Hace ya algunos años, me acerqué a un guitarrista al que admiraba y, tras su actuación en uno de los festivales más grandes de Europa, después del consiguiente autógrafo -qué le vamos a hacer, si soy un fetichista de semejante estupidez, a otros les da por los pies- le pregunté qué opinaba de otro guitarrista y no sé cómo terminó hablándome de Lars Ulrich y Slash; “todos esos guitarristas de dormitorio deberían respetar a músicos como ellos, han hecho más por la música que muchos de nosotros”. El sueco, además de quemar los trastes con la increíble velocidad de sus dedos, se había mostrado más que humilde y respetuoso con Saul Hudson, poniendo el dedo en la llaga. Le guste a quien le guste; Slash ha convertido en guitarristas a más chavales que otros músicos más técnicos, ha sido capaz de crear su propia marca, esa por la que su tono es inconfundible, casi tanto como su silueta y sempiterna chistera. ¿Es el guitarrista más técnico y rápido del panorama actual? Por supuesto que no, pero no se trata de eso. Cuando aquel guitarrista sueco mencionaba a los “músicos de dormitorio” sabía muy bien a qué tipo de calaña se refería; a esos que acumulan equipo, pero nunca practican, esos que creen saber más que un profesional que dedica su vida a la música, esos que se compran carísimas Gibson Les Paul para enchufarlas a un POD o, por el contrario, adquieren enormes Marshall para enchufarles cascos o tocar al 1 y no molestar a sus vecinos, pero miran con suficiencia al resto, mientras esconden sus complejos.
Risas aparte, también es paradójico que Slash haya firmado su mejor disco en años con este “Orgy Of The Damned” (2024) que no deja de ser un experimento, una nota al pie de página de su carrera, y quizá tenga mucho que ver la excelente selección de canciones o la atractiva plétora de cantantes que lo acompañan; desde Chris Robinson en “The Pusher” a pesos pesados como Paul Rodgers o Chris Stapleton, pasando por nuestro querido Brian Johnson (ACD/DC, que luego muchos me preguntan por qué no aclaro las bandas, cuando entendía que no era necesario), que suena excepcionalmente bien en la versión de “Killing Floor”. El cuervo que es Chris suena sabrosísimo en la mencionada “The Pusher”, siete minutos que demuestran por qué este “Orgy Of The Damned” (2024) funciona mejor que cualquier otro disco de Slash y es porque el guitarrista está plenamente al servicio de la canción, no hay exhibición gratuita alguna, simplemente el sonido que ha logrado Mike Clink para este nuevo disco grabado bajo el sello Gibson. Por otro lado, si antes aseguraba que la selección de canciones es magnífica, poco más se puede añadir; lógicamente, podrían haberse incluido muchas más, pero “Crossroads” con Gary Clark Jr. o la vacilona “Hoochie Coochie Man” con Billy Gibbons de ZZ TOP y su voz aguardentosa serán capaces de sacar la sonrisa al más disfrutón del blues, como tampoco podía faltar la versión de “Oh Well” con Chris Stapleton, uno de los riffs más famosos del rock, al que hay que añadir esa magnífica versión de "Key to the Highway" con Dorothy.
“Awful Dream” nos trae a Iggy Pop y, aunque quizá sea la menos lucida del conjunto, sirve para abrir la segunda cara con nada más y nada menos que “Born Under A Bad Sign” y Paul Rodgers (Free, Bad Company), una garganta de auténtico oro, como sorprendente es lo bien que le sienta a Demi Lovato ese “Papa Was A Rolling Stone” por la que, sobre el papel, no habría apostado nada en absoluto, pero cuyo resultado es espectacular. Igual que el primer adelanto que fue “Killing Floor” de Howlin’ Wolf con Brian Johnson (sí, AC/DC) sintiéndose especialmente bien, un auténtico lujo, y Steven Tyler de Aerosmith -que, casualmente, pasaba por el estudio- y suma de manera improvisada su armónica a la mezcla. Cerrando con "Living for the City" y Tash Neal, la calmada pero llena de sentimiento “Stormy Monday” con Beth Hart y una final, “Metal Chestnut”, en solitario que sirve como despedida, aunque yo la habría sacado del listado final.
Entiendo perfectamente que The Conspirators tienen su público, que sirven como válvula de escape para Slash, ahora que Guns N’ Roses le comen más tiempo y agenda, pero qué placer daría escuchar una segunda parte de este “Orgy Of The Damned” (2024) y disfrutar, simple y llanamente, de otra horita de música que transmita el mismo sentimiento de habérselo pasado tan bien en el estudio. No pasará a la historia, pero demuestra que Slash también necesita espacio para sí mismo y que, cuando se aleja de la caricatura, tiene un tremendísimo buen gusto, además de unos amigos de lujo.
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