A veces, creo que los nuevos tiempos lo único que han hecho es que, en primer lugar, consumamos de manera masiva, pero con la misma glotonería de aquel que en un bufé libre salta de plato en plato y, en segundo lugar, no prestemos atención a lo que estamos degustando porque la tendencia es la de consumir mucho y mal, para presumir de un falsísimo gusto ecléctico, en lugar de hacerlo bien y disfrutando de verdad. Lo que tengo bien claro es que nadie diría que un auténtico diletante de la música es aquel que escucha música sin prestarle la debida atención. En el caso que nos ocupa, los austríacos Belphegor, parece que muchos se han acostumbrado a ellos, a su presencia, a su visita puntual a nuestros escenarios y las posiciones intermedias en los festivales y estoy seguro de que llegará un día en el que muchos otros los echemos de menos como se merecen. Para mí es incomprensible del todo que Belphegor no gocen del reconocimiento que, por ejemplo, Behemoth (nada en contra de Nergal, que nadie crea que voy a criticarle negativamente por llevar su empresa como él considere) cuando Helmuth es tan carismático, competente y solvente como el que más, cuida la imagen de la banda y cada entrega está a tan alto nivel; pero es quizá justo por eso que no entiendo cómo el gran público parece ignorar discos recientes como "Walpurgis Rites - Hexenwahn" (2009), "Blood Magick Necromance" (2011), "Conjuring the Dead" (2014) o "Totenritual" (2017). No es que esté haciendo uso de condensador de fluzo alguno, no me estoy retrotrayendo a doradas épocas pretéritas sino a su reciente actualidad para intentar explicar al lector que si no ha escuchado los últimos años de los austriacos para convencerse de su efectividad es porque, muy seguramente, se haya entretenido con otros productos de publicidad, sin duda más atractivos, pero con menos solera y oficio, nada que objetar, tan sólo es un aviso.
Por ejemplo, escucho de “The Devils”, la primera canción, y la siento tan sólida; con Helmuth y Serpenth escupiendo sus riffs mientras Diepold golpea la batería con milimétrica precisión, que no sé si se trata de un black grueso y sin fisuras o un brutísimo death, la solución la encontramos en la recta final de una composición en la que los solos suenan tan afilados y veloces que parecen afilar el tridente del mismísimo satanás, tanto que no hay duda de que cuando "Totentanz - Dance Macabre" suena es puro black cuando disparan su trémolo como pura y negrísima pólvora. "Glorifizierung des Teufels" comienza de manera serpenteante, recordándonos a Daniel Eriksson, no hay nada de malo cuando la guitarra progresa creando ese ambiente tan oscuro y la voz se torna en un siniestro croar o en "Damnation - Höllensturz" parecen más cercanos a Emperor que a Watain, un auténtico lujo cuando escuchamos a Helmuth llevar a Belphegor a otros terrenos.
"Virtus Asinaria - Prayer", sin embargo, parece un interludio y el trémolo aquí, en lugar de convertirse en un torbellino, sirve para crear dramatismo, algo a lo que ayudan las magníficas dobles voces, como el toque oriental de la apertura de "Kingdom of Cold Flesh" me recuerda más a Nile y su death técnico y con sabor a Egipto, algo que no parece casualidad cuando "Ritus Incendium Diabolus" esplora la vertiente más death de Belphegor hasta su aceleradísimo puente, dejando Helmuth lo más interesante y sabroso para el final, con "Creature of Fire", en la que la voz femenina suma de verdad y las guitarras limpias son capaces de transportarte allá donde “The Devils” te ha llevado a lo largo de sus bandazos de black, con la ayuda del omnipresente Jens Bogren.
Un álbum que no marca un antes o un después, que muchos seguidores de Belphegor apreciarán, mientras que otros no valorarán en su justa medida, y otros escucharán porque es otro lanzamiento, pero sin la dedicación que se merece. “The Devils” nos trae de vuelta a una banda veterana con las ganas intactas y el valor suficiente para probar a adentrarse en otros territorios, a un grandísimo nivel técnico y con un sonido espectacular, si eso no es suficiente aval apaga y vámonos.
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