Crítica: Accept “Humanoid”
Mira que tengo cariño a Accept, pero ya es momento de que alguien deje de mencionar “Blood of the Nations” (2010) porque los alemanes han sido capaces de vivir una segunda juventud (como ya he dicho en multitud de ocasiones) luchando contra su mítico pasado, pero no estoy muy seguro de que sean capaces de hacer lo mismo con los Accept más recientes. Y es que estoy harto de escribir, leer y escuchar que esta segunda parte de Accept está siendo gloriosa y así es, he sido testigo de sus giras y en persona lucen satisfechos cuando se mezclan con sus seguidores, pero hay que reconocer que a esa botella abierta en 2010, se le está empezando a ir el gas como a esa Coca Cola sin fuerza con Doritos rancios que te servía tu colega cuando ibas a su casa. “Blood of the Nations” (2010) es un grandísimo álbum, pero los discos que vinieron a continuación marcan una clara línea descendente, “Stalingrad” (2012) es notable, “Blind Rage” (2014), aunque menor, sigue siendo un cohete y, a partir de ahí, entramos en ese terreno en el que nos movemos actualmente en la discografía de los alemanes; fiables y aceptables, pero rozando la fina línea entre el aprobado holgado y el metal más genérico. “The Rise Of Chaos” (2017) anunciaba ese inicio de mediocridad que continuaron con “Too Mean To Die” (2021) y ahora “Humanoid” (2024), discos con buenos momentos, pero también otros francamente vergonzosos, demostrando que Accept siguen siendo esa maquinaria bien engrasada que demuestran en sus directos, pero tampoco parecen capaces de grabar un buen álbum en su conjunto.
Otro punto que hay que destacar en “Humanoid” (2024) es algo que ya señalé en mis anteriores críticas y que a mucha gente le sirvió para atacarme y son las ridículas letras que está escribiendo Hoffman, hay tanta poca variedad en sus palabras y los temas que trata. Cuando lo escribí, al fan medio de Accept no le gustó e intentó rebatirlo (todos hispanohablantes, es importante resaltarlo, y ese público que no se molesta en mirar los libretos de los discos o buscar las letras en la web) hasta que apareció el mismísimo Peter Baltes diciendo lo propio. Y es que escuchar “Humanoid” (2024), a pesar del buen sonido (obra del todopoderoso Andy Sneap, que quede claro, toda una garantía) da un poco de vergüenza ajena por los temas tan manidos que tratan y la forma tan infantil en que lo hacen, “Diving Into Sin” sirve para recordarnos que estamos en casa de los teutones y, aunque parece un medio tiempo, pronto se convierte y toma cuerpo, hasta el más que obvio single “Humanoid”, Lulis y Motnik están magníficos, como el propio Hoffmann, por no mencionar el toque más cercano al hard que le imprime Tornillo. En cuanto al sonido, es tan clásico como para gustar a los seguidores de primera y última hornada, todo lo contrario a “Frankenstein”, repleta de tópicos, como si hubiesen abierto un bote procedente de los ochenta y oliese a canción rancia. Por no hablar de que a Tornillo se le siente forzadísimo en un tono tan alto donde chirria, como el perfume a testosterona -para mal- que exuda “Man Up”. Todo lo contrario que “The Reckoning”, el claro ejemplo de que la fórmula de Accept puede funcionar tanto como ellos quieran, riffs cortantes y poderosa base rítmica, con un estribillo a la altura.
“Nobody Gets Out Alive” toma tanto de AC/DC que resulta imposible escucharla sin recordar a los australianos (como también ocurre con “Straight Up Jack”), pero también se sienten cómodos y da gusto escuchar a Accept en semejante estado de forma. Sin embargo, “Ravages Of Time” es una balada que rompe demasiado la recta final del álbum, algo que intentan arreglar con “Unbreakable” o la discretita “Mind Games”, y ese final con sabor a los clásicos Accept con “Southside Of Hell”. Para que me entiendas, “Humanoid” es un disco que mantiene el nivel y justifica que se lancen de nuevo a la carretera (donde estaré de nuevo esperándolos), pero marca esa línea descendente que antes explicaba. Estoy seguro de que Accept podrían grabar de nuevo algo a la altura de “Blood of the Nations” (2010), pero parecen haber puesto la directa y preferir publicar un disco cada tres años para salir de gira, que sentarse a escribir algo que reciba la nota de sobresaliente. El dinero está en las giras, los discos ya casi nadie los escucha y los que lo hacen se conforman con que suenen.
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