Carece de importancia el serpenteante retorno de Nita Strauss, la colaboración con Kane Roberts o el paso de Morello por un disco que no hará historia por sí mismo, salvo por lo excepcional del hecho de atestiguar la mera existencia de Alice Cooper en pleno 2023 y su total relevancia, no sólo culturalmente, sino por lo notable de este “Road” (2023), una continuación lógica a “Detroit Stories” (2021), cuyo número de canciones lastraba en su nota final, algo que se siente en “Road” (2023), aunque más directo y de nuevo centrado en el hard, Cooper funciona mucho mejor cuando es directo y va al grano, cuando graba discos en los que todas sus canciones funcionan y no hay relleno alguno. “Road” vuelve a ser un disco en el que Furnier se rodea de colegas, pero, al contrario que en otras ocasiones, esto no pasa factura al álbum y posee más coherencia que otras entregas en las que podía sentirse como un pastiche de apariciones. “Road”, de nuevo con Bob Ezrin, quiere mostrar la calidad de la banda que lo acompaña en directo y, salpimentando con anécdotas de la carretera las canciones, Kee Marcello, Tom Morello, Kane Roberts, Wayne Kramer, la hija pródiga de Nita Strauss o el mismísimo Pete Townshend hacen su aparición para añadir con humildad y no erigirse como protagonistas.
“I’m Alice” conserva todos los elementos que amamos en él, pero añade ese toque fronterizo, la sensación polvorienta de estar en la carretera, y resumir en apenas tres minutos lo que es él mismo, pero también su actual banda, perfecta para el directo, igual que “Welcome To The Show”, con muchísima más actitud y lucir de ese sentimiento tan stoniano en “All Over The World” y unas guitarras robadas a Richards y Wood, añadiendo, para colmo, esos coros tan típicos y metales, dando un resultado magnífico. "Dead Don't Dance" es el experimento perfecto para saber cómo sonaría Zakk Wylde con Alice, en lugar de Ozzy, el responsable es Kane Roberts y es más que interesante, sintiendo mucho el regreso de Strauss, ya que habría sido excitante ver por qué derroteros tiraría la música de Cooper en directo de nuevo con Roberts y ese tono tan grueso y con armónicos. "Go Away" es más de lo mismo, quizá la menos llamativa de todo el conjunto, pero tan funcional en sus tintes hardrockeros que será "White Line Frankenstein", con Tom Morello, la que nos despierta en “Road” y, por suerte, el guitarrista de Rage Against The Machine se siente más contenido en su habitual histrionismo y la canción gana enteros.
“Big Boots” es una maravilla gracias al piano y la alternancia con sus guitarras, como la divertida "Rules of the Road" con Wayne Kramer, o la ochentera "The Big Goodbye". Sin embargo, “Road”, parece perder algo de vuelo (como ocurre con “Detroit Stories”) y aunque la melancólica "Baby Please Don't Go" resuena espléndida, “100 More Miles” no termina de arreglar la recta final de un álbum que se cierra, de nuevo, de manera simpática con “Magic Bus” y Townshend. ¿Quiere decir todo esto que estamos ante un mal álbum de Cooper? ¡De ninguna manera! Alice posee más mojo, sentimiento e inspiración que músicos más jóvenes, incapaz de grabar un mal disco. “Road” no es la necesidad de un artista septuagenario para subirse a un escenario, es el testimonio de un auténtico genio que, como Dylan, sigue enfrascado en una gira eterna y cuya inspiración y amor por la música no le ha abandonado jamás.
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