Mira que siento parecer un llorón con Wilco pero, si echo la vista hacia atrás, desde que pude verlos, por primera vez, sobre un escenario hace ya veinte años, me han dado únicamente alegrías e incluso en los momentos más bajos, siempre ha sido agradable volver a ellos. Recuerdo como si fuese ayer cuando crítica y público pusieron a parir un discazo como “Sky Blue Sky” (2007), hoy saludado como una de sus grandes obras, cuando se sintieron defraudados con “Wilco” (2009) o también se ensañaron con “The Whole Love” (2011) y, a partir de ahí, es como si Tweedy y los suyos se hubiesen olvidado de su público y hubiesen centrado, única y exclusivamente, en hacer la música que les apetece. Así, publicaron “Star Wars” (2015), que ganaba en directo, el también injustamente olvidado “Schmilco” (2016) y el luminoso, aunque tanto que era difuso, “Ode To Joy” (2019), en una especie de corte de manga a un público que sigue esperando las canciones más conocidas, más fáciles. “Cruel Country” (2022) me ilusionó tanto como su gira pero, a la hora de la verdad (como me ocurrió con “Ode To Joy”) tras semanas de escucha (a pesar de haberme sentido lo suficientemente halagado tras recibir el promo, en estos tiempos que corren), no sentí las ganas suficientes como para escribir hasta “Cousin” (2023), el disco que nos ocupa y ante el que tuve la mala baba de pensar que serían descartes de “Cruel Country” (2022), sintiendo un cansancio prematuro ante sus posibles canciones. No me malinterpretes, querido lector, sé que tú tampoco sientes lo mismo por las composiciones de “Cruel Country” (2022), “Ode To Joy” (2019) o “Schmilco” (2016) que cuando suena, por ejemplo, “Hell is Chrome” o “Passenger Side” y está bien, es normal.
Pero, sin embargo, algo ocurre con “Cousin” (2023). No descarto tampoco que algunas de sus canciones sean borradores de “Cruel Country” (2022) pero quizá porque, por primera vez en tiempo, han trabajado con una productora ajena a la banda, como es Cate Le Bon, o que ha sido grabado con Wilco interpretando sus canciones juntos en el estudio, reduciendo la grabación individual de las pistas a lo mínimo (excepto los solos de Nels, que siempre necesitará su propio espacio y así está bien), esbozos creados por Tweedy, el orden de las canciones, el sonido o, simplemente, las musas, que “Cousin” (2023) suena especialmente agraciado; plácido, cálido, gustoso y con unas composiciones que perduran en tu memoria. Como si Wilco hubiesen querido dar un hipotético golpe sobre la mesa y decidido volver a tomar el control de lo que graban en el estudio, llevando la genialidad del directo a este, y no sintiéndose como una banda que acude a grabar como justificación, de manera apresurada y sólo como excusa, coo si ocurre con los precipitados “Star Wars” (2015) o “Schmilco” (2016).
“Infinite Surprise” es, paradójicamente, toda una sorpresa; la forma en la que se construye la melodía, la calma con la que se resuelve y Cline haciendo de las suyas en segundo plano, en contraste con la melancolía de “Ten Dead” y la forma en que las guitarras hilvanan el buscado descenso anímico, hasta la ligereza de “Leeve”, tres ases con los que arrancar un álbum, como hacía años que no sentía con Wilco; una forma de desperezarse a golpe de genialidad, hasta el evidente single que es “Evicted” (aunque su guitarra me recuerde a la melodía de "Heavy Metal Drummer"), conteniendo un estribillo irresistible. "Sunlight Ends" y su batería electrónica, así como el juego obsesivo del delay logran que se sitúe como otros de los grandes aciertos de un álbum en el que los aciertos se cuentan por decenas (tratamientos de guitarras, líneas de bajo, steels, teclados) como ocurre con la acústica de "A Bowl and a Pudding", evocando a Nick Drake, la propia “Cousin” o el contrapunto de la sombría pero bellísima "Pittsburgh", aristas del mismo prisma que puede ser la música de Wilco; como cuando suena “Soldier Child” o la accesible “Meant To Be” para concluir su mejor álbum desde “The Whole Love” (2011), dejando con ganas de volver a darle una vuelta, de volver a escucharlo, de volver a sentir sus canciones y, por primera vez en mucho tiempo, hacerlas tuyas.
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