Fui extremadamente crítico con Manuel Gagneux. Principalmente, porque cuando a todo el mundo se le abrió la boca con "Stranger Fruit" (2018), venía de "Devil Is Fine" (2016) y, al haberle visto en directo varias veces (en sala y festival), me di cuenta demasiado pronto de que lo que mostraba en aquel álbum no era lo que sonaba en directo, ni mucho menos, que todo era impostado y aquel empeño de sincretismo entre la negación del todo que es el black metal con la música negra norteamericana y su lado más liberador, no me parecía tan original, lo siento. Pero también es cierto que siempre doy la oportunidad y no me niego a escuchar, y gustándome “Wake of A Nation” (2020), esperaba mucho de este, su homónimo y cuarto álbum. Y no me equivocaba, Gagneux ha grabado un disco en el que, conteniendo los elementos característicos, el suizo ha sido lo suficientemente inteligente como para crecer; más allá de recurrir a los recursos grabados en "Stranger Fruit" (2016) o "Devil Is Fine" (2016), ha endurecido el sonido de Zeal And Ardor y añadido capas y capas de guitarras, teclados y un sonido más cercano al industrial, con pequeños elementos electrónicos que alejan al proyecto de Gagneux de la parodia en que, para mi gusto, se había convertido, para crecer y ampliar la paleta de colores de su música; su influencia negra sigue siendo evidente y es más agradable que nunca porque no busca, sino que la encuentra con tan sólo el timbre de su voz.
Otra cosa muy diferente son las canciones, “Zeal And Ardor”, posee menos relumbrón, menos momentos para recordar como sí ocurría en el famoso "Stranger Fruit" y también en “Wake of A Nation”, las canciones no perduran en el recuerdo tras la primera escucha pero, a cambio, nos encontramos canciones que sí han sido trabajadas y escritas con cariño. “Run” me parece una genialidad en su sonido post industrial, más cercano a Reznor que nunca, Gagneux no tiene miedo a dejarse la garganta, a que su banda suene más sofisticada que nunca y abusen del ruidismo, pero también del groove, del músculo, pero la frialdad de la máquina, algo que se siente ya en la misma introducción. “Death To The Holy” posee el fraseo de “Rats” de Vedder, pero también los suficientes detalles como para que crezca en su crescendo y Gagneux añada tensión, siendo uno de los mejores momentos de la primera cara del disco. Y eso es decir mucho con una descarga como “Emersion” o esa maravilla llamada “Erase”, como el ritual en que se convierte “Golden Liar”.
“Bow” es perfecta para abrir su segunda parte y dar paso a “Feed The Machine” y sus alternancias de tensión, a pesar de producir la sensación de bajar la intensidad de un álbum que comienza demasiado fuerte y sólo recupera esa intensidad con “I Caught You” y "Götterdämmerung" (dos de las mejores de todo el álbum, sobre todo esta última), mientras que “J-M-B” (demasiado melódica y fácil) y “A-H-I-L”, a pesar de las texturas, se quedan en anécdota, como “Hold Your Head Low”, quizá la que menos electriza de una recta final en la que se adivinan buenas intenciones y ganas por parte de Gagneux. Tras semejante esfuerzo, sólo puedo darle la enhorabuena y, de nuevo, la oportunidad en directo. Gagneux me ha parecido valiente y repleto de ideas, más allá del hype que todos sufrimos con "Stranger Fruit" y no siendo un dechado de originalidad, demuestra buen gusto y ganas por seguir creciendo. No es perfecto, pero abre tantas posibilidades que asusta, si sigue así; mucho ojito con Gagneux y lo que puede grabar en los próximos años.
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