“Blood Offerings” (2017) me encantó y “Mortal” (2020) fue un disco que disfruté y escuché en bucle durante aquel aciago 2020. Para mí, Necrot, pertenecen a ese revival de death metal old school pergeñado por músicos que no forman parte de la época dorada del death y hacen sentir a las nuevas hornadas de seguidores que están escuchando a gente más joven; que no hay que recurrir a Morbid Angel, Autopsy u Obituary para disfrutar de un buen sonido clásico. ¿Hay algo malo en ello? No, en absoluto, pero en mi caso porque siento el mismo gusto escuchando a aquellos artistas como a Necrot, Blood Incantation o Tomb Mold, no siento trauma alguno escuchando a músicos de casi sesenta años, como los que vieron florecer el death en Florida, pero tampoco a otros muchos artistas de setenta u ochenta años que nada tienen que ver con el metal. Como no es mi caso, tengo que suponer que quizá el problema radica en el oyente más infantil, en ese marcado edadismo por el que muchos chavales de veinte años -que creen que no van a cumplir años jamás- necesitan escuchar la misma música reciclada una y otra vez, pero por gente más joven.
Y ahí, justo ahí, querido lector, es donde radica la idea central de esta crítica. Me encanta “Lifeless Birth” (2024), soy sincero si digo que no lo considero igual de inspirado que su debut, “Blood Offerings” (2017) o su continuación, “Mortal” (2020), pero me sigue pareciendo un álbum tremendo. Entonces, ¿cuál es el problema? ¿dónde está esa idea central que argumenta esta crítica por completo? Pues muy sencillo, Necrot han demostrado su amor por el sonido old-school, son tres músicos de altura con buenas ideas pero, ¿vamos a estar siempre así? ¿no va a haber evolución alguna? ¿van a desarrollar su propia identidad? Una de las cosas que hacía especiales a Death (mi querido Chuck Schuldiner), por ejemplo, es la brutalísima evolución que la banda sufrió en cada uno de sus discos, desde “Scream Bloody Gore” (1987) hasta “The Sound of Perseverance” (1998), en tan sólo siete discos Chuck fue capaz de redefinir el género en varias ocasiones y mostrar tantas aristas como para que cada álbum pueda haberse convertido en referencia seminal de otros subgéneros; y no exagero, no es lo mismo el gore zombie de “Scream Bloody Gore” (1987), que la crítica social o un death más introspectivo hasta, de nuevo, la denuncia social y terminar convirtiendo tu sonido en algo mucho más elaborado y llegar al progresivo con la punta de los dedos, hasta el -a veces, injustamente olvidado- “The Fragile Art of Existence” (1999).
En este punto, ocurrió lo mismo con Morbid Angel, se encontraron a sí mismos y evolucionaron o, por el contrario, la marca de Autopsy, ese sonido propio tan marcado y reconocible. Pero, ¿qué pasa con Necrot? ¿Se van a convertir en una banda del palo de Gruesome? (nótese la ironía) ¿Van a elegir ser Blood Incantation y crecer o seguir el ejemplo de Tomb Mold? Desconozco si en el próximo álbum de Necrot habrá una búsqueda, “Lifeless Birth” (2024) vuelve a llegar notable pero sí que echo de menos eso que intento explicar, cuando a las canciones de esta última entrega -a pesar de disfrutarlas- empiezo a verles las costuras. La final “The Curse”, por ejemplo, es un ejercicio innecesario, son casi nueve minutos de repetición pura y dura, que Necrot podrían haber resuelto en un tercio de su duración, cuando no hay progresión alguna. Mientras que la inicial “Cut The Cord” posee ese sentimiento de urgencia, a pesar de sus más de cinco minutos, con un riff brutal.
Y es que la extensión de las canciones juega en contra de la banda, no digo que no sean buenos músicos (todo lo contrario), pero son canciones excesivamente largas para la propuesta de Necrot y, sobre todo, su composición; tanto “Lifeless Birth” como “Winds of Hell” son un disparo entre los ojos, aciertan de pleno en lo que buscan e impactan en el oyente que disfrute de las vísceras y putrefacción de finales de los ochenta o noventa, mientras que “Drill The Skull” o “Dead Memories” pierden impacto, en concreto esta última roza incluso el power, cuando los mejores resultados de Necrot son más que evidentes en canciones como “Superior”. Un disco magnífico, repleto de fuerza y buenos riffs, pero en el que -una vez pasada la sorpresa inicial, siendo su tercero- echo de menos algo más de la personalidad de los tres músicos y no tanto el gusto por emular. Espero que Necrot tomen nota y busquen más en sí mismos, en lugar de echar la vista atrás y mirar a otros; si le gustas o no al chavalerío da igual, dentro de cinco años, habrá otros más jóvenes que tú y sólo nos atraerás a aquellos a los que puedas ofrecer algo genuino.
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