Que levante la mano aquel que, al leer la noticia sobre el regreso de Sadus, no sintió un escalofrío recorriéndole la espalda. Aquellos que firmaron discos como “Illusions” (1988), el maravilloso “Swallowed In Black” (1990) o “A Vision Of Misery” (1992) regresaban de la tumba tras “Out For Blood” (2006), ¿cómo no sentirse excitado tras diecisiete años de sequía y la posibilidad de revivir las emociones sentidas cuando desplegábamos las páginas centrales de las revistas de metal de nuestro país con pósters plegados en mil y un dobleces, además de la sección de contactos y cartas de los lectores? ¡Ese era mi momentito y seguro que también el tuyo! Sin embargo, por mi cabeza pasaba la posibilidad de que los californianos grabasen obras como “Elements Of Anger” (1997) o “Out For Blood” (2006), grabaciones correctas, pero no a la altura de la triada inicial. Además, ¿qué posibilidades habría de volver a verlos girando? Intenté calmarme y no pecar de entusiasta, pero tampoco de agorero, ceñirme a lo que “The Shadow Inside” podría aportarme. Y es que Sadus o, lo que es lo mismo, el dúo formado por Darren Travis y Jon Allen, conservan la magia, cualquiera que escuche este nuevo álbum y no busque más allá de lo inmediato; del riff cortante como una motosierra, del doble bombo y la también afilada voz de Travis, no podrá sentirse decepcionado: si lo que buscas es caña, es lo que tendrás. Otra cosa es que Sadus vayan a sorprenderte o escuches un disco en el que se note un impresionante trabajo compositivo, porque eso es justo lo que no encontrarás. “The Shadow Inside”, producido por Juan Urteaga (quien también aporta su voz en “Anarchy”) suena potente y actual, sin perder el toque old-school de la banda, pero es completamente decepcionante cuando no tiene nada que ver con sus maravilloso pasado de finales de los ochenta y primeros de los noventa pero sí mucho que ver con “Elements Of Anger” (1997) o “Out For Blood” (2006), con los que traza una clarísima línea descendente.
“First Blood” es un comienzo prometedor, pero no arrollador, completamente genérica y con un solo absolutamente prescindible pero quizá lo peor de todo es su unión con “Scorched And Burnt” y esa sensación que quieren transmitir, sin éxito, en una canción con groove -pero no demasiado- y poco resultona, ralentizada y aburridota en sus cuatro minutos y medio, logrando lo que parece una remontada con “It’s the Sickness” y “Ride The Knife”, siendo esta última mucho más representativa de que lo que son en directo o una vez fueron en estudio, aunque a medio gas: la introducción es demasiado lenta y, cuando despega, sí coge el vuelvo y Sadus parecen haber vuelto de la tumba, con Jon Allen dando lo mejor de sí tras los parches, como “Anarchy”, quizá una de las mejores de todo “The Shadow Inside”, o “Devil In Me”, otra muestra de que Sadus no tienen que recurrir siempre al trote cochinero del thrash (pero tampoco caer en el ejercicio de “Scorched And Burnt”) y cuando se acelera no pierde un ápice de intensidad. Pero los problemas continúan con “Pain” y la sensación de haber puesto la directa, con una canción que parece una improvisación y un solo de auténtico chiste, los dos minutos injustificables del interludio que es “New Beginnings” y su enlace con “The Shadow Inside”, rebajando el impacto de, por ejemplo, “No Peace”, los últimos cinco minutos de genialidad en el álbum.
“The Shadow Inside” me resulta decepcionante cuando me encuentro con que, después de meses y habiendo esperado a que el vinilo llegase a mi casa, no tengo apenas ganas de volver a escucharlo o no con el mismo entusiasmo de cuando escucho “Swallowed In Black” (1990). No es que Sadus funcionen mucho mejor en el recuerdo de mis días adolescentes, es que aquellos discos siguen funcionando a la perfección y este último que nos ocupa es, simplemente, uno más que poco o nada tiene que ver con aquello.
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