No voy a negar mis escasas expectativas en un nuevo álbum de Deep Purple en pleno 2024, sin Morse, como tampoco puedo negar que he disfrutado muchísimo de los últimos años de la banda y recuerdo con mucho cariño aquellos conciertos de la gira de “Infinite” (2017) en los que parecían haber resurgido y mantener su leyenda por todo lo alto. Estamos hablando de ver a Ian Gillan, con Paice, Roger Glover y Don Airey, un auténtico sueño que parecía rematarse con Morse, pero estos duran poco y cualquiera que haya seguido a la banda sabrá de sus constantes cambios, ¿cómo iba a imaginarme que el bueno de Steve abandonaría el barco? Sin menospreciar a sus míticos compañeros, Steve Morse me parece un guitarrista dotadísimo, versátil y trabajador, siempre creí que sería aquel con el que Purple acabarían su carrera, pero me equivoqué, como tampoco tenía a Simon McBride en mi radar; no sabía qué esperar de él y tampoco me motivaba demasiado el single de adelanto de un álbum que, desde el título a su portada, me transmitía desgana. Pero cuando uno ama el rock, Purple debe correr por sus venas y todos sabemos que es muy difícil que la banda decepcione, más aún cuando llevan unos años en buena racha, no sólo en directo.
Otra leyenda tras los mandos, Bob Ezrin, para el que no hace falta presentación, y un disco como “=1” que transmite relax y libertad, no está a la altura de “Infinite” (2017) y puede que sea su entrega más floja desde “Bananas” (2003), pero también es cierto que cuando suena “Show Me”, Purple transmiten la sensación de haber vuelto, de sentirse tan relevantes como siempre y la voz de Gillian sigue sonando tan bien como siempre, “A Bit On The Side”, o la banda parece a punto en la funky “Sharp Shooter”, cercana a su sonido más clásico, con el órgano de Airey sobre la base rímitca, con un McBride más que solvente, hasta esa clásica “Portable Door”, en la que parecen espetarnos a la cara; “¿queríais Purple? ¡pues aquí lo tienes!” El inevitable sabor setentero de Purple invade nuestro paladar, como un buen vino, hasta “Old-Fangled Thing” o el blues de “If I Were You” con Bride en primer plano, excepto en las estrofas de las que Gillan y Airey son dueños absolutos.
“Pictures Of You” suena a garaje, mientras que “I'm Saying Nothin'”, aunque consistente, no destaca entre lo mejor del disco y hace que el disco entre en punto muerto hasta la evidente “Lazy Sod” que, tras algunas escuchas, está claro que es lo más accesible del disco, un medio tiempo de rock pero con actitud. Quizá lo que le hacía falta a Purple, ya que “=1” parece remontar con “Now You're Talkin'” y “No Money To Burn”, aunque sobre “I’ll Catch You” o ese sabroso final como “Bleeding Obvious” -que debería haber cerrado el disco un par de posiciones antes- ya que a este álbum le habría venido bien un par de temas menos y un par de singles mucho más claros. Glover y Paice magníficos, Airey sobresaliente y Gillan en un estado de forma envidiable, a pesar de la lógica pérdida de potencia, algo que resuelve con sus habituales recursos, apoyándose en la pericia de la banda y un McBride que, aunque no posee el carisma de Morse, salva el tipo y aporta su propia personalidad. Sin duda, es un disco correcto, que demuestra que Purple deberían ser eternos y les mantiene en la carretera, no podemos pedir más.
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