Hay críticas que se escriben solas, mientras que hay otras que, en mi opinión, no necesitan escribirse y, sin embargo, uno siente la imperiosa necesidad de dejar por escrito lo que no es necesario. Pero, quizás, lo que me ha obligado a sentarme frente a la página en blanco, tras muchas escuchas de “Omens” es, además de dejar una pequeña huella en todo aquel que lea este escrito, también la amarga constatación de que “Omens” se ha publicado y ha desaparecido. Me explico, "Resolution" (2012) fue un disco enorme al que, sin duda, afectó lo ocurrido en República Checa y que sentó a Randy Blythe en el banquillo de los acusados ya que fue el disco que nos acompañó durante el largo camino que este recorrió hasta su sentencia en 2013, algo que fue magníficamente relatado en el documental "As the Palaces Burn" y que, lógicamente, impregnó también la composición de "VII: Sturm und Drang" (2015) con Blythe lamiéndose las heridas en directo, como también fue inevitable la repercusión de "Lamb of God" (2020) tras la salida de Chris Adler y su sustitución por Art Cruz. Sin embargo, sorprende la poca presencia de “Omens” en redes sociales (en el actual boca a boca), la sensación de esas críticas escritas en automático, la repetición de clichés en las opiniones y lo poco que ha dado que hablar un disco que ha sido publicado hace escasamente un mes. ¿Qué ha ocurrido con “Omens”? ¿Por qué da la sensación de que ya no es noticia, por qué nadie menciona lo excepcionalmente bien y bruto que suena este disco?
Parece imposible no recordar la entrevista de Randy Blythe en Kerrang! cuando aseguraba que no se veía haciendo lo mismo con cierta edad, quizá porque sea más de lo mismo, quizá porque lo mejor que podían haber grabado ya lo han grabado o porque Lamb Of God, para bien y para mal, hace mucho tiempo que forman parte ya de esa guardia del metal, esa vieja confiable a la que acudir (que nadie se alarme por esta última imagen y sospeche cualquier filia o fobia, si no conoce la referencia original) que, como Slayer, facturan una y otra vez el mismo tipo de disco, con la misma efectividad y confianza del que dispara una recortada esperando lograr el destrozo. Por otra parte, Lamb Of God, poseen una calidad y un método que, practicando el groove típicamente norteamericano que facturan, es prácticamente imposible que fallen en el tiro. Me refiero a que, al revés que muchas de esas bandas supuestamente seguras, Lamb Of God tienen los ingredientes y el talento para poder grabar una y otra vez el mismo álbum y que siempre resulte notable, cuando no sobresaliente.
Así, sin más novedad que el asentamiento definitivo de Art Cruz tras los parches y la constatación de Josh Wilbur como un miembro más, “Omens” produce el lógico placer del reencuentro cuando sabes que la otra parte jamás te va a fallar o decepcionar. “Nevermore” es simple y efectista pero su mecánica funciona y, a pesar de que son apenas dos notas las que soportan la melodía, es un comienzo arrollador para los de Virginia, además de mostrarnos la versatilidad de Blythe, que junto a “Vanishing” y “To The Grave” conforman una triada musculosísima sobre la que abrir “Omens”. Consiguen electrocutarnos con “Ditch” y la sensación de un breakdown eterno que Cruz convertirá en una descarga, mientras que la propia “Omens” les hace sonar más cerca de Pantera que nunca, en lo que parece claramente un homenaje, además de la ayuda vocal de seis gargantas acompañando a Blythe.
La segunda parte del disco, abriendo con "Gomorrah" ralentiza el clímax anteriormente alcanzado pero también es cierto que ayuda a construir esta cara y que "Ill Designs" logra subir a esa montaña rusa en la que "Grayscale" y su riff nos ayudan a despeñarnos desde las alturas, siendo el momento de valorar el excepcional trabajo no sólo de Cruz y Blythe, sino también el incombustible Mark Morton, secundado por Willie y un John Campbell cuyo bajo suena atronador en su unión con Cruz, auténticamente intratable en "Denial Mechanism", antes de la última sorpresa que es "September Song", conformando un disco sin fisuras, un producto magníficamente elaborado desde la composición, su interpretación o presentación pero cuya capacidad de sorpresa, como indicaba al principio, es nula y, a excepción de algunas de sus canciones, tampoco produce la sensación de estar ante su mejor obra. Notable, como siempre, pero de Lamb of God esperamos todos más, ¿no es así? Desde luego que sí.
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