Llegados a este punto, evaluar, juzgar o criticar un álbum de Ozzy Osbourne carece de todo sentido; porque lo mejor de su carrera ya lo ha firmado, tanto con Black Sabbath, como en solitario y considero "Ozzmosis" (1995) como su auténtico canto del cisne. Además, he tenido la suerte de ver en directo a Sabbath en varias ocasiones, como a Ozzy, y entiendo perfectamente que cuando se sube a un escenario (a pesar de su damnificado estado de salud) sigue poseyendo toda la magia y encanto de siempre, por lo que su actual carrera discográfica no deja de ser una anécdota a pie de página de un músico inmortal que quiere fenecer sobre los escenarios, tanto como su físico se lo permita. Soy consciente de sus defectos, de sus puntos débiles y cómo conserva la magia con Sabbath, de sus errores con Sharon y los de esta cuando no siempre ha tomado la mejor decisión en su carrera y, con todo, es a ella a la que le debemos que el corazón de Ozzy siga latiendo, por lo que no le guardo rencor alguno. Y, de nuevo, pese a todo esto, nada más que por la cantidad de años y grandes momentos que su música me ha hecho pasar y pasarán, no puedo ser demasiado duro con él.
"Patient Number 9" (2022), producido por Andrew Watt, adolece de todo lo que el anterior; la sensación poco orgánica de un álbum creado con retales de aquí y de allá, de una banda que no existe como tal por culpa de la cantidad de invitados Nada más y nada menos que el propio Wylde, pero también Jeff Beck, Tony iommi, Eric Clapton, Mike McCready, Josh Homme, Rob Trujillo, Dave Navarro, Duff McKagan, Chad Smith, Chris Chaney o el difunto Taylor Hawkins, lo que no suma sino resta. Espero que se me entienda bien; "Patient Number 9" es mejor que el horrendo “Ordinary Man” (2020) porque, aunque la producción es la misma, la dignidad perdida en el anterior, aquí se conserva intacta. La colaboración con Jeff Beck es magnífica, así como “Parasite” con Zakk Wylde o “No Escape From Now” con el también mítico Iommi. Por el contrario, no siendo desastrosas, la participación de Clapton en “One of Those Days” o “Immortal” con Mike McCready (Pearl Jam), no aportan la misma sangre que las mencionadas.
“A Thousand Shades” tiene encanto británico por los cuatro costados, pero prefiero “Mr Darkness” con Wylde y el medio tiempo de “Nothing Feels Right” (aunque esta, siendo pegadiza, tampoco sume al resultado final), todo lo contrario que “Evil Shuffle” que tampoco es una maravilla, pero evoca a la época dorada del famoso binomio. Sobresaliente es “Degradation Rules” por su sonido, la harmónica y la guitarra verdaderamente ácida de Iommi, sonando, sin quererlo, más auténtica que cualquier banda de doom actual, mientras que las colaboraciones de Hawkins en “Mr Darkness” o “God Only Knows” pasa desapercibidas en un disco cuya base rítmica es, fundamentalmente, Trujillo, Duff y Smith, diez canciones si no contamos con “Darkside Blues”.
Me llama también la atención de la compositora Ali Tamposi, nada que objetar a la autora de canciones para otros como Beyoncé, Demi Lovato, One Direction, Nickelback, Avicci, Sleena Gomez, BTS o Dua Lipa, entre muchos, pero me hace plantearme si Ozzy necesita de su mano, en lugar de la de otros ilustres invitados o el propio Wylde, cuya fertilidad está más que demostrada y el resultado habría sido menos estándar. Lo que sumado al sonido de Watt y el producto final, ratifican mi opinión; Ozzy está vivo y me siento afortunado de ello, de poder verlo en directo y vivir en su mismo mundo, pero esto es tan sólo una excusa para él; no busca más fama o dinero, tan sólo volver a nuestras vidas y eso es más que loable. De sus discos actuales, es mejor no esperar gran cosa, más allá de lo que podamos disfrutarlos y eso siendo muy generosos…
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