Crítica: Cavalera “Schizophrenia”

Poco podíamos esperarnos que nuestros queridos hermanos Cavalera, después de grabar “Morbid Visions” (2023), hiciesen lo propio con “Schizophrenia” (2024), tan sólo un año después. Y es que parece que Max y Igor están más que dispuestos a marcarse un “Taylor Version” como hace Taylor Swift y regrabar aquellos discos que los llevaron a la gloria junto a compañeros de los que, seguramente, no quieran saber nada de nada. La gran duda es, ¿seguirán haciendo lo propio con “Beneath the Remains” (1989), “Arise” (1991), “Chaos A.D.” (1993) y “Roots” (1996). La idea de Swift, aunque por otros motivos, es inevitable que no se les haya pasado a Max y Igor por la cabeza, ya que además de ganar un dinero extra, girar presentando de nuevo auténticas obras maestras, es una forma de interpretar en directo canciones de Cavalera y cerrar, por completo, la ventana a Sepultura. Por otro lado, una tontería, porque Sepultura permanecerá por siempre en nuestra memoria y la historia del metal, por mucho que Cavalera sigan regrabando todo su catálogo. Pero, seguramente, la pregunta que tengas en la cabeza es si merece o no la pena comprar o escuchar esta nueva versión de “Schizophrenia” (1987), y la respuesta es un rotundo sí. Tras las primeras dudas acerca del sonido o la participación de Andreas Kisser en el original, escuchar esta nueva versión es capaz de disiparlas, esta grabación, aunque haya salido treinta y pico años más tarde, sigue sonando plenamente old-school pero con un sonido más potente. Al igual que escribía en mi reseña de “Morbid Visions” (2023), perdemos ese sonido -a veces plano, unidimensional, crudo- de las grabaciones de metal de hace treinta y cuarenta años pero, sin perder esa sensación, ya que las producciones de los hermanos Cavalera están consiguiendo mantener la esencia. “Schizophrenia” (2024) suena fiero, salvaje y a metal clásico, pero con potencia y la definición actual, quizá sea la mano de Arthur Rizk en la mezcla, que las guitarras de Max y la solista de Travis Stone hace que uno se pregunte cómo es posible que calque, segundo por segundo, los solos y riffs de Kisser, con el mismo sonido y mala leche, por no hablar del brutísimo bajo en manos del propio Igor, apodado “Sorcerer” en la grabación.

Resulta un poco absurdo, intentar reseñar auténticos clásicos como “From the Past Comes the Storms”, pero también inevitable mencionar a Travis en las guitarras de “To The Wall” y esa salvajada llamada “Escape to the Void”, con los hermanos Cavalera demostrando que no hay edad para ser capaces de dar lecciones de thrash/death. Iggor está soberbio tras los parches (que a nadie se le olvide que fue uno de los mejores baterías de metal en las décadas de los ochenta/noventa y quien tuvo, retuvo, su talento es incuestionable). “Inquisition Symphony” es una maravilla de composición que nos recuerda que los Sepultura de finales de los ochenta tenían ambición y ya miraban al futuro, como “Screams Behind the Shadows” o la navaja de “Septic Schizo” son capaces de sonar más afiladas que la original, a pesar de respetar con pulcro la grabación clásica. “The Abyss” o “Abismo” es quizá la única que, sonando mejor, pierde ese punto de improvisación de la original, pero posee un encanto mágico-místico difícil de explicar, quizá por el sonido a fogata, o porque cuando arranca el malsano riff de “R.I.P. (Rest in Pain)” logran que te olvides hasta del nombre de tu madre. Como novedad, la última, “Nightmares of Delirium”, redondeando el álbum a diez, resultando un sabrosísimo final.

Ya lo escribí de “Morbid Visions” (2023), quejarse de estas regrabaciones dice más del que las critica, que de unos músicos que, simple y llanamente, están regrabando canciones que han escrito ellos mismos. Lo tengo claro, en una semana vuelvo a disfrutarlos en directo y escucharé las canciones de “Schizophrenia” (2024), algo mucho más apetecible que escuchar las de “Quadra” (2020) o cualquier disco anterior, de una banda llamada Sepultura que, sintiéndolo mucho, debería haber desaparecido tras “Roots” (1996).

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