Hay, de verdad, muy pocas bandas que sigan resultando fiel a sí mismas, publiquen discos de calidad con treinta años a sus espaldas, evolucionen sin traicionar su estilo y resulten creíbles según van cumpliendo años. Es decir, es muy jodido nacer en la escena noruega de los noventa y no parecer un chiste treinta años después, lograr que tu música crezca contigo y tus seguidores acudan a tus conciertos, lejos del esperpento, deseando escuchar lo que tienes que decir, olvidándose de los clásicos. Y con Enslaved, esto es lo que ocurre, tras "Utgard" (2020) -disco que disfruté enormemente, pero la pandemia impidió que hiciese lo propio en directo- y, aunque esperaba que los noruegos siguiesen presentando el mismo nivel, no podía siquiera imaginarme un disco como “Heimdal”. Para que el lector se haga a la idea; imagínate a los Enslaved más oscuros y blackmetaleros, mezclados con los más épicos y progresivos; porque las canciones de “Heimdal” se componen de varias progresiones, conectadas entre sí de manera natural, siendo canciones de una media que sobrepasa los seis minutos y en las que Grutle gruñe rasgadísimo sobre los blast beats de Iver mientras que el teclado de Håkon Vinje resuena setentero, uniendo la mezcla de Bjørnson e Isdal. Enslaved demuestran estar a un altísimo nivel compositivo, totalmente increíble para una banda que parece no fallar una sola vez y que incluso en los momentos en los que han sido más criticados, han dejado muy atrás y ver por el retrovisor a otros artistas coetáneos suyos.
Es inevitable no escuchar los remazos de “Behind The Mirror” y no pensar en “Signs Of Life” de Pink Floyd, sólo que en la pista de Enslaved suena enorme drakkar hasta que entra la banda, más contundente que nunca, más indómita que jamás había sonado en los últimos años; hay melodía, pero también el rugido de Grutle y ese magnífico teclado de Vinje hasta los coros, además de la alternancia de voces. Con todo, no será hasta “Congelia” que sentiremos como si el tiempo no hubiese pasado, Sandøy golpeando como si no hubiese un mañanda y las afiladísimas guitarras secundando a las voces La introducción acústica de “Forest Dweller” es engañosa, el sintetizador evoca a los Floyd, pero también a Hawkind, mientras que Enslaved no se conforman con pintar una bella melodía sino que pronto vuelven a desbocarse y es Vinje el que la envía de viaje, sin condensador de fluzo de por medio, a los setenta, convirtiendo la propuesta de Enslaved en algo completamente atemporal, volviéndose aún más correosos y agresivos tras el puente.
“Kingdom” es un torbellino, grueso y repleto de grano, con el sintetizador dominando la mezcla y la voz rotísima, hasta los más de siete minutos de “The Eternal Sea” en la que logran una melodía repleta de épica y el bajo de Grutle nos guía con pesadez a través del desarrollo y una vez más Vinje haciendo de las suyas, pocas veces había sentido semejante dosis de genialidad en un álbum de Enslaved y estoy hablando de una de mis bandas favoritas, esa a la que recurro cuando quiero música que no me falle y, al mismo tiempo, me llegue. "Caravans to the Outer Worlds" es otro crescendo en el que Enslaved saben llevarnos con maestría y cambiar de compas a los dos minutos de arrancar, mientras la guitarra parece enloquecer y dibujar un nervioso riff con aires de trémolo, hasta la suite que es la propia “Heimdal” en la que la voz se transforma en un siniestro croar y Enslaved bajan de tempo para, en el minuto cuatro, cambiar por completo y, a coro, firmar un brillante final para un álbum de siete canciones, perfectamente equilibrado; bien compuesto y mejor interpretado.
Nunca había tenido la menor duda de que Enslaved son una de las mejores bandas de los noventa y mantenían un dignísimo nivel, pero esto es algo muy diferente; los noruegos están a un nivel estratosférico y con "Heimdal" (2023) han firmado un disco que mira de frente a sus discos más clásicos. Menuda barbaridad de álbum…
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