Siempre he pensado que hay determinados discos que deben macerar en uno mismo y mezclarse con la vida para hacerlos tuyos. No es posible que haya músicos que graben un álbum cada dos años y uno les dispense el mismo tiempo y mimo que aquel músico que ha pasado seis años creciendo entre gira y gira, y se ha tomado su tiempo para grabar (tampoco aquellos que entran al estudio a regañadientes, que nadie me malinterprete) y con Steve Vai, la sensación que uno siempre tiene es la de viaje vital, la de constante evolución. Da igual si entiendes o no de música, de la guitarra como herramienta de trabajo a través de la que hablar, porque se trata de sentir; si eres capaz de hacerlo o no, no hay cosa más triste que la de aquellos a los que les preguntas por un determinado género, disco o artista y te responden que no entienden porque, que yo sepa, nadie nace entendiendo; es una lucha contra aquello que amas por hacerlo tuyo. Y así he sentido siempre la música de Vai, difícil muchas veces, excesiva en otros, pero siempre he creído que tiene la facultad para hablar directamente a tu alma. Me resulta increíble pensar que alguien pueda escuchar “Passion and Warfare” (1990) y no sentir absolutamente nada o ser testigo de cómo Vai interpreta en directo “Fire Garden” (1996) y argumentar ese no entender. Es cierto que su música, como la de muchos otros artistas, requiere de un pequeño esfuerzo por parte del oyente; composiciones de minutaje superior a la media, exuberantes arreglos, mestizaje de diferentes estilos, guitarras con diferentes sonoridades que recorren, a veces, escalas poco usuales, exploraciones de diferentes armonías, recursos poco utilizados y un gusto exquisito, por no mencionar que su música es fundamentalmente instrumental y eso, nos guste o no, sigue trazando una línea que muchos no están dispuestos a cruzar.
Parece mentira, pero han pasado seis años desde “The Story of Light” (2012) y a mí se me ha hecho largo; es verdad que le he podido ver varias veces en directo, con diferentes formatos, además de pasar una tarde entera con él hablando (más bien, escuchando) sobre guitarras y… ¡abejas! Además, de la publicación del directo y “Modern Primitive” (2016) pero viví tan intensamente “The Story of Light” (2012) que estos seis años sin música nueva por parte de Vai se me han hecho muy largos. Y es que “The Story of Light”, sin ser su mejor álbum, me encantó e hice muy mío, en mi opinión contiene algunas de las mejores canciones de Vai de los últimos años; es verdad que su orientación siempre me ha parecido más cercana al rock y no tanto al progresivo o al mestizaje que tanto le gusta y, quizá por eso, canciones como “Velorum” o “Gravity Storm” entran tan bien pero, ¿quién puede negarme que “Weeping China Doll” no es una maravilla? ¿Qué “Creamsicle Sunset” no bebe de Ray Vaughan en su sonoridad gordita de pastilla del mástil? Me parece un disco enorme, al que recurro muy a menudo.
Así, mis expectativas sobre “Inviolate” eran altísimas y he de reconocer que han sido colmadas; no creo que posea los mismos ganchos que “The Story of Light”, sus canciones no son tan directas; “Teeth Of The Hydra” es buen ejemplo de ello, una maravilla de cinco minutos en la que perderse, con una producción magnífica (me encanta el sonido ambiente de los arreglos), además de una guitarra incisiva como es el nuevo monstruo de tres mástiles que Vai nos presenta y que se aligera en “Zeus In Chains”, pare llenarse de fusión y enloquecerse por momentos, entre armónicos, forzando el puente al máximo. “Little Pretty” podría haber formado parte de “The Story of Light” y se siente en la base rítmica más cercana al funk (como “Apollo In Color”) y sus puentes a medio tiempo, jugando sobre el bajo, mientras que “Candlepower” es puro jazz o “Avalancha” nos devuelve a un Vai más directo; diferentes perspectivas de un mismo músico que cuando se lanza al Groove, sus riffs suenan tan gruesos como aquella maravilla que era “Bad Horsie”, pero contiene la suficiente elegancia para homenajear a Gary Moore en “Greenish Blues” antes de provocar la sensación de locura con "Knappsack" y saber que lo que el álbum necesita es de calma, aunque sea psicodélica, con "Sandman Cloud Mist".
“Inviolate” me parece más valiente y trabajado que “The Story of Light”, suena maravillosamente bien y posee la fuerza, aunque no los ases de aquel o, por lo menos, así lo siento cuando lo escucho. Con todo, sigue siendo un álbum que no baja del notable y en el que se siente verdadero placer cuando te pierdes en sus surcos, ¿qué más se puede pedir? Vai en estado puro.
© 2022 Jota Skaff