Quizá lo que más me gustaba de Celeste era esa capacidad por hacer equilibrios entre diferentes subgéneros, del screamo o el sludge al black, post-black y un poquito de progresivo. Sin embargo, entiendo que para aquellos no familiarizados con los franceses, el acercamiento a la banda cueste; quizá por la estética, por la portada de sus discos o por el propio nombre que, sin embargo, si lo pensamos significa celestial y quizá sea allá donde miran en su directos, mientras sus ojos se iluminan con luces rojas, buscando respuestas. Pese a ello, la banda ha evolucionado claramente desde “Nihiliste(s)” (2008), de la amargura de este y "Misanthrope(s)" (2009) para llegar a la elegancia de “Morte(s) Née(s)” (2010) o “Animale(s)” (2013) y la oscuridad de “Infidèle(s)” (2017) y este que nos ocupa. Sin embargo y pese a lo premeditado de su estética, de lo calculado de todos sus movimientos, es quizá en este "Assassine(s)" (2022) en el que siento que su fórmula sí es finita y quizá por formación o deformación, los de Lyon han dejado de ser esa banda que parecía poder transgredir casi cualquier subgénero para afincarse en uno junto con una pila o saco de otros artistas con los que se les suele comparar, por ejemplo, Amenra.
Un auténtico dolor de muelas el que los belgas parezcan estar en boca de todos desde hace diez años y se hayan convertido en una vara para medir la calidad de otras bandas porque donde Amenra ponen sudor y músculo (y no nos fijemos en “De Doorn”, por favor) en ese camino entre el sludge y el esfuerzo físico, Celeste parecen haberse afincado en ingredientes de sobra conocidos por todos para conformar unas canciones a medio camino entre el post-black y el prog suave (lo suficiente como para dar pie a desarrollo pero mostrarse contenidos); es cierto que hay guitarras evocadoras del blackgaze, pero la atmósfera y la melancolía no nos llevan a él sino a ese post-black más modernete. ¿Funciona? Sí, por supuesto, ¿pero a qué nivel? ¿están mostrando algo tan nuevo o de tantísima calidad como para despegar del resto? Sí y no. En "Assassine(s)" hay calidad, imposible negarlo, pero por primera vez con Celeste he llegado a sentir que era más de lo mismo. ¿Está mal decirlo? Recuerdo que cuando escuché “Animale(s)” (2013) e “Infidèle(s)” (2017) no me ocurrió y me parecieron infinitamente más excitantes y, lo peor, más prometedores.
Así, “Des torrents de coups” o “Elle se répète froidement” funcionan como bombas de relojería, hay agresión, pero también hay pulsión del trémolo y la melodía mientras Girardeau se desgañita, mientras que “De tes yeux bleus perlés” o "Il a tant rêvé d’elles" se desmarcan tantísimo del resto del álbum y su propuesta que podrían haber sido firmadas por cualquier artista medio de metalcore, ¿de verdad? Por supuesto que sí, puedes escuchar cualquiera de las dos y entender mi afirmación, lo que no es malo, pero sí me lo parece en una banda como Celeste; es como si Amenra (y, de nuevo, no nos fijemos en “De Doorn”, por favor) hubiesen compuesto "De Dodenakker" y les hubiese salido “The Sound Of Truth” de As I Lay Dying. Todo esto en un álbum en el que hay joyas como “Nonchalantes de beauté” con Royer magistral tras los parches, pero los franceses te cascan breakdowns en “Draguée tout au fond”.
No soy ningún purista y no puedo afirmar que "Assassine(s)" sea un mal álbum pero esa capacidad para el sincretismo de Celeste es la que, mal entendida, parece haberles llevado a no elegir bien los elementos; a que lo que hacen bien suene ya usado por ellos en mil y una ocasiones y, cuando intentan marcar la diferencia, el resultado sea un pelín chocante cuando adoptan elementos que no es que no les sean propios, es que parecen no tener cabida en ese cóctel antes elegante. “(A)” es el interludio obligado, como forzada se siente la gloriosa “Le cœur noir charbon” que parece obligada a cerrar por encima da la media de cuatro minutos y medio, pudiendo haber sido resuelta en mucho menos de sus siete minutos. "Assassine(s)" produce la sensación de un disco trabajado y grabado con esmero, interpretado con el mismo afán, pero también parece la llegada al final de un camino en el que Girardeau y compañía parecen querer seguir avanzando para no lograrlo con el mismo ahínco.
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