El primer disco de Baroness en el que se alejan de la tendencia tan rígida de bautizar cromáticamente cada nuevo lanzamiento, nos da la razón a todos aquellos que criticamos negativamente “Gold And Grey” (2019) por su horrible sonido, su falta de ideas y grandes canciones, ya que la banda de John Baizley parece haber escuchado a sus seguidores y haber cambiado la producción, aún a sabiendas de que John -seguramente, en su frágil dignidad de artista herido- recurra a la incomprensión y piense que no tenemos ni idea de nada, no sabemos lo que queremos y no entendemos el supuestamente flamante sonido de “Gold And Grey” (2019), pero la banda ha claudicado y cambiado, por lo que la escucha de “Stone” (2023) no se convierte en una experiencia traumática como sí ocurría con el anterior. Pero, ¿quiere decir que este nuevo álbum sea sobresaliente a pesar de ser el primero en presentar una formación estable en la última década, tras la incorporación de Gina Gleason? No, nada de eso. Pero vayamos poco a poco y entendamos lo que pretendo transmitir cuando digo que me considero una persona abierta de mente, que hace uso con gusto de toda la tecnología posible que le rodea para facilitarle la vida e incluso mucho más allá. Pero, jamás de los jamases, nunca entenderé que una banda -un colectivo humano con la música como nexo de unión- utilice la videoconferencia para discutir o debatir sobre algo tan orgánico, tan vivo como la música, en lugar de sudar la guitarra en el local de ensayo, de cortarse las yemas de los dedos con las cuerdas sobre el diapasón y eso es lo que ha ocurrido con “Stone” (2023) de Baroness, un disco que es, claramente, de transición cuando su naturaleza es totalmente rupturista pero que picotea de aquí y de allá sin marcar una dirección clara, con canciones no tan inspiradas como aquellas de “Purple” (2015), un disco que me encanta a pesar de no contener las ideas de “Red Album” (2007) o “Blue Record” (2009), pero con el que todos deberíamos contentarnos con la eterna comparación con “Gold And Grey” (2019) y el aprobado. “Stone” (2023) parece un disco demasiado cerebral (no por complejo) pero si por lo obtuso del resultado cuando se siente completamente maquinado y pensado, pero uno no siente la excitación de antaño, basta escuchar “Anodyne” para sentir el cansancio de una banda que parece muera en vida o bostezar con lo pretencioso de “Choir” y sus impostadas voces narradas y efectos; no me asusta porque no la entienda, que lo hago, es que me aburre soberanamente.
Hay buenos momentos, esos en los que la engañifa casi nos convence, como cuando Baroness se visten con camisa de cuadros de franela y juegan a ser más Americana que Wilco, para estallar con “Last Word” y su trepidante riff. ¡Han vuelto!, exclamé loco de excitación para, segundos después, caer en mi propio error cuando llegaba al puente y, a excepción de las dobles voces, la canción no conseguía atraparme. Con todo, “Last Word” es quizá el mejor comienzo desde “Purple” (2015), aunque eso sea decir poco pero no sea culpa mía, sino de ellos. Como “Beneath The Rose” también resulta prometedora en sus primeros compases con Thomson haciéndonos creer que estamos escuchando a Opeth o King Crimson, la guitarra dibuja el riff principal y Gina le acompaña pero, a pesar de su pulso nervioso, la sensación es de estar escuchando una canción flojera de primeros de los noventa del sello Sub Pop, con ese narrado de John, a lo que no ayuda la continuación en la citada “Choir”, logrando que la sensación de reflujo sea insoportable, alargando innecesariamente el experimento. Baroness vuelve a jugar a calzarse las botas de los de Chicago en lo que podríamos catalogar como el absurdo mestizaje entre Baizley/Tweedy, Wilconess o Baronwilco, pero “The Dirge” suena así, como “Anodyne”, a pesar del músculo es la hermana pequeña de “Beneath The Rose” y no aporta nada al álbum.
Tomando la senda de los Opeth más lúgubres, “Shine” me parece brillante por su cambio de ritmo, como “Magnolia” es quizá de las mejores de la recta final, gracias a ese pulso entre Thomson y Jost con las guitarras de Gina y Baizley, mientras que “Under The Wheel” parece un descarte, puro relleno, hasta que Wilconess vuelvan a hacer aparición con la final “Bloom”, una auténtica pena. Los auténticos fundamentalistas de Baroness clamarán por la exótica belleza de “Stone” (2023), defenderán sus rarezas y la nueva dirección que está tomando la banda cuando lo que muchos sentimos es que tras “Yellow And Green” (2012) las cosas comenzaron a torcerse y el espíritu de su música ha comenzado a diluirse, siendo inversamente proporcional a su popularidad. ¡Qué exagerado, qué dramático! Lo que quieras, pero esta vez no pasaré por caja y, por cierto, ya que estamos; la portada tampoco alcanza la brillantez de entregas anteriores, algo pasa y no eres mejor fan por obviarlo.
© 2023 Conde Draco