Crecí siendo un adolescente en los noventa y es por eso que, para mí, Peter Gabriel era el de “Us” (1992), "un artista clásico de los ochenta" (erróneamente, pero sí en cuanto a popularidad y repercusión, aunque su carrera se extienda a través de varias décadas), que poco tenía que ver con aquella época porque, sin quererlo, estaba a la vanguardia. Gabriel tenía más que ver con Bowie que con Collins, pero a diferencia de lo ocurrido con aquel, este siempre tenía un toque mucho más “arty”, Peter Gabriel no podía competir con el camaleón, pero es que tampoco le hacía falta, jugaba en su propia liga. Sin embargo, más tarde, recuerdo perfectamente cómo disfruté de “Up” (2002), escuché aquel disco en bucle durante dos años, no quiero decir que no escuchase otra música -porque nada más alejado de la realidad- pero “Up” era un lugar plácido en el que refugiarme, tenía de todo; melodías pop, crítica social en los albores de la popularidad artificial de Internet, magníficas armonías vocales, piano y también el atrevimiento del rock industrial, ¿qué más podía pedir cuando iba en tren a la facultad, protegiéndome del mundo?
“Up” era y es soberbio pero, tras él, los años volvían a alargarse y, aunque tuve la suerte de ver a Gabriel en directo (y que estampase su firma en mi primera y flamante edición del vinilo “Peter Gabriel” de 1977, sí el famoso y vulgarmente conocido como ‘el del coche’), mi sensación era la de que uno de mis vocalistas, artistas y letristas favoritos estaba retirado y se dedicaría a proyectos como el de musicalizar su repertorio con una orquesta o colaborar con aquel “Scratch My Back” (2010) y su continuación, “New Blood” (2011), con otros artistas. Placentero, pero insuficiente para un artista de su talla. Genesis son importantes para mí, como para muchísimos mortales, pero es que los discos con Gabriel son de otro mundo, de otra realidad, el material grabado en aquellos años es capaz de dejar en ridículo al de miles de artistas, es puro arte. ¿Debería conformarme con que aquel que había alcanzado la gloria siendo un chaval y después conquistaría el mundo, se desvaneciese poco a poco? Parecía que sí, hasta la publicación de “i/o” (2023) producido por él mismo en sus propios Real Word Studios (animo a cualquier lector a que busque imágenes de semejante lugar y la impresionante imagen de un río corriendo bajo el suelo acristalado de Gabriel) y media docena más, desde Londres a Upsala, Bolonia y Johannesburgo, con la ayuda de Richard Russell y otro de esos genios visionarios, nada más y nada menos que Brian Eno. ¿Qué podría salir de semejante trío, con el talento fluyendo libre?
Pues un disco como “i/o” (2023), un álbum que ha sido el trabajo de casi tres décadas y que tenía que ser la continuación de “Up” (2002), al que retrasaron las diferentes colaboraciones y proyectos de Gabriel, además de cuidar la salud de su esposa, Meabh Flynn, gravemente enferma, es sin dudarlo un regreso por la puerta grande. Dividido en dos mezclas o perspectivas, “Bright-Side Mix” y “Dark-Side Mix”, dos enfoques de canciones estrenadas con cada fase lunar (de ahí el nombre del álbum, “input/output”); uno más brillante y otro más sobrio, centrado en un sonido más oscuro y con enfoque en los medios, además de un elenco de músicos como el gran Tony Levin al bajo, David Rhodes y Manu Katché y Ged Lynch en la sección rítmica, sección de metales, cuerdas y, claro, Brian Eno en los sintetizadores y arreglos de diferentes canciones, el resultado es espectacular, para escuchar con calma y detalle, no apresurarse en juicios o escuchas casuales y accidentales. “i/o” (2023) requiere su espacio, pero no porque sea difícil, sino porque es un plato auténticamente gourmet.
“Panopticom”, con la ayuda vocal de Ríoghnach Connolly, es una maravilla en sus arreglos y sintetizadores, además de poseer un estribillo a la altura del Gabriel de los ochenta y lograr que el reencuentro con una de las mejores voces de la historia sea plenamente efectivo, trayéndonos tantos recuerdos que es imposible dejar de escucharla. Como el resto del álbum, algo de lo que no volveré a escribir para no lastrar esta reseña, es un placer buscar las diferencias entre la versión luminosa y la oscura, comprobar el puente o el estribillo, notar la ausencia de brillo en las guitarras y encontrarnos con esas versiones más opacas, como es innegable el placer de semejante bajo con Levin como responsable, “i/o” (2023) suena espectacular. “The Court” recuerda a la grabado en “Up” (2002), con una melodía mucho más juguetona que “Panopticom”, con una sección rítmica mucho más funk y el sabio uso de los sintetizadores y cómo dejan de marcar el ritmo para, súbitamente, acompañar a los arreglos, sobresaliente. Es esa misma sensación de diversión que acompaña a “Road To Joy” y la ayuda de Eno, la maravilla de escuchar a Levin con Katché mientras Eno hace de las suyas, habiendo espacio incluso para su propio ukelele, a medio camino entre el mencionado funk, la world music y esos aderezos electrónicos que tanto enriquecen el trabajo de Gabriel y, por supuesto, sus dosis de existencialismo en las letras.
La fúnebre “Playing For Time” con el piano de Tom Cawley, pronto muta a una esperanzadora melodía, capaz de conmover al corazón más desalmado, como el estallido luminoso de la propia “i/o” (2023), canción por la que mataría Chris Martin y su insufrible y artificial estallido de colores, en la que la voz de Gabriel toma protagonismo junto al coro sudafricano, Soweto Gospel Choir, como si todos los elementos de la carrera de Gabriel cobrasen su sentido en este álbum y uno entendiese la importancia de cada uno de esos ingredientes. La minimalista "Four Kinds of Horses" se beneficia de la ayuda de Eno, pero también de John Metcalfe, logrando una tensión basada en la sobrecarga de la atmósfera y los pequeños arreglos que ayudan a crear ese crescendo en el que parece que todo va a estallar, hasta esas dos gotas de luz que son la balada “So Much” y la salid definitiva con “Olive Tree” y esas trompetas, capaz de despertarte de la tranquilidad anterior. “Love Can Heal”, estrenada en directo en 2016, durante la anterior gira, es un homenaje a la política británica asesinada, Jo Cox.
La que podría haber sido la colaboración de Gabriel con Skrillex resulta en “This Is Home”, mucho más sutil que lo que podría haber resultado, con un inicio genial apoyado en las palmas, y la preciosa melodía con Gabriel evocando todo aquello en lo que se apoya él como ser humano, el acompañamiento del coro de voces sueco Orphei Drängar y los arreglos de Metcalfe, para cerrar “i/o” (2023) con “And Still” (dedicada a sus padres) y la esperanzadora “Live And Let Live” (con sabor a “People Get Ready”), con Nelson Mandela y Desmond Tutu sobrevolando en su mente. Un estupendo final para un disco en el que oscilaremos siempre entre el optimismo y la mirada más radiante frente a la oscuridad del mundo. Un disco sublime, quizá no una obra maestra porque es imposible establecer comparaciones en una carrera absolutamente brillante, pero que deja un excelente sabor de boca y trae de regreso a un genio como es Peter Gabriel.
© 2024 Jota Jimenez