Esta es la crítica que nunca nadie querría escribir y, menos aún, cuando se trata de una banda que tanto me había ilusionado. Bolt Thrower me encantaban y me apenó tanto su fin como para seguir con interés la nueva aventura de Karl Willets. ¡Y menudo comienzo! "For the Fallen" (2017) fue un grandísimo álbum que presagiaba una nueva y fértil carrera, repleta de grandes momentos. “The Silent Vigil” (2018) mantenía alta la nota y, pese a no poseer las canciones del primero, nos hacía creer que había futuro para la formación de Willets, algo que confirmó “Requiem For Mankind” (2019) pero que, por desgracia, se diluía con “To The End” (2021), dando la sensación de que Memoriam jugaban al despiste y, tras un buen disco, publicaban uno de menos peso, quizá el ritmo impuesto y las giras no favorecían el hecho de que a Willets no le visitasen las musas con la misma frecuencia que en Bolt Thrower, pero lo que no termino de entender es que un disco firmado por él, Healy, Fairfax y Smith pueda sonar tan plano y poco excitante. Ya no es una cuestión de inspiración o ligereza en la composición, tampoco de talento porque el de los cuatro está más que demostrado, sino de que en las canciones de “Rise To Power” no se siente la misma excitación que en "For the Fallen" (2017), ya no escucho ese death metal pedestre, como una enorme piedra que nos pasaba por encima (la misma sensación de cuando escucho a Asphyx, por ejemplo), o estar escuchando amargas historias bélicas pintadas por Beksiński, porque cuando escucho “Rise To Power”, tengo que aguantar planísimos desarrollos como los de “I Am the Enemy” en la que sus cinco minutos se hacen eternos y un auténtico suplicio escuchar más de una vez, tras la primera decepción.
“Never Forget, Never Again (6 Million Dead)” es el ejemplo perfecto de todo lo que me gustaba de Memoriam, de lo que espero cuando escucho uno de sus discos, de esos medios tiempos repletos de groove tan propios de Bolt Thrower, pero son más de seis minutos y se hacen eternos tras los primeros puñetazos. “Total War” se siente en bucle, con una banda que ha puesto la directa y parece rota, como en “I Am The Enemy” o “The Conflict Is Within”, transmitiendo tan poca excitación como frescura. ¿Qué ha pasado con la banda? Escucho “The Conflict Is Within” y no puedo dejar de sentir que la batería de Smith parece la de un peón de obra golpeando una enorme plancha metálica. El comienzo de “Annihilation’s Dawn” debería ser auténticamente épico, pero no lo consigue y ni siquiera cuando Memoriam se encabronan consiguen que nosotros, como oyentes, les sigamos el juego. “All Is Lost” es tan previsible y fácil que bien podría ser un descarte de discos anteriores, mientras Willets parece cantar sobre una monotonísima base, hasta lo siete innecesarios minutos de “The Pain”.
A veces, tengo la sensación de que cuanta más música escucho, menos entiendo, cuando me cruzo con casos como este. Memoriam siempre vivirán a la sombra de Bolt Thrower, pero sus integrantes poseen el talento suficiente como para poder corregir algo así, sin embargo, no puedo escuchar “Rise To Power” y no bostezar, mirar la duración de las canciones y desear pinchar “The IV Crusade” (1992). Desconozco que nos deparará el futuro de Memoriam, pero están firmando una carrera auténticamente irregular y zigzagueante, indigna de su historia.
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