Quizá, lo mejor de “The Forest Sessions” sea ese suspiro de Jonathan Hultén, al comienzo de “Wasteland”, por el que parece tomar todo el aire del mundo y expulsarlo, segundos antes de que el órgano de la canción comience de manera etérea, inundándonos con su grácil tono, la voz es magnífica, como una mezcla entre Anohni y Jónsi, y el músico parece levantar el vuelo y sentirse libre lejos de Tribulation. Pero esa sensación atemporal desaparece súbitamente con “Leaving”, no se trata del mensaje de la canción, sino del tono acústico y la constatación de que Jonathan no es un ser eterno y andrógino que haya viajado durante eones hasta llegar a nosotros sino, simplemente, el fascinante guitarrista de Tribulation. Y es en este punto en el que mi gusto se encuentra en la disyuntiva de recordar quién es o valorarle por el esfuerzo actual.
Parto de la base de que "Chants From Another Place" (2020) no me convenció y de que le echo de mucho de menos en los últimos conciertos que he visto de Tribulation, de que siento que ambas partes se han resentido y, aunque Hultén se haya sentido como un pájaro enjaulado en los últimos años, ahora que puede volar, su aventura no me resulta tan excitante como debiera; lo que no significa que no posea la calidad suficiente que ya se podía vislumbrar en Tribulation o aquel "The Dark Night of the Soul" (2017), que Jonathan se mueve con gusto en la ambigüedad de diferentes estilos y su gusto estético es soberbio pero, como seguidor, como uno más de esos muchos que han vibrado "Strange Gateways Beckon" o "Nightbound", me cuesta engancharme a este “The Forest Sessions” porque no aporta nada nuevo a aquellas canciones que ya registró en “Chants From Another Place” (2020) o esas otras con las que aliña la mezcla y, a excepción de la mencionada “Wasteland”, el resto sólo varían apenas en ese trino de pájaros o la sensación, la ensoñación, de querer hacernos creer que están grabadas en el bucólico bosque de trasgos que parece querer insinuar Hultén.
Las versiones de “Where Devils Weep” o “The Call To Adventure” pierden en la interpretación, a medio camino entre el madrigal y el indie más acústico, como si Hultén se quitase todo el maquillaje y el encanto, a veces medieval del anterior, sufriese en detrimento de la interpretación. Por otro lado, sería muy hipócrita insinuar que el guitarrista nos ha mentido, “The Forest Sessions” es un divertimento agradable, como si Xasthur y Elliott Smith se hubiesen fusionado o se hubiesen sentado en el bosque para grabar delicadas versiones a dos voces de sus canciones. Y así, de esta forma, se disfruta mucho más de las interpretaciones de “The Call To Adventure”, los sintetizadores de “Dance Of The Water Spirits” o el brillante arreglo de “A Dance In The Road”, demostrando lo escrito anteriormente; aunque el álbum sea un entretenimiento, a veces falla en su tiro, pero demuestra el excelente buen gusto de Hultén, las dos caras de la misma moneda, lo bueno, pero también lo malo de no estar sometido a las tensiones creativas de una banda. Lo dicho, echo de menos a Hultén y su delgada figura en los conciertos de Tribulation, como echo de menos todo lo que aportaba con ellos. A veces, parece necesario tener que sufrir en compañía para ser capaces de parir canciones que toquen el cielo y sentirse atrapado puede ser la musa perfecta para susurrarte sus versos.
© 2023 Don Diablo