escuchado hasta la saciedad, pero por la que mataría cualquier otra banda. La noche se acaba y “Sad But True” calienta el repertorio, pasando por la velocísima “Battery” o “Fuel” y el espectáculo de fuego, para cerrar con los balones en “Seek And Destroy” y ese auténtico clásico de clásicos que es “Master Of Puppets” y, como siempre me empeño en asegurar, ese puente tan mágico (minuto 04:47) que para mí sintetiza toda la belleza del metal, pocas bandas han sido capaces de escribir tanto en tan pocos segundos.
Pero si la noche anterior fue histórica y se hizo breve, la segunda nos depararía algo completamente épico y es que a Hetfield y Lars se unirían héroes como Nico Williams, Mikel Oyarzabal o Lamine Yamal, dándole aún más emotividad a un concierto que arrancaba de manera fulgurante con “Whiplash”, “For Whom the Bell Tolls” y la mítica “Ride the Lightning” con los solos de Kirk cortando el aliento, el paso obligado por “72 Seasons” (2023), con “Lux Æterna”, “Too Far Gone?”, la extensa pero sentida “Inamorata”, pero también canciones icónicas como la instrumental “The Call of Ktulu” o “The Unforgiven” y ese simpático homenaje a Miguel Ríos por parte de Rob y Kirk, los bises con “Fight Fire With Fire” y la celebrada “Moth Into Flame”, pero fue a partir de “One” que el estadio subió de temperatura y se convirtió en una olla a presión cuando la selección española ganaba a la inglesa y todas las gradas cantaron la victoria durante “One” con Hetfield sorprendido y un “Enter Sandman” que sirvió de fin de fiesta, pero también celebración por la victoria en el campo berlinés y la sensación de euforia de estar cantando junto a tu banda de toda la vida. Se encienden las luces y los cuatro músicos, sonrientes, se entregan a sus seguidores en una noche inolvidable para todos los que allí estuvimos. Si no estuviste, es imposible que entiendas lo que allí se vivió, si no estuviste porque piensas que Metallica no son los de “Master Of Puppets” (1986), falta Cliff y no te gustan las nuevas canciones es que no entiendes absolutamente nada, porque se trata de algo que hay que sentir. ¡Esto es Metallica!
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