Resulta inevitable escribir sobre Dream Widow, sobre Foo Fighters, y no mencionar a Taylor Hawkins, cuando no hace ni veinticuatro horas que el batería ha aparecido muerto en su hotel en Bogotá, por lo que esta crítica ha sido escrita una y mil veces. La primera vez que vi a Taylor Hawkins en directo fue en noviembre del 97, durante la gira de "The Colour and the Shape", mi álbum favorito de la banda. Grohl había cambiado la formación de Foo Fighters, siendo Nate Mendel el único superviviente, por el camino se habían quedado Pat Smear y el bueno de William Goldsmith (Sunny Day Real State), por lo que la incorporación de Taylor y Franz Stahl era vista como un movimiento raro. Aquella fría noche de noviembre, sin embargo, nos deparó grandes sorpresas, la sala Canciller estaba repleta y dos baterías coronaban el escenario; cuando comenzó el concierto, salieron Grohl y Taylor, se sentaron cada uno en su respectiva batería e interpretaron “La Cabalgata de las valquirias” de Wagner a dúo, acto seguido la banda al completo cargó con “Monkey Wrench” y otras canciones (muchas permanecen ya olvidadas en su actual repertorio), "My Hero", "Hey, Johnny Park", "Watershed", "Enough Space", "For All The Cows" y, claro, "Everlong" que era su último single y no el himno en que se ha convertido en la actualidad.
De aquella noche siempre me quedaré con la química entre Taylor y Grohl, algo patente en las últimas décadas, pero tampoco puedo ser hipócrita; cualquiera que haya leído esta web sabrá de nuestro amor por Nirvana (toda la escena alternativa de los noventa) y unos primerizos Foo Fighters (a los que hemos visto siempre, en cada una de sus visitas) pero a los que hemos defenestrado a placer con sus últimos lanzamientos, paradójicamente cuando más éxito han cosechado, según han ido perdiendo frescura y Grohl se ha convertido en un personaje omnipresente y, a veces, cargante. Taylor me caía bien; en directo era divertido y el típico bocazas que producía titulares en cada una de sus entrevistas, además de la sensación de diversión y espontaneidad que la banda urgentemente necesitaba. Otra cosa eran sus dotes tras los parches; un grande entrando a melé, pero un horror en la precisión, como cuando quería tocar algo de Neil Peart y fallaba el 75% de las notas. Con todo, siento en el corazón su pérdida, los años de diversión y buena música que nos ha proporcionado, así como el enorme vacío que dejará entre sus seres queridos y, por supuesto, el seno de la banda.
Es por eso que su triste desaparición, empaña el que quizá haya sido la aventura más acertada de Grohl, que no es otra que la película de terror “Studio 666” y esta, la banda sonora de una formación que quiere grabar su nuevo álbum y una presencia demoníaca se manifiesta en una mansión de Encino, torciendo sus planes, con suficientes guiños al gore y terror de bajo coste como para asegurar un buen rato a cualquiera que la vea. Así, Dream Widow se convierte en el disco de metal de Grohl que, irónicamente, ha grabado un álbum mucho más sólido que "Medicine at Midnight" (2021).
Que Grohl ama el metal es sabido por todos, aunque sus intentos de acercamiento hayan sido catastróficos (como ocurrió con “Probot” en 2004, a pesar de la nómina de invitados) y no haya sido hasta este Dream Widow en el que el propio Grohl se encarga de las voces, guitarras, bajo y batería, acompañado de Jim Rota (Fireball Ministry), Oliver Roman y únicamente Rami Jaffee para “Lacrimus dei Ebrius”, en el que consigue mantener el proyecto de Dream Widow lejos de su propia formación, convirtiéndolo en una curiosa y excitante aventura, quizá lo más excitante que haya grabado en mucho tiempo. Ocho canciones en las que es fácil encontrar las influencias cuando comienza “Encino” y parecemos estar escuchando a Strapping Young Lad o el thash más de comienzos de los noventa, además de al propio Grohl dejándose la garganta de verdad y, por supuesto, el placer de escuchar una batería bien grabada en un disco de metal, lejos del procesado más sintético de nuestros días.
Mientras que “Cold” bebe del doom pero también el sludge de nuestros días o las armonías vocales de Mastodon, en un disco en el que cabe todo; el rock trepidante e hiperacelerado de Motörhead (“March of the Insane"), el músculo exhibido en “The Sweet Abyss”, además del tratamiento más cercano a Queens Of The Stone Age en las armonías vocales (también empleado en “Angel With Severed Wings”) y una canción como “Come All Ye Unfaithful” que es, básicamente, lo que Foo FIghters deberían haber grabado hace muchísimos años; algo con reaños. Para concluir, la larga “Becoming", tomando los largos desarrollos lisérgicos de Mastodon, además de la sensación de invocación de los últimos minutos, hasta guiarnos a “Lacrimus dei Ebrius”, un auténtico regalo setentero con las guitarras emulando a Iommi y la sensación cruda que tanto amamos del subgénero inglés, incluyendo un interludio acústico y un final doomy a la altura. Sensacional.
Pena es que Dream Widow se quede como una nota a pie de página, un divertimento de Grohl y que su publicación haya coincidido con la pérdida de Hawkins, dando la sensación de que la vida es más cruel que todas las historias de terror que podamos inventar en nuestra cabeza. El suelo volvió a abrirse bajo los pies de Grohl y, de nuevo, la pérdida del que fue para él otro hermano. Descansa en paz, Taylor.
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