Nadie podrá acusarme de no ser objetivo con Foo Fighters, por lo menos, en mis propios términos; les he valorado cuando así lo he sentido y, por el contrario, he sido el más crítico cuando así también lo he entendido. Ni peco de esnob, por aquello de haber estado antes, ni de complaciente cuando Grohl ha publicado más de lo mismo o sus compañeros de filas han hecho lo propio y ni me he molestado en reseñar semejantes trabajos cuando no lo han merecido y he creído ver tan sólo la relevancia en su relación con la banda. ¡Qué le vamos a hacer! Tampoco voy a invertir más tiempo en volcar ríos de tinta sobre mi relación con una banda que conozco de primera mano, para demostrar al lector más casual que sé de lo que hablo y buscar la aprobación de este para sentirme legitimado y poder escribir que un álbum es bueno o malo, cada cual que escuche en su casa lo que quiera y aquel que lo deseé puede buscar en esta web las pistas de mi relación con Foo Fighters desde 1995 y, anterior a aquello, el impacto de Cobain en nuestras adolescentes mentes. Soy consciente de que por un motivo de años, para mucha gente, Foo Fighters son una referencia y Nirvana tan sólo el origen, cuando a mí me ocurre lo contrario; Foo Fighters son una nota a pie de página de Nirvana, una formación que sonaba fresca hasta “The Colour and the Shape” (1997) y, posteriormente, con mayor o menor acierto en cada disco, han ido perdiendo esa frescura para querer convertirse en la gran banda americana que nunca estuvieron destinados a ser. Por otro lado, también siento que todo aquello que escribía de Grohl hace más de diez y quince años ha terminado por cumplirse cuando el personaje ha devorado al músico y resulta del todo imposible criticar su cargantísima actitud sin que alguien te justifique su música por lo bien que le cae o lo majo que es, como si esto fuese suficiente para soportar el envite de la crítica a discos mediocres y proyectos que nunca terminaron de cuajar.
Por otro lado, han sido años duros para Grohl, la pérdida de su madre y de su compañero de filas, Taylor Hawkins, es una desgracia; pero a nivel humano, no musical. Me explico, vi debutar en directo a Hawkins durante la gira europea de "The Colour and the Shape" (1997) y me parecía que tenía pegada, siempre fue carismático y la química con Grohl era evidente, pero no podía ver los multitudinarios homenajes en los diferentes estadios, repletos de estrellas como Brian Johnson, Lars Ulrich, Roger Waters o Queen (entre muchos otros, no voy a recitar la lista de invitados como si de una receta de tratase) y sentirme fuera de lugar, como si estuviésemos despidiendo a Freddie Mercury o a Keith Moon. Lo que me llevó a pensar que el acto pornográfico de Grohl llorando y la megalómana despedida habrían abrumado al propio Taylor y, por supuesto, que aquello no era más que el paso necesario para que Grohl siguiese siendo Grohl, una forma de pagar el peaje emocional necesario para que el gran público acepte que Foo Fighters seguirán, falte quien falte; Mendel, Smear, Shiflett o Rami.
Así, Foo Fighters publican su enésimo disco, “But Here We Are” (2023), el primero sin Hawkins, con Grohl tocando la batería y la incorporación del más que respetado Josh Freese (que también conocí en persona durante la gira de "Thirtheenth Step" de A Perfect Circle, cuando me lo encontré en plena calle junto a Jeordie White de Marlyn Manson, y he disfrutado de su saber hacer en directo con diferentes formaciones), que espero que cuaje porque técnicamente es bastante superior a cualquiera que se haya sentado tras los parches en Foo Fighters, para grabar un disco que, paradójicamente, es lo mejor que pueden haber grabado desde “Wasting Light” (2011) y no se trata de un error; por el camino se quedan “One By One” (2002) o “In Your Honor” (2005), como “Echoes, Silence, Patience And Grace” (2007) y, por supuesto, “Sonic Highways” (2011), “Concrete And Gold” (2017) y el flojísimo “Medicine At Midnight” (2021).
Foo Fighters no inventan la rueda en “But Here We Are” (2023), pero se alejan de los experimentos de “Concrete And Gold” (2017) y “Medicine At Midnight” (2021) o aquellos discos anteriores los cuales poseían los singles, pero en conjunto perdían puntos cuando se escuchaban del tirón. “But Here We Are” (2023) son cinco músicos tocando, lejos de la necesidad de innovar, recuperando la inmediatez de sus mejores años; no hay grandísimas canciones o singles en potencia, pero el resultado global es mucho más equilibrado y logra que escuches el disco de un tirón. Desde la inicial “Rescued” y la evocación de “Times Like These”, además de la sempiterna sensación que acompaña a todo el disco cuando la sombra de Taylor es más que evidente en sus canciones, mientras que otras como “Under You” y “Hearing Voices” son quizá lo más flojo de todo el conjunto; no son malas, pero sí autocomplacientes, sonando a todo lo grabado anteriormente, como ocurre con la canción que da nombre al disco, totalmente inofensiva, aún con una buena base rítmica, con Mendel acompañando a Grohl. Tres medios tiempos sin riesgo, pero funcionales.
“The Glass” rompe esa tónica y el disco coge vuelo, la voz de Grohl suena plena sobre la acústica, la nostalgia mccartniana es evidente y sirve para que “But Here We Are” tome otra dimensión, a excepción de “Nothing At All”; “Show Me How” nos descubre una canción cercana al dreampop con la ayuda de la hija de Grohl, Violet, mientras que “Beyond Me” es lo mejor que han grabado en años, dando la sensación de que en este disco, las composiciones ganan cuando Grohl se olvida de querer sonar como Foo Fighters y el crescendo emociona, igual que los diez minutos de "The Teacher" poseen las guitarras de “Hüsker Dü” y logran que la banda suene como hace casi treinta años que no sonaba (has leído bien), convirtiéndose en una de mis favoritas y un esfuerzo del todo encomiable por parte de Grohl, para cerrar con una coda como “Rest” que comienza de manera acústica para llenarse de estática con el fuzz, estupenda por su significado pero inapreciable en comparación con “Beyond Me” o “The Teacher”, canciones que quizá no sean singles como “Everlong” o “My Hero”, pero muestran un estupendo estado de salud.
A partir de aquí, tan sólo queda seguir escuchando; Foo Fighters seguirán con el plan de ruta, Grohl en mil proyectos y la banda sin sobresaltos; grabando discos que mantengan su estatus pero aporten poco en lo musical o sorprendiéndonos, de vez en cuando, con uno como el que nos ocupa. “But Here We Are” aguanta las escuchas y posee canciones infinitamente superiores, pero quizá menos radiables, que los anteriores. Algo verdaderamente sorprendente a estas alturas.
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