Siempre que una banda consagrada recibe críticas negativas, las nuevas hordas de seguidores, las más fieras y alocadas, acuden prestas al olor de la sangre y atacan sin piedad al crítico, pero con aún menos argumentos. Así, cuando “Everything Now” (2017) fue salvajemente criticado, recibí todo tipo de misivas e incluso hubo algunos que se colaron en mi dormitorio y me dejaron una cabeza de caballo en la almohada. Aquel disco era horrible, había algún momento, pero resultaba injustificable y a muchos les jodía que algunos se lo recordásemos. Pero Win Butler no es tonto y lo sabía, quizá no cuando lo grabó, pero sí cuando escuchó a su público y, con todo, Arcade Fire seguían siendo una auténtica fiesta en directo, una celebración de la música en su sentido más amplio. Así, Butler (aún con la pérdida de William), ha conseguido que la banda grabe el disco de la reconciliación; hay ligeras pinceladas disco, con la ayuda de Nigel Godrich, pero hay un giro claramente emocional o sentimental que recorre todo el álbum. No es que Arcade Fire se hayan vuelto unos pusilánimes, nada más lejos de la realidad, pero sí que se pueden encontrar versos que tocan la fibra, el teclado de Régine suena más nostálgico que nunca, unido a su voz y la sensación de que la electrónica es tan sólo un aderezo para un toque más orgánico en una banda que vuelve a resultar moderna, pero sin el esfuerzo de "Reflektor" (2013), sino de manera natural.
“Age Of Anxiety I” y su comienzo es tan sentimental que impacta desde la primera escucha, convirtiéndose en una canción cuya forma de noquearnos es con ese diálogo interno de Win Butler y su subconsciente, convertido en coro (lo suficientemente en segundo plano) para cuestionarse así mismo, hasta que la canción despega con Régine y todo parece acelerarse hasta que caemos en la madriguera de Alicia entre sintetizadores de los ochenta y llegamos a "Age of Anxiety II (Rabbit Hole)" en la que la alternancia de voces es la que logra ese sentimiento paranoide y la construcción sintética de un estado de ánimo en el que Arcade Fire nos sumergen por completo; me parece una genialidad en dos partes, no puedo negarlo.
Tras un preludio propio de Eno llega el momento de "End of the Empire I–III" con Butler evocando a Lennon y si la canción pierde fuerza es por un estribillo que no termina de estallar, como su coda, "End of the Empire IV (Sagittarius A*)", recordando a los Genesis de Gabriel pero, como sus tres primeras partes, esta última cuarta necesita de ese éxtasis por el que suspiraremos con esa oda épica que es "The Lightning I" y su lánguido comienzo pero también esperanzador, ese relámpago que rompe y rasga, con Arcade Fire a puntito de restallar por toda la cinemática del mundo hasta su segunda parte, "The Lightning II", quizá el single más obvio de todo “WE”, pero aquel que es capaz de levantar el alma y elevarla a los cielos, justificando la composición de Butler. “Unconditional I (Lookout Kid)", el tercer single, es otro de esos grandes momentos de “WE” junto con su continuación "Unconditional II (Race and Religion)" y la voz más bonita del universo; Peter Gabriel, quizá no en la mejor canción del disco, pero una de esas colaboraciones que sólo suma, aunque sea tras la voz de Régine, porque escuchar al de Chobham siempre es un auténtico placer. Sin olvidar de la tierna despedida que es “WE” y que, en mi opinión, aunque no indispensable sí que suma y resulta perfecta para cerrar el álbum.
“WE” no es perfecto, pero en esa incorrección es en donde se encuentra su belleza; Arcade Fire se olvidan de pretender y, simplemente, han compuesto e interpretado algunas de sus canciones más bonitas, lejos de lo forzado y el gesto impostado y, aún sabiendo que muchas de ellas no son sus mejores y el disco se hunde literalmente en su segunda mitad, hay versos y estribillos que justifican su escucha una y otra vez. No es perfecto, pero quién quiere serlo…
© 2022 Mick Brisgau