Slayer han dejado un profundísimo hueco en el mundo del metal con su partida y, ahora que han anunciado algunos conciertos, en lugar de sofocarse esa sensación, parece haberse acrecentado, siendo más necesarios que nunca. Algo que me ha sorprendido en los últimos meses han sido los cínicos de mentirijilla que han aparecido, asegurando saber que Slayer regresarían. Pero, ¿qué clase de mierda de dote adivinatorio es ése? Todavía recuerdo cuando Kerry King anunciaba durante la última gira de la banda que Slayer, como tal, no desaparecían, simplemente daban por concluido un ciclo y se negaban a hacer grandes giras o seguir grabando discos. Otra cosa muy diferente es que sabiendo cómo es Araya, aquello llegase a buen puerto y, por suerte, parece que así ha sido; aunque no haya más discos o interminables giras, Slayer seguirán en activo, dando algunos conciertos y haciendo disfrutar a las masas con su legado. ¿Cuál es problema? Harina de otro costal es el caso que nos ocupa; algo que Kerry King también anunció; haría su propia banda y lo cierto es que había ganas de escucharla, más aún cuando están involucrados Mark Osegueda, Phil Demmel, Paul Bostaph y Kyle Sanders. Sin embargo, como ya sabemos, que los ingredientes sean excelentes no garantizan un buen plato y eso es lo que ocurre con “From Hell I Rise”, un álbum en el que los seguidores de Slayer obtenemos algo de la sangre de la que nos nutrimos, pero en el que echamos en falta demasiadas cosas.
“Diablo” es quizá una de las peores introducciones que he escuchado en mucho tiempo, los primeros compases te engañan, pero esos dos minutos se hacen eternos y las guitarras son tan infantiles que asustan. Muy diferente es “Where I Reign”, en la que todo parece encajar, excepto por varias cosas; Mark Osegueda es uno de los mejores vocalistas del metal, nadie puede dudar de ello, pero en este álbum su tono suena demasiado alto, como si intentase emular a Araya, el resultado no es malo, pero echo de menos su propia personalidad, esa que exhibe en los violentos Death Angel. Con todo, “Where I Reign” es una canción excelente, junto a “Residue” o “Toxic”, siendo esta última la que más suena a Slayer. Por no hablar del single “Idle Hands”, una composición en la que, a pesar de sonar demasiado a los Metallica más actuales, todo parece encajar y la forma atropellada de cantar de Osegueda le sienta como un guante a la canción. Cosa muy diferente es “Trophies of the Tyrant” que, aunque exude testosterona thrashera, su riff recuerda demasiado a Amon Amarth en su toque marcial, mientras que “Crucifixation” es tan sosa que parece un descarte y “Two Fists” roza el punk, algo bueno que trae este álbum y es esa producción tan cruda, a cargo de Josh Wilbur, a medio camino entre thrash y el mencionado punk, sonando bastante más refrescante de lo que me esperaba.
Lo malo son esas canciones que, como la mencionada “Crucifixation”, pecan de poca sal, como es el caso también de “Rage” o la genérica “Shraphel”, que también se hace eterna, mientras que “From Hell I Rise” va directa a la yugular, en un álbum en el que las letras vuelven a ser el colmo de la ridiculez (no rozan el bochorno del disco de Six Feet Under, pero causa vergüenza ajena escuchar algunos ripios), Osegueda de la sensación de creer que está en una banda tributo a Slayer, Kyle pase desapercibido y Phil Demmel no parezca en su mejor momento con unos solos que, por lo menos, nos ahorra tener que escuchar los de Kerry. Un álbum que, en mi modestísima opinión, significa una decepción, aunque tampoco le pidiese gran cosa, y confirma que Kerry King tiene mucho trabajo por delante si quiere mantener este combo con vida y sus propias canciones. Es por eso que no me extraña que ya haya anunciado un segundo álbum, tan pronto regrese de la extensa gira que este le plantea. Fiable, porque no había duda del estilo que iba a practicar King, pero a estos Slayer tan ciclados no les habría venido mal algo de dirección, mejores canciones, en definitiva; menos músculo y más entendederas.
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