Escribir sobre Slash, leer sobre él o escuchar un nuevo álbum suyo puede resultar una tarea muy tediosa por lo público del personaje, por lo marcado de su estilo y por las constantes críticas que recibe un músico sobre el que estaban todas las miradas puestas en los noventa. Así, no seré yo el que vuelva a criticar su técnica, el que dude de su carisma y la marca personal que ha logrado con una Les Paul, un Marshall a válvulas, unas botas o una chistera, Saúl Hudson es Slash y por mucho que te guste, ha conseguido que su nombre quede escrito en la historia de la música y su forma de tocar, aunque predecible y poco elaborada para lo que actualmente estamos acostumbrados, es tan reconocible como la mera estampa de un músico que, a pesar de la reunión de Guns N’ Roses, ha querido continuar con su carrera en solitario, lo que le honra. Por otro lado, tenemos a una banda, como es la formada junto a Myles Kennedy y The Conspirators que no es ni será nunca de mi agrado. Cuestión de gustos, pero a Slash le benefician músicos con pedigrí y años a sus espaldas, auténticos compañeros de fatigas, como podrían haber sido Snakepit y no una banda que, aunque funcional, posee poco carisma y siempre al servicio del protagonista, no habiendo tensión creativa en ningún momento, sino órdenes que acatar o composiciones sobre las que pelear. En el caso de Myles Kennedy, vocalista de Alter Bridge, siempre he sentido que -aunque gustándome y cayéndome todo lo bien que puede caerme- carece del peligro y arrojo que la música de Slash necesita, además es en este álbum y las actuaciones promocionales en las que más desgastado le estoy viendo, acusando el cansancio de esta pandemia, la enfermedad, el constante trajín de giras con Alter Bridge, en solitario o con The Conspirators, pero Kennedy, aún con toda su buena voz, se le siente sin fuerza.
Por otro lado, he de ser sincero y “4” suena mucho mejor que anteriores esfuerzos, quizá por la producción de Dave Cobb en los RCA Studios de Nashville, en lo que es el primer álbum publicado bajo la propia Gibson, sonando infinitamente más natural y orgánico, lejos de la producción sintética y artificial de “Living The Dream” (2018) o “World On Fire” (2012), discos con algún que otro momento, pero que dan la sensación de estar grabados con las teclas de un ordenador como único componente mecánico, asépticos en su sonido; todo lo contrario que “4” en el que Slash asegura que si hay algún fallo se escucha y así es, se siente, lo que no repercute negativamente en el resultado final sino que lo engrandece.
“The River Is Rising” es un buen comienzo, Kerns y Fitz suenan robustos, mientras Kennedy aporta su voz a un estribillo que, sin ser una maravilla, es relativamente pegadizo con la guitarra de Slash sonando, por primera vez en mucho tiempo, puramente como la imaginarías, como la emularías en tu habitación o un bar mientras haces ‘air guitar’, el clásico sonido hueco de la Les Paul cuando fuerzas las notas más altas del mástil y pegas la mano a su pastilla, maravilloso, con una segunda parte en la que The Conspirators aprietan y fuerzan a que haya un duelo a las seis cuerdas. Quizá, el problema de “4” sea lo rápido que entra en el medio tiempo, "Whatever Gets You By", o aprovecha el reciclaje de recursos, "C'est La Vie", con un estribillo que, aunque contagioso, es quizá lo más fácil del disco. Eso, sumado a otras composiciones claramente menores como "The Path Less Followed" o "Actions Speak Louder Than Words" (vacilona pero inocua), canciones que tienen más que ver con la escena post alternativa de los noventa que con el hard rock, "Spirit Love", logrando que el álbum pierda fuerza según avanza.
Tal es el caso de la aburridísima "Fill My World" y la manía de incluir canciones que no divierten o entretienen pero tampoco poseen el fondo para el ensimismamiento (como ocurre también con “April Fool”), de tal forma que cuando llega "Call off the Dogs" y The Conspirators respiran algo de urgencia, uno ya ha perdido la fe con otras canciones infinitamente menores y de las que es francamente difícil salvar un momento que rescatar en directo, como lo que ocurre con la dramática “Fall Back To Earth” y la sensación de que “4” se merecía otras canciones, otro final a la altura de un sonido que parecen haber logrado tras una década girando juntos, pero una carrera a la que se le siguen resistiendo el cortejo de las musas. El sonido de la guitarra de Slash sigue siendo plenamente reconocible pero debería estar supeditado a un compositor que le dejase su espacio en las canciones y no unas en las que su espina dorsal sea el guitarrista, la tensión, esa que antes mencionaba y que lo es y será todo en cualquier ámbito de la vida y mucho más en el creativo.
© 2022 Conde Draco