Pocas bandas conozco a las que la pausa impuesta por la pandemia parezca haberles sentado tan bien. Pero es que, Tesseract, llegaron a esta de la mejor forma posible, tras haber publicado un disco tan notable como “Sonder” (2018) y haberlo presentado, con lo que han tenido tres años de pausa para componer, ensayar y meterse en el estudio para grabar “War Of Being” (2023), en definitiva, lo que pocas bandas hacen cuando no invierten tiempo en escribir o se creen que con tocar en directo lo de siempre, no hay necesidad de invertir tiempo en el estudio para probar nuevas ideas, explorar, hablar de la dirección y llegar, lo más afinados posibles, al estudio en el que ya sí grabar lo que está más que digerido. Sin embargo, a Tesseract les ha ocurrido lo contrario y es que, a tenor de lo que escuchamos en “War Of Being”, da toda la sensación de que han trabajado y llegado al estudio con los deberes hechos; no sólo no han parado de girar sino de componer y eso, quieras o no, se nota y marca la diferencia frente al resto. Además, se atreven con un disco conceptual en el que, lejos de los mismos rollos de siempre que otros artistas se empeñan en musicalizar (¿alguien se acuerda de aquel auténtico bodrio de historia de “The Astonishing”, 2016, que Dream Theater se sacó de la manga y empeñaron en grabar, alargando un disco cuyos cimientos no daban más de sí?) cuentan las historia de dos personajes (Ex, Ei, si no me equivoco) cuyos temores les hacen plantearse su propia existencia, mientras huyen de su tierra, siendo Tesseract tan hábiles como para, a través de sus versos, tocar temas tan universales como ese miedo que nos paraliza y no nos deja avanzar. En “War Of Being” no hay grandes ni rocambolescas historias sujetas con pinzas, sino la guerra diaria de cada uno de nosotros por, simplemente, abrir los ojos y debatirnos en nuestra existencia y su lucha diaria.
Para colmo, Tesseract parecen estar en la auténtica cima de su carrera en cuanto a lo musical; la voz de Daniel es una verdadera joya, repleta de versatilidad, por la que puede cantar de manera más agresiva e incluso gutural, pero también rasgada o con dulzura, cuando la canción lo requiere, conservando su bonito tono, mientras que Amos y Jay forman una musculosa base rítmica capaz del djent más sincopado pero también del metal progresivo más convencional pero potente o incluso la fusión, caso aparte es el de James o Acle, dos guitarristas cuya mano aparece cuando debe pero que, dependiendo de la canción, suenan de una manera u otra (dos ejemplos, “Natural Disaster” o “Legion”). Así que cuando Tesseract arrancan con “Natural Disaster”, a uno no le extraña en absoluto que “War Of Being” tenga quizá uno de los comienzos más salvajes de los británicos y cómo nos rompen la cintura con su bonita melodía, Daniel está pletórico mientras que la banda parece rozar cotas épicas nunca antes alcanzadas, cuando lo que plantea “Natural Disaster” es un auténtico viaje contenido en seis minutos, para el que el oyente ha de poner toda su atención si quiere disfrutar de semejante bocado gourmet. “Echoes” es mucho más accesible, más melódica, con una grandísima línea de bajo de Amos, demostrando el sonido clásico de la banda, pero renovado, más fresco y actual que nunca, Daniel se balancea entre el golpe de efecto y el falsete, repleto de lirismo, para emplear el diálogo entre la cuchilla de su garganta y su voz más melódica en la djenty “The Grey”, quizá la más fácil para sus seguidores más veteranos.
“Legion” es una de mis favoritas gracias a las guitarras de Acle y James, mientras que Daniel hace una auténtica exhibición de su rango vocal, llevando el dramatismo de la canción hasta el nudo de esta, cuando se sincopa y requiere un fraseo completamente diferente. “Tender” nos da algo de respiro, pero resulta emocionante y no es posible relegarla al papel de interludio, ya que es una de las más bonitas del disco en el minimalismo de su acompañamiento y cómo estalla en el último minuto, pero también es cierto que la canción que da título al álbum, “War Of Being”, es un auténtico monstruo de once minutos en el que la banda construye, poco a poco, una canción repleta de tensión pero también momentos de introspección para los que hay que estar, sí o sí, atentos. “Sirens” posee varias capas y, muy al estilo de “Tender”, nos muestra a unos Tesseract más nocturnos y menos exagerados en su requiebre, sorprendiéndonos precisamente por eso, por su capacidad para mantener el interés en una canción que se une con la electrónica de “Burden”, en la que la que importa es el sabroso groove de Amos y Jay, hasta la final “Sacrifice” y la euforia de unos músicos que parecen saber que lo han logrado y, como si de un directo se tratase, despliegan todo su virtuosismo en los diez minutos restantes.
Tesseract han logrado un disco técnicamente perfecto, sin hacer ruido y trabajando, adelantándose a su propio futuro, sin prometer sino viviendo el presente, grabando “War Of Being” han despegado respecto al resto. Uno de los grandes discos del año, sin duda alguna.
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