No hay que ponerse apocalíptico y espetar el consabido, ¿necesitamos un disco de los Stones a estas alturas? Tampoco melodramático, ¡sin Charlie Watts no es posible! Como tampoco displicente, tan adolescente, como para hacer creer que un disco de Jagger, Richards y Wood no sacudirá, aunque sea por un segundo, a todo el globo, porque así ha sido. Como tampoco purista y asegurar que no estará a la altura de "Let It Bleed" (1969), "Sticky FIngers" (1971), "Exile On Main St." (1972) porque es una obviedad que roza lo pueril y soy de los que piensan que las grandes obras maestras no lo son únicamente por ser la cima creativa de sus autores sino que es algo mucho más complejo de explicar y son la mezcla de muchos ingredientes; como el contexto personal, social y colectivo, hijos de una época, socio-cultural y político-económica; por lo que un disco como “Beggars Banquet” (1968) o, por ejemplo, “Pet Sounds” (1966), actualmente, no causarían un terremoto mayor que el último revolcón de Rauw Alejandro o el particular y chabacano, carente de calidad, “Blood On The Tracks” de Shakira y su despechito. Espero que, de esta manera, el lector entienda por dónde voy. ¿Necesitamos un disco de los Rolling en pleno 2023? Pues mira, puede que tú no, pero yo sí y cuando pincho “Hackney Diamonds” no estoy queriendo revivir nada, no me siento anquilosado en el pasado, ni pretendo creerme que estos octogenarios tienen veinte años, porque no, y han firmado el disco de sus vidas, porque nada de eso hace falta. Se trata de un sentimiento, aquellos que ignoran a los Rolling, seguirán haciéndolo pese a todo, y esos que los amamos, sentiremos que todo encaja y nuestro día es más bonito mientras suenan sus nuevas canciones. ¡No está Charlie Watts! Tampoco tu perro, ni tu abuela, ni tu mujer o marido, quizá perdiste a tus padres o a tu mejor amigo, quizá lo dejaste con tu novia y esta se llevó a tus gatos o tu chico es un cabrón, sea el duelo que sea; la vida sigue y es una putada y muy injusto, pedirles a Jagger, Richards y Wood que se queden en casa, que no salgan a festejar su nuevo álbum, que no hagan promoción, que no giren y no disfruten de una historia como ninguna otra en el mundo de la música; la de la única banda, por el momento, que ha publicado discos con material nuevo durante siete décadas; conozco a gente que ha pasado por este mundo y, cuando llegaron, los Stones ya estaban aquí, se han ido y ellos siguen grabando.
Es cierto que “Hackney Diamonds” es el primer disco sin Charlie, es jodido, pero es así. También es cierto que no harán historia con ese nuevo álbum y, sin embargo, es histórico por todo lo que lo rodea. Como también que quizá, desde “Tattoo You” (1981) no les salía uno tan redondo, no los estoy comparando, pero así lo siento porque, por el camino, se quedan “Steel Wheels” (1989), uno de mis favoritos pese a sus defectos, “Voodoo Lounge” (1994), o “Bridges To Babylon” (1997) porque de “A Bigger Bang” (2005) ni hablamos y “Blue And Lonesome” (2016), aunque regreso muy a menudo a él (además de tenerlo firmado por Keith), no puedo considerarlo un disco como tal de los Stones.
Don Was y Andrew Watt, y una pila de invitados que logran lo imposible cuando no tienes la sensación de escuchar un horrible disco coral sino uno de la banda en la que los músicos invitados pasan de puntillas y siempre al servicio de la canción. “Angry” no te cambiará la vida, pero es un buen single, con un video resultón, y un excelente trabajo en las guitarras, es una “Start Me Up” con menos gancho, uno de esos sencillos que los Stones llevan firmando dos décadas, es verdad que hay poco riesgo pero Jagger lo borda y el juego de Wood y Richards es de lo mejor de la canción. “Get Close” es perfecta en segundo lugar, me encanta el fuzz del riff, el saxo de James King y lo pegadizo del estribillo, como la ternura de “Depending On You”, guitarra acústica y piano, el clásico número tres de todo disco, el valle que siempre recomienda Nick Hornby si quieres ordenar correctamente las canciones, antes de la sucia "Bite My Head Off" con Paul McCartney o "Whole Wide World" que contiene una de las mejores melodías del álbum, a pesar de lo aséptico de la producción, demasiado pulida, poco cruda para lo que debería, algo que repercute en un estribillo tan pop.
Nada que no sea posible perdonarles cuando la sombra de Gram Parsons merodea sobre el slide de "Dreamy skies", como Charlie Watts toca la batería en “Mess It Up”, suponiendo la última grabación con sus amigos… ¡Y menuda grabación! El estribillo suena más funky, casi disco, y la percusión hace que funcione la fusión, como ese espectacular número que es “Live By The Sword” con Bill Wyman (has leído bien), Don Was y el piano de Elton John dándole profundidad y diversión. "Driving Me Too Hard" te recordará a “Tumbling Dice”, con la pluma de Richards y Jagger compartiendo papel, además de su magnífico juego a dos voces con Keith haciendo el contrapunto tras Mick. Además, “Hackney Diamonds” posee el clásico regalo de Keith, "Tell Me Straight", ideal para tomar un descanso, servirte una copa y escucharle cantar sobre una de sus clásicas baladas, sencillamente genial.
"Sweet Sounds of Heaven" es el número final, con el inconfundible sonido de los Rolling, siete minutos de pura clase, con la ayuda de Lady Gaga, alcanzando el clímax en su unión con Mick y, de nuevo, como contrapunto, la oscuridad; Keith nos devuelve a ella con el clásico de Muddy Waters que es “Rolling Stone Blues” y Mick luciéndose, saliéndose de su registro habitual, armónica en mano hasta que sientes cómo se consume el cigarrillo de Richards y “Hackney Diamonds” ha llegado al final, con tanta clase como comenzó, sin traicionar a sus orígenes, sin engañar a nadie, como debería de ser siempre. Larga vida a los Rolling, he dicho. Te gusten o no, sé como ellos, ponte el mundo por montera y vive, mañana podría ser tu último día, muerde esa manzana.
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