Nunca sabré si Napalm Death son demasiado grandes para una sala como es la Copérnico que, sin duda alguna, se quedó demasiado pequeña o las ganas de ver a los de Meriden, tras cinco años de ausencia, fue lo que logró que la sensación de calor se intensificase en una noche invernal en la que Shane Embury, Barney Greenway, Danny Herrera y John Cooke trajeron grindcore de primer nivel con su habitual simpatía. Pero, aún así, me corregiré a mí mismo; Napalm Death son muy grandes, toda una leyenda que, sin embargo, dejan salas de mayor aforo a medio llenar y se crecen, como es debido, en salas más pequeñas, más cercanas a su naturaleza efervescente, social y casi punk. Seguramente, una sala de mayor aforo (como ocurrió en La Riviera, durante la gira Deathcrusher con, nada más y nada menos, que Carcass) se les habría quedado demasiado grande y una como es la sala Copérnico, demasiado pequeña pero, al margen de esta apreciación, Napalm Death han estado, sencilla y llanamente, gloriosos; como si no hubiesen pasado los años por ellos y estuviésemos asistiendo a la gira de una banda que acaba de publicar "From Enslavement to Obliteration" (1988) o "Harmony Corruption" (1990). Y es que Napalm Death, además de estar abrazando un dulce presente con un disco como "Throes of Joy in the Jaws of Defeatism" (2020) y una carrera en la que no hay un solo álbum que baje del notable, en directo están gozando de una segunda juventud.
Unos minutos antes de la hora fijada, como si las ganas que se sentían el ambiente les hubiesen contagiado, Napalm Death tomaban el pequeño escenario de la sala para arrancar con canciones como “Narcissus” o “Backlash Just Because” hasta la presentación de “Contagion” y su apropiado estribillo, tan pegadizo y melódico. Barney está más en forma que en pasadas giras, se le siente pletórico mientras se lo pasa en grande sobre las tablas, presenta las canciones en español e inglés, bromea con las primeras filas pero nada se le escapa, como al también legendario Shane, siempre mirando por el rabillo del ojo mientras golpea su bajo: “Invigoration Clutch”, “Unchallenged Hate” y retrocedemos hasta finales de los ochenta para escuchar “Scum” o “Suffer The Children” de "Harmony Corruption" (1990), “Amoral” es la clara muestra de ese buen momento creativo de la banda, como la broma que sigue siendo “You Suffer” cuando es escupida y Barney bromea con que es toda una prueba para nuestra atención.
Por el camino, Danny golpea los parches con rigurosa maestría, presentan “Don’t Need It” de Bad Brains, como la primera versión de una noche que tendría su continuación con la ya clásica “Nazi Punks Fuck Off” de Dead kennedys, sin olvidar canciones propias como “Breed To Breathe”, “The Infiltraitor” y ese latigazo que es “Smash a Single Digit”, con la ayuda de John en la guitarra, de su "Apex Predator – Easy Meat" (2015), para concluir el concierto con “Deceiver”, “Dead” y la acojonante “Siege Of Power”. Se encienden las luces, los músicos se resisten a abandonar el escenario, se sienten arropados y en la sala no cabe ni un alma más; una pista sudorosa, caras de felicidad y la sensación de que acabamos de presenciar un concierto sobresaliente, tan breve como contundente en sus dos decenas de canciones en apenas hora y media. No sé si será el mejor concierto de Napalm Death que he tenido el gusto de presenciar, pero se le parece y da gusto encontrarse con ellos, siempre más vivos que nunca y con un mensaje que, sin haber cambiado, cada día es más y más relevante.
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