Si amas el metal, el death metal, y no sabes quienes son Immolation hay varias posibilidades; una, has estado criogenizado esperando un trasplante cerebral y no has podido escuchar música durante los últimos treinta años; dos, eres de esos que escuchan siempre lo mismo; tres, llevas camisetas y parches de metal, pero no tienes ni idea aunque bebas cerveza de un cuerno en festivales y, por último, quizá lo más plausible; cuatro, eres de esas personas que posan en Instagram con vinilos de colores y cervezas que saben a orín gatuno pero no escuchas nada de la música que compras, lo único que te importa es el postureo. Puede ser que se me escape alguna opción pero, grandes rasgos, si no aprecias la música de Immolation es porque no los has escuchado y, si no lo has hecho, te estás perdiendo la sal de la vida del metal extremo. No es que esté escribiendo sobre una buena banda, es que Immolation llevan más de treinta años trabajando muy duro, grabando auténticos clásicos como “Dawn Of Possession” (1991), “Here In After” (1996), “Failures Of Gods (1999), “Close to a World Below” (2000), “Unholy Cult” (2002), "Harnessing Ruin 2005), "Shadows in the Light” (2007), “Majesty and Decay” (2010), “Kingdom of Conspiracy” (2013) y "Atonement" (2017), que sobreviven como legado de una banda trabajadora y honesta. Así, animo al lector a que me diga que otra formación en el mundo del death metal ha sido capaz de grabar semejante discografía a lo largo de tres décadas, con semejante nivel y considerando clásicos cuatro o cinco discos, de esos en los que muchas bandas actuales siguen posando sus ojos para aprender y tomar nota. Exacto, muy pocos son los mortales capaces de semejante logro.
De nuevo Eliran Kantor en la portada de un álbum sólido como un muro de hormigón, Zack Ohren y Paul Orofino en la cabina, con Ross Dolan, Robert Vigna, Alex Bouks y Steve Shalaty sonando tan agresivos, profundos y brutales como sólo ellos saben, puro death metal norteamericano técnico y de calidad, en una palabra; acojonante. Es comenzar “Abandoned” y sentir los escalofríos de una introducción siniestra pero repleta de emoción, aquí no hay pregrabados; el sonido es orgánico y cuando enlazan con “An Act Of God” sabes que no hay marcha atrás, Shalaty suena preciso y con fuerza, mientras que Dolan hace el contrapunto y se deja la voz, Vigna y Bouks adornan la canción con un riff eléctrico, de esos que son capaces de electrocutarte mientras lo escuchas, mientras el solo te corta como un cuchillo. Afirmar que “The Age Of No Light” es un buen single puede parecer casi un sacrilegio porque Immolation no pasan por el aro, esto fue un adelanto de la hostia que nos iba a caer y así suena; repleta de groove, de pegada, de agresión, pero con una melodía reconocible. “Noose of Thorns” prosigue con la descarga, la base rítmica formada por Shalaty y Dolan es quizá una de las más sólidas del death, no es una exageración, basta escuchar el disco para entender su dimensión, como “Shed of Light” en la cual parecen un martillo pilón y Dolan, para colmo, suena más desgarrado que nunca.
“Blooded” u “Overtures Of The Wicked” elevan esa agresión que antes describía, a la enésima potencia. Es sorprendente como “Acts of God” parece irse encabronando con cada canción, como “Immoral Stain” comienza de manera calmada para golpearte en toda la cara y no abandonar la alta tensión o como “Incineration Procession” y “Let The Darkness In” parecen haber sido escritas con una maestría e inspiración asombrosas, para sonar old-school con elementos contemporáneos y no quemarse en el intento, manteniendo intactas sus señas de identidad. “Derelict Of Spirit” y “When Halos Burn” son monolíticos himnos del death más bestia, en los que Immolation no nos dan tregua alguna, mientras que “Apostle” (precedida por la introducción “And The Flames Wept”) es un final tan digno, tan salvaje y pesado, como para asegurarte que quieras darle una vuelta más al vinilo mientras caes exhausto por el esfuerzo, sintiendo que Immolation lo han vuelto a hacer, que así se escriben las grandes carreras, los grandes nombres, que así se perdura en el tiempo; con talento, esfuerzo, sudor y muchos cojones.
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