Qué triste resulta vivir los tiempos que nos toca respirar y ser testigo de cómo es imposible pensar diferente, simplemente opinar, algo que escape a la corriente generalista, en esta sociedad afectada y mojigata en la cual los oprimidos siguen estándolo, los marginales siguen siéndolo y las diferencias se siguen acrecentando (en educación, salud, economía, allá donde mires) pero existe esa falsa sensación de seguridad por la cual, la gran masa y siempre en público, se ha convertido en jueces de sí mismos, logrando lo imposible; si no piensas igual, serás cancelado. En este caso ha ocurrido con CJ Mcmahon de Thy Art Is Murder y sus comentarios tránsfobos. ¿Comulgo con ellos? ¿Estoy de acuerdo en algo de lo que Tom Araya pueda opinar de inmigración o el partido republicano y Trump? ¿Debo asentir con lo que aquellos que graban, escriben o pintan opinan? ¿Es lo mismo pensar que hacer? Por supuesto que no, nada de eso, no se trata del tan temible “si piensas como ellos, mereces lo que ellos” porque eso suena más temible en nuestras bocas que en las de los supuestos “malos”, pero me gustaría seguir creyendo en la madurez y la libertad de elección; de poder escuchar lo que me de la real gana y dejar de escucharlo, asistir o no a un evento, dejar o no de leer a un determinado autor si sus ideas me resultan reprochables, en lugar de exigir o aumentar la presión para que cancelen a, en este caso, a un artista. Somos nosotros los que tenemos que decidir qué y cómo lo hacemos, no forzar o condenar al ostracismo, cancelar o llevar a la hoguera. Si aquellos que nos consideramos que estamos en el lado correcto, terminamos actuando como aquellos a los que detestamos, seremos peor que ellos.
McMahon se entera de que ya no forma parte de Thy Art Is Murder al mismo tiempo que nosotros, sus seguidores, y la banda anuncia que, para colmo, han eliminado sus pistas en el álbum que nos ocupa, “Godlike”. ¿Cómo puedo sentirme si la entrada que guardo en mi bolsillo desde hace meses o el disco que he comprado en preventa no incluye al vocalista que quiero escuchar? ¿Qué puedo pensar de una banda que argumenta que no ha sido únicamente por los comentarios tránsfobos sino por otras circunstancias que hacían insoportable la presencia de McMahon en Thy Art, pero no tiene la decencia de informar al propio vocalista antes de borrar las pistas o anunciar su despido? ¿Qué podemos pensar de una banda con cinco discos y una carrera de más de una década que toma decisiones guiada por los comentarios en redes sociales de aquellos que hoy les siguen y mañana no? ¿Y si dentro de cinco años descubrimos que el nuevo vocalista, del que todavía no han soltado prenda, pero ya muchos presuponen quién puede ser, es un auténtico hijoputa, van a borrar sus pistas también? ¿Acaso no vale la disculpa de McMahon? Joder, qué perfectos deben ser el resto en su propia conciencia como para erigirse en jueces.
Pues esto, amigos míos, es lo que Thy Art han conseguido con “Godlike”, que todo el mundo hable de McMahon y no del disco, que muchos se cuestionen si es o no CJ. Que yo mismo acuda al promo digital que recibí hace semanas y lo compare con lo que suena en Spotify, que todo el mundo rece porque la preventa del vinilo ya prensado incluya a CJ por una cuestión de que quieren la obra tal y como la parió la banda y no un nuevo vocalista que cante su pista como si de un karaoke se tratase, a dos semanas y media de que la banda pase por nuestro país y nos haga comulgar con ruedas de molino. “Godlike” es un buen disco que se ve empañado por esta polémica, “Destroyer Of Dreams” es brutalísima, con las guitarras de Marsh y Delander sonando gruesas sobre el martillo pilón de Beahler, hasta la introducción de “Blood Thrown” -que es muy similar a la anterior- y eleva el trabajo de Beahler a la enésima potencia, sonando aún más gruesa, con más músculo que la anterior, mucho más grave y con un trabajo magnífico en las guitarras, como las ya conocidas “Join Me In Armageddon” o “Keres”, dos ejemplos estupendos de cómo Thy Art se aferran a su estilo y, sabedores de lo que queremos, graban dos canciones de puro deathcore. “Everything Unwanted” es brillante en la introducción hasta el doble bombo de Beahler en el que la canción parece tensarse y gana dramatismo con los arreglos. El riff inicial de “Lessons In Pain” con el breakdown y la letra en que nos instan a suplicar por nuestra salvación, nos sumerge en un terreno auténticamente maligno y violento, cuando la guitarra juega con los agudos y alterna con un riff mucho más grave, como “Corrosion” parece electrocutarnos y “Anathema” aumenta la presión con el doble bombo, despidiéndonos con un medio tiempo como “Bermuda”, más que apropiado para abandonar el disco con una sensación mucho más sombría aún.
Por el camino, aún más dudas, ¿quién se calzará las botas de CJ? ¿Regresará el polémico pero carismático vocalista? ¿Esa misma gente que pide su cancelación, será la que luego llene la misma sala cuando vengan As I Lay Dying, se reirán de Mina Caputo, llamarán rancios a Kiss o acudirán en masa al concierto de Mötley Crüe? Sin duda, son tiempos complicados, cuando un descuartizador es tratado como un guapo y bronceado surfista ajeno a lo que hacía, las víctimas son poco menos que culpables por llevar minifalda y se nos amenaza con la más absoluta de las censuras, simplemente, por disentir. Seguiremos informando, pero todo pinta mal y no tiene visos de arreglarse.
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