Escribir en esta humilde web tiene sus placeres culpables y uno de ellos es aquel de descolocar y defraudar a todo aquel que te conoce porque se espera a un vikingo bebiendo de su cuerno o, por el contrario, aquellos que no entienden cómo no te ha gustado un álbum que ellos creen mejor de lo que es y, durante la siguiente media hora, pretenden probar tus conocimientos para validar tu criterio o no. Y eso es lo que me ha ocurrido en varias ocasiones con el anterior álbum de Caligula’s Horse, "Rise Radiant" (2020), y el baño que le di en su momento. ¿Era un mal disco? No, pero no era lo que esperábamos de los australianos y recuerdo claramente que auguré que el próximo trabajo, seguramente, tendría abundancia de guitarras para callar a esas voces que, ya desde su publicación, no terminaban de ver con buenos ojos aquel. ¿Y qué es lo que ha ocurrido? Pues que “Charcoal Grace” (2024) posee las guitarras que le faltaban al anterior y, a pesar de ese comienzo de “The World Breathes With Me”, nos trae a Sam Vallen con más presencia que en el anterior, siendo él mismo el productor, como siempre. ¿Coincidencia? ¿Cómo es posible que “Rise Radiant” (2020) fuese tan notable nada más publicarse y ahora muchos renieguen de él? No seamos extremistas, ni aquel era tan malo, ni este “Charcoal Grace” (2024) tan maravilloso, es más, ambos discos comparten defectos similares y es la poca originalidad en la composición, la misma repetición de trucos y ases en la manga, el aparente poco trabajo sobre el papel de una banda con tantísimo talento como para dar un golpe sobre la mesa pero que, sin embargo, parecen incapaces o no creen necesitarlo pero, si somos sinceros, desde Leprous a Haken, Caligula’s Horse parecen una banda menor en su propia liga y, si quisiera ser mucho más cruel, podría afirmar sin ninguna duda que Tesseract les han comido la tostada.
“Golem” tiene el groove y la guitarra de Sam es magnífica, quizá con demasiado artificio, no se siente al servicio de la canción sino tan sólo el deseo de adornar, de llamar la atención, mientras que “The Stormchaser”, por ejemplo, posee el estribillo que el resto de canciones necesita, como “Sails” que parece reducida a una coda tras las cuatro e innecesrias partes de “Charcoal Grace I, II, III, IV: Prey, A W orld Without, Vigil y Give Me Hell”, un esfuerzo que parece no llevar a ningún sitio pero que ocupa veinticinco minutos del disco y desde la inicial “Prey” con Jim sonando como Maynard Keenan en la repetición obsesiva del mantra, la larguísima “A World Without” que tarda en eclosionar y cuando lo hace es de una sensiblería capaz de matar a un hipoglucémico, la aburridísima “Vigil” (de nuevo por Keenan) y su segunda parte “Give Me Hell” logran que la parte central del álbum se convierta en un escollo cuando debería haber sido al contrario. ¿Era necesario hacer esta suite partida en cuatro partes? ¿Resulta original? ¿Era tan sobresaliente como para tener que dedicarle más de una veintena de minutos? ¿Tendría sentido que tocaran una única parte en directo? Sin duda, todas esas respuestas las tendrán Caligula’s Horse o quizá no y eso es lo que me asusta porque llevo sin sentir nada especial por su música desde "In Contact" (2017). Por no hablar de “Mute” en la que sí son capaces de pintar con todos los colores de la banda pero, de nuevo, la duración juega en su contra.
Me gusta el disco y lo que creo que han intentado, pero también creo que se han equivocado y, tal y como escribí en “Rise Radiant” (2020), no puedo perdonar que una banda con tanto potencial parezca no acertar con el disco definitivo que les aúpe y continúe la senda trazada con “The Tide, the Thief And River's End" (2013), “Bloom” (2015) y el mencionado “In Contact” (2017). Estoy seguro de que muchos no entenderán la nota y tampoco esta crítica pero, créeme, ser un buen seguidor de una banda no es tragarte todo y convencer al resto de lo que no es. Cuando tu banda lo puede hacer mejor, se dice y punto.
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