Cada vez que me he sentado a escribir la crítica de “Memento Mori”, me ha invadido una profundísima pereza o quizá debería matizar, ser sincero conmigo mismo, y aceptar que he sentido no estar a la altura para valorar un disco de estas características por muchos motivos. Sentía que no podía escribir una crítica como las que he leído, en apenas diez líneas, recitando los nombres de aquellos involucrados, como si de una receta se tratase, también porque -a excepción de algunos momentos- tampoco me ha parecido gran cosa el esperado nuevo álbum de una banda que me ha acompañado desde mi adolescencia y, salvo algunas canciones, el resto apenas dejan poso (claro que lo harán si lo comparamos con esfuerzos anteriores, pero eso no es suficiente). Porque me sentía pequeño escribiendo sobre Andy Fletcher (Fletch, para todos nosotros) y creer que sé o puedo llegar a sentir lo que han pasado sus seres queridos, Martin y David, por ejemplo. Y en una manera más intelectual, menos emocional, porque sentía que el título del álbum, “Memento Mori”, es quizá uno de los peores nombres con los que bautizar un álbum (ya está bien la vulgarización de una expresión que hemos visto en canciones, discos, tatuajes, camisetas, tazas, carcasas, joyería y baratijas similares) y me daba muchísimo reparo escribir, como he leído a algunos (algo que me tengo prohibido pero que, en esta ocasión, me ha sorprendido sin que pudiese evitarlo), diferentes elucubraciones sobre su significado y lo que ellos creen -previo paso por Wikipedia- que significa para meterlo con calzador en la relación de Dave y Martin con la muerte, la vida, el envejecimiento y la pérdida de su amigo, como teorizar si este será el último álbum y gira de los británicos, como si pudiesen ver el futuro en una bola de cristal; algo que únicamente sabrán ellos y el paso del tiempo, imagino...
Es, por tanto, que “Memento Mori” se me resistía, lo escuchaba y volvía a escuchar, creía extraer grandes conclusiones y sentir ganas de sentarme para teclear, pero nada, me veía sin fuerzas de plasmar lo vivido con un álbum de Gore compuesto a la limón con Richard Butler (The Psychedelic Furs), Marta Salogni, Christian Eigner y James Ford (productor, pero también compositor en la final “Speak To Me”) y Gahan únicamente en “Wagging Tongue”, algo que no hay que tener demasiado en cuenta cuando en los mejores años de la banda, Gore se las bastaba a solas para haber firmado las mejores canciones de la banda. Otro punto que me gustaría abordar es la voz de Dave; creo que si vuelvo a leer una sola línea en la que se confunda su voz con su aspecto y su forma física, o se insinúe que para su edad, su voz no ha envejecido y canta como en sus mejores años, voy a romper el cedé de “Memento Mori” y cortarme las venas con sus afilados restos. No es posible ser tan jodidamente inútil como para escribir la crítica de un disco y recurrir a semejante basura; Dave Gahan siempre ha cantado bien -con mayor o menor potencia- y lo que hay que destacar de su voz no es si al imbécil del crítico le recuerda a “Black Celebration”, como única vara para medir, sino la capacidad de Gahan para conmover, para llevarte a su narración y resolver aquello a lo que supuestamente no puede llegar -y muchos aseguran apreciar, no me lo creo- gracias a su enorme cantidad de recursos, además de lo bonito de su textura, del matiz de su garganta.
Por lo tanto, desde el aspecto formal, “Memento Mori” cumple, la producción suena estupenda y los músicos -los sospechosos habituales- han sido capaces de lograr la sensación de estar escuchando a los Depeche Mode más clásicos pero expandiendo el sonido gracias a la infinidad de arreglos que pueblan las canciones y no me estoy refiriendo a los suaves riffs de Gore o los detalles a piano sino a esos sintetizadores que, a veces, recuerdan a aquellos más corrosivos de los noventa, acercando más a Depeche al envoltorio industrial de aquella época. Como, por ejemplo, “My Cosmos Is Mine” en la que esas texturas recuerdan a la opresiva “Macro” pero pronto la canción se tensa con sus arreglos y la sensación de omnipresencia de Gahan cuando canta sobre la guitarra de Gore. Una canción cuya mejor baza es que no necesita desenlace, no hay clímax porque este es la tensión que construyen y, precisamente, que no haya estallido es lo que transmite esa intranquilidad por la que sentimos a Dave aún más grande. “Wagging Tongue” contiene una de las mejores melodías del disco y su calma es perfecta para hacer de puente al sencillo que es “Ghosts Again”. Es verdad que en las primeras escuchas no la sentí con la fuerza necesaria para cargar sobre sus hombros la responsabilidad de ser la bandera, la presentación, del primer álbum tras la muerte de Fletch, pero una escucha atenta desvela un magnífico trabajo de Gore en el fraseo del sintetizador, las dobles voces tras Dave y un ritmo delicioso que parece irse creciendo según avanzan sus versos. “Don’t Say You Love Me” nos trae una composición elegante y con aires de crooner a cargo de Gore y Buttler que le sienta como un guante a la voz de Dave y Depeche despliegan unos arreglos magníficos (a medio camino entre unos de cuerda enlatadas y ese puntito electrónico de aires retro) que engrandecen la canción, algo similar a lo que ocurre con “My Favourite Stranger”, pero elevado al cubo, pudiendo haber formado parte de la segunda cara del “Music For The Masses” (1987) y alargarán con la balada “Soul With Me”, sonando Gore más a Scott Walker que a sí mismo, reclamando para sí mismo una de las canciones más delicadas y liberadoras en el estribillo de un álbum que, aunque se siente gourmet, debería haber sido algo más parecido a un monstruo, ese que prometían con “My Cosmos Is Mine”.
“Caroline’s Monkey” podría haber estado incluida en “Exciter” (2001) y con eso queda casi todo dicho; me gusta muchísimo su sintetizador pero no termina de despegar y tampoco es de las mejores melodías del álbum con un Gahan que se siente demasiado seguro y ni siquiera el toque soul de su estribillo puede apaciguar la sensación de que estamos entrando en la segunda parte del álbum, siendo “Before We Drown” aquella que vuelva a introducirnos en “Memento Mori”, de nuevo, gracias a sus arreglos, y la inmediata “People Are Good” con tanta ironía como un sintetizador vertebrador el cual únicamente necesite del envoltorio chirriante de los noventa y una procesadísima base, además de su magnífico puente, para reconducir una recta final en la cual “Always You” es una de las más bonitas y su estribillo quizá el mejor del álbum en la inflexión de Gahan y cómo Gore se une en la repetición de este como un mantra, igual que con “Never Let Me Go” siento que han perdido la oportunidad de algo mucho más grande aunque posee una guitarra que haría las delicias de Reznor y “Speak To Me” quizá la atmosfera más emocional de “Memento Mori”, un magnífico número final para echar el telón.
Un disco infinitamente superior a “Spirit” (2017), “Delta Machine” (2013) y “Sounds of the Universe” (2009), aunque no contenga alguna canción tan inmediata como alguna de aquellos pero que, en mi modesta opinión, queda muy lejos de “Playing the Angel” (2005) y, por supuesto, “Ultra” (1997) -excluyamos la parte más clásica, por intocable- pero que nos devuelve a Depeche Mode, hora convertidos en dúo, y puede servir tanto como punto de inflexión, como final, dependiendo de lo que ellos sientan, pero que demuestra la infinita capacidad para reinventarse y componer, para seguir siendo relevantes sin quererlo, para seguir avanzando en esta increíble historia que es la vida y continuar siendo parte de nuestra banda sonora.
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