Presente, aquí estoy, fui uno de aquellos que elogió “Firepower” (2018), cuando todavía muchos no se atrevían a escribirlo, como su disco más inspirado desde “Painkiller” (1990) y no exageraba, pude verlos en aquella gira hasta en tres ocasiones y repetiría sin ninguna duda, “Firepower” (2018) es un álbum soberbio en el que no hay puntos muertos, la genialidad no decae en ningún momento pero, siendo sincero, cuando su gira acabó no terminaba de gustarme que Faulkner asegurase que las canciones de su nuevo álbum fuesen más extensas, tampoco el que Halford se aventurase a decir que sería un disco muy distinto, con diferentes colores y gusto por el progresivo pero tras más de diez escuchas, puedo asegurar que “Invincible Shield” (2024) es casi un sobresaliente, algo totalmente inaudito para una banda que ha firmado su decimonoveno disco con una salud creativa envidiable y, más aún, porque soy de los que sufrí los noventa e incluso su “Angel Of Retribution” (2005), tras el subidón de contar de nuevo con Rob, se mostraba como un disco menos lustroso de lo que en apariencia prometía, por no hablar del horroroso “Nostradamus” (2008) y el flojito “Redeemer Of Souls” (2014), que parecía algo mucho mejor tras aquel conceptual.
Con Halford alcanzado sus estratosféricos agudos, Tipton en el estudio, Hill y Travis, además del incombustible Faulkner (que se ha ganado la simpatía tras años de duro trabajo, además de ser un guitarrista extremadamente dotado) y, por supuesto, la ayuda de Andy Sneap tras los mandos del estudio, Judas Priest lo han vuelto a hacer y, a veces pienso, que si no fuese el maldito tiempo el que juega en su contra a consta del paso de los años, si fuese por ellos, tendríamos otros veinte o treinta años a un nivel envidiable. Puede parecer una estupidez lo que acabo de escribir, pero, piénsalo, los Judas actuales no luchan contra el aburrimiento, no se duermen en los laureles, no graban discos en serie, no se han acomodado y acusan la falta de inspiración, todo lo contrario, han grabado dos discos a un maravilloso nivel que los sitúa, de nuevo, a la cabeza.
El comienzo con “Panic Attack” ya evidencia esto que escribo, su comienzo evoca a los setenta y el rock progresivo, las guitarras tardan en entrar tras la introducción, poco a poco construyen la tensión, más de un minuto, y es Travis el que marca el paso a las sirenas, con Halford sonando como si tuviese treinta años menos, con su característico tono. Si no me falla la memoria, creo haber visto a Judas unas once veces en directo y recuerdo que su gira Epitaph me causó mucha impresión, fui testigo de cómo subían a Halford sobre su mítica moto, también cómo lo ayudaban a bajar y pensé que era el final de la banda, pero me equivocaba, porque lo escucho en “Panic Attack” (además de haberlo visto varias veces en los últimos años, sobre el escenario y en persona) y lo siento en forma, a pesar del paso del jodido tiempo. Los solos de la canción son una auténtica locura, nos llevan a sus lomos, como caballos enfurecidos, a toda velocidad, y es así como suena "The Serpent and the King", con Halford estrangulando sus cuerdas vocales y, de nuevo, las guitarras a toda velocidad, sobre el acelerado tempo de Hill y Travis, rompiendo únicamente en el estribillo, de manera pegadiza, como si tuviesen prisa por llevarnos a “Invincible Shield” y su épica, como si Halford dijese: “Si os ha gustado lo que ha sonado hasta ahora, esperad a escuchar lo que os tenemos reservado”, una auténtica avalancha de licks entre riff y riff, como si les sobrase esa inspiración que antes mencionaba, con un puente auténticamente brutal antes de los estribillos. “Devil In Disguise” es un medio tiempo inspiradísimo, como hacía tiempo que Judas no firmaban, como “Gates Of Hell” y su sonido de clásico atemporal, capaz de erizar el vello de cualquier amante de la música, mientras que “Crown of Horns” es puro AOR y se clava con la misma fuerza en tu memoria, que en tu pecho una canción como “As God Is My Witness”, con Judas Priest sonando como sólo ellos saben.
“Trial By Fire” dota de un poquito de oscuridad al reluciente escudo que Judas han forjado y aporta un poquito de melodrama en las melodías, hasta ese estribillo rabioso con el que remata Halford, como "Escape From Reality" demuestra que pueden sonar más actuales que muchos de sus contemporáneos, aunque lastre la recta final, como "Sons Of Thunder" les hace pisar el turbo con mucho groove y Faulkner enloquecido, hasta el magnífico riff de “Giants In The Sky”, a modo de muro para firmar una de las canciones con más fuerza de “Invincible Shield” y un final gigantesco, nunca mejor dicho, pero perfecto, con Halford dejándose la garganta, para este nuevo álbum (por no mencionar una de las canciones extra que acompañan la edición de lujo, “Fight of Your Life", que cualquier otra banda habría publicado como single o esa otra joya que es “Vicious Cycle”). Cuesta no emocionarse con semejante esfuerzo de Judas Priest, una banda cuyo núcleo duro lo forman cuatro músicos septuagenarios capaces de sentar auténtica cátedra de excelencia musical con su arte. Así es, no le des más vueltas, Judas Priest son enormes.
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